LAURA MILLÁN LOMBRAÑA
Lunes, 30 de agosto 2010, 02:38
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La fotógrafa Cristina García Rodero explora las dualidades en su último trabajo, 'Entre el cielo y la tierra', tomando como punto de partida la espiritualidad del cuerpo, en un proyecto que reúne imágenes tomadas a lo largo de toda su carrera y que ella describe como «el más ambicioso».
'Entre el cielo y la tierra', explica, habla «de las dualidades y las contradicciones de la vida», como lo religioso y lo pagano, lo natural y lo sobrenatural, la guerra y la paz, la vida y la muerte, y está «prácticamente terminado». Sólo espera encontrar un lugar donde poder publicarlo y exponerlo, aunque no tiene prisa, porque «exponer no es fácil» y quiere hacer algo, dice, «que merezca la pena».
La única española de Magnum Photo y cuarta mujer en la historia de la agencia explica que, para este trabajo monumental, ha fotografiado la penitencia, el dolor y el placer; ha estudiado «el cuerpo como atracción o como búsqueda de otro cuerpo» y se ha sumergido en el mundo de la juventud, de los festivales eróticos y los concursos de belleza.
La fotógrafa, que esta semana ha impartido un curso en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo en Santander, reconoce que, a la hora de trabajar, a menudo siente insatisfacción y «deseo de dar algo bueno, de hacer algo serio y de profundizar». Fue la sensación de que «siempre queda algo más por descubrir» la que llevó a esta fotógrafa de 61 años a poner fin a 'España oculta', un trabajo de quince años sobre las fiestas tradicionales en España, y marcharse.
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La ganadora del World Press Photo en 1993 y del premio al mejor libro de fotografía en Arlés (Francia) en 1989, dice que no viaja con ideas preconcebidas porque quiere dejarse «enamorar por las cosas».
Después de cuarenta años tras el objetivo, García Rodero ha vivido todo tipo de experiencias y recuerda con cariño a los peregrinos venezolanos que viajan a Sorte a adorar a María Lizonda, la diosa de los ojos de agua: «Han hecho que me sienta muy bien, que nunca me sienta sola y que me pueda acercar con tranquilidad», aunque siempre «mirando de no molestar, de no entorpecer».
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Esa proximidad que Robert Capa juzgaba imprescindible para una buena fotografía se ha convertido también en una máxima para García Rodero: «Necesito estar cerca de las cosas que fotografío, físicamente porque soy pequeña y psíquicamente porque necesito llenarme de eso, sentirlo».
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