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JORGE VALERO ,
Lunes, 28 de marzo 2011, 15:41
El Parlamento Europeo es el flanco débil de la UE siempre que los euroescépticos quieren dar la estocada al proyecto europeo. Y los generosos salarios de sus señorías, además de las cuantiosas dietas, el arma favorita para pinchar donde más duele. Por eso, a la eurodiputada riojana, Esther Herranz, le molesta que «a la gente no le llegue el trabajo que hacemos». «Parece que este Parlamento sólo vale para escándalos», resume. El último de ellos, la difusión de unas fotos de la eurodiputada británica Nikki Sinclaire publicadas en el combativo diario inglés News of the World, en las que varios de sus colegas se pasaban brevemente por el edificio para firmar los viernes, para tener así derecho a la dieta de 304 euros, y a continuación volver a sus ciudades en los estados miembros.
La riojana reconoce que «estamos muy bien pagados» en comparación con otros políticos, especialmente en España. Los eurodiputados tienen un salario neto de unos 6.200 euros mensuales, a los que se suman otros 4.300 euros para gastos de despacho y asistentes, el pago de billetes de avión en clase business, los 304 euros al día de dietas para cuando están en Bruselas o Estrasburgo, que son 58 este año. Además, tienen derecho a 4.243 euros para gastar en un año si quieren desplazarse fuera de Europa para conferencias, visitas de trabajo o ponencias. En total, los bolsillos de los europeos se pueden llegar a gastar en cada uno de los 736 eurodiputados hasta 147.875 euros al año.
Herranz defiende cada uno de estos euros por la labor que realizan. «Tenemos mucho trabajo, tanto o más que un diputado nacional, porque si te descuidas tenemos más competencias». Desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, la Eurocámara legisla junto con el Consejo de la UE, que agrupa a los Gobiernos de los Veintisiete, en la práctica totalidad de materias. En tiempos de crisis, ¿estarían dispuestos sus señorías a bajarse el sueldo? «En absoluto, ¿se bajan otros el sueldo?». Eso sí, algunos eurodiputados, como los liberales, no han tenido pudor en pedir la eliminación total de otras instituciones europeas como el Comité Económico y Social Europeo, que agrupa a la sociedad civil europea, para recortar gastos. El Consejo, por su parte, pedirá para el próximo año un recorte del 4,4% de su propio presupuesto, frente a las subidas que pidió la Eurocámara para sí esta semana, un incremento de 1.700 millones, en línea con el aumento de la inflación.
Repercusión mediática
Las portadas de medios españoles y extranjeros con los diputados maleta en mano tras haber firmado, entre ellos la socialista vasca Eider Gardiazabal, han caído mal en los pasillos de la Eurocámara. «Es algo feo que yo nunca he hecho ni haría», dice Herranz, pero no lo considera «ni un abuso ni algo ilegal», opina. Según las reglas del Parlamento, la dieta de 304 euros para gastos de manutención y alojamiento se abonan por la «asistencia a reuniones oficiales de órganos del Parlamento en los que el diputado ejerce sus funciones», tras haber firmado en la lista oficial de asistencia.
El hecho es que por ejemplo en el 2011, ningún viernes, cuando fueron sorprendidos los eurodiputados firmando para cobrar la dieta, se celebra sesión plenaria o comisiones parlamentarias, los principales momentos en los que un diputado ejerce sus funciones. «Pero, ¿cómo saber si no se han tenido que quedar la noche anterior para una cena con un grupo de presión (lobby), o han trabajado esa mañana en su despacho?», se pregunta la eurodiputada del PP. Estos juicios sumarísimos en los que se generaliza son, además, injustos», insiste. «Y llueve sobre mojado, porque el Parlamento siempre es criticado. ¿Cómo va a ir a votar así la gente?».
No sólo la participación en las elecciones europeas camina cuesta abajo (un 43% en las últimas del 2009, frente al casi 62% de las primeras, en 1979), sino que el apoyo ciudadano a la Eurocámara también ha descendido durante la crisis, aunque sigue siendo la institución comunitaria mejor valorada. «Yo no me hice eurodiputada por el sueldo, sino porque creía en el proceso de integración europea. Pero al final todo esto va minando la moral de los que creemos en este proceso».
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