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PILAR MANZANARES
Domingo, 8 de mayo 2011, 03:34
Cuando el cine era aún mudo y de una violencia golosa que se requería para las peleas, ventanas hechas de láminas de caramelo y muebles de yuca que partieran bien en las espaldas de los tipos duros, irrumpió en la escena un chaval ingenuo, inocente y tan flaco que tenía que ponerse cinco camisas para aparentar.
Se llamaba Frank Cooper, nombre ya gastado en la época por un actor de carácter, un especialista y un tipo famoso por matar a su esposa, había nacido en Virginia durante una tormenta eléctrica en 1901 y era una mezcla de caballero inglés y de pionero de Montana.
Todo en la vida de Gary Cooper, del que el 13 de mayo se conmemora el 50 aniversario de su muerte, se rodeaba de ese halo de misterio del que parece pertenecer a otro tiempo. «Era un caballero en un mundo que ya no respeta a los caballeros», dijo de él Ray Stricklyn, actor con el que compartió escenas en '10 Calle Frederick' (1958).
Protagonista ahora del libro 'Gary Cooper. El héroe americano', de Jeffrey Meyers, Gary se convirtió en un ídolo ya en aquel primer Hollywood que apenas balbuceaba en el cine sonoro y su reinado se extendió por más de 100 películas hasta 1961.
Su belleza y su carácter le convirtieron en el amante más deseado, aunque para ello gozaba de ciertos atributos mucho más destacables que su primera amante, la actriz Clara Bow, no dudó en hacer públicos: «La tiene como un caballo y es capaz de aguantar toda la noche». Pero también en el actor que compararon a los vaqueros pintados por Remington y que, sin pronunciar una palabra, dejó fuera de juego al público con su presencia física y su carisma en 'Alas', filme en el que aparece en una sola escena y donde quedó patente que acababa de nacer una estrella.
Su infancia le preparó, sin querer, para ser el Cole Hardin de 'El Forastero', el Virginiano o el Will Kane de 'Solo ante el peligro'. Jugaba a indios y vaqueros, buscaba puntas de flechas, guaridas de lobos y oro en Last Chance Gulch, y su primer trabajo, remunerado con un dólar, consistió en cazar y disecar dos pájaros que una amiga de su madre quería ponerse en el sombrero. Años más tarde se dedicaría a la caza mayor de imponentes damas y de otras piezas junto a su gran amigo Ernest Hemingway.
Unos andares rígidos y asimétricos, heredados de una lesión sufrida tras un accidente de coche, tras la cual le recomendaron seguir montando a caballo, y sus conocimientos de cowboy le abrieron las puertas del mundo de los especialistas. «Los años que trabajé llevando ganado me dieron un conocimiento que ahora me ayuda muchísimo cada vez que ruedo un western», reconocería él mismo años más tarde.
Fue esa sabiduría la que, en 1926, le brindó su primera oportunidad como actor en 'Flor del desierto'. Llegó al rodaje como extra, pero a la vista de que un actor no podría acabar el filme, le hicieron una prueba en la que solo tenía que agacharse a beber en un charco de agua. Gary, en lugar de los gestos aprendidos por los actores de teatro, antes de beber sopló sobre el agua para eliminar la capa de polvo formada en la superficie aportando así una autenticidad que acabó por ser uno de sus rasgos distintivos.
«Su propio carácter e integridad brillaban a través de la imagen que representaba en la pantalla (.). Era muy probablemente el mejor actor de cine del mundo. Había llegado a dominar mejor que nadie que yo conozca todas las exigencias de la cámara. Poseía el sello de un gran actor», diría el guionista Carl Foreman tras ver su trabajo en 'Solo ante el peligro' (1952), filme que no solo le reportó un Oscar sino unos revolcones con Grace Kelly.
El amante
Dos años más tarde de aquel primer papel de 1926, Gary era una estrella y en 1933 ya ganaba seis mil dólares a la semana, algo impensable para aquel muchacho que pintaba tan buenos paisajes que aceptó su primer trabajo en el cine para costearse un curso de dibujo. Pero aquella vocación se frustró porque «pasarse horas dibujando pacientemente para conseguir que una insignificancia llegara a ser impecable era pedir demasiado a un espíritu inquieto como el mío».
Pero su amor por la pintura no cesó y su colección de arte moderno le llevó a entablar amistad con Picasso. Sería tras finalizar 'Ariane', en 1956, cuando se conocieron en la Riviera Francesa y se quedaron impresionados el uno por el otro. ¡Habría que ver al genio español con el inmenso sombrero Stetson que Gary había usado en 'La exótica', armado con el Colt del 45 pegando tiros entre las palmeras de su villa francesa y poniendo cara de duro!
Al menos, de aquella escena se conservan las fotos que David Douglas Duncan hiciera de Gary con la capa negra y el sombrero cordobés del pintor, de Picasso a lo cowboy, y de Picasso con el matrimonio Cooper. Sí, a pesar de la fama de mujeriego que jamás dejó de alimentar, Gary se había casado en 1934 con Veronica 'Rocky' Balfe (Sandra Shaw), sobrina del director artístico Cedric Gibbons, el hombre que diseñó el Oscar y que el actor obtuvo por vez primera por 'Sargento York' (1941) y por última un año antes de morir por toda su carrera.
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