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Domingo, 11 de julio 2010, 14:22
Entre los valles del Linares y Alhama, allá donde ambos ríos penetran casi exangües en La Rioja desde Soria, se encuentra la Sierra de Alcarama. Como toda la zona, es un lugar de apariencia árida, donde la influencia mediterránea impone un clima de escasas precipitaciones y temperaturas extremas. El paisaje, dominado al sudeste por la mole imponente del Moncayo aragonés, es desértico en comparación con la feracidad del valle del Ebro y la frondosidad de La Rioja Alta. «Esto no es La Rioja Baja -bromean los lugareños-, es La Rioja profunda».
En medio de aquellos parajes se encuentra Navajún, uno de los pueblos más meridionales de La Rioja y seguramente el más distante a Logroño. Y no sólo geográficamente: el desarrollo moderno, que se olvidó en general de toda la sierra y casi acabó con ella con el éxodo rural de mediados del siglo XX, ha llegado hasta aquí con cuentagotas. A cambio, reina la paz. Y la belleza del entorno, áspera pero innegable, permanece inalterada. Se aprecia en sus hermosas casas de piedra firme, en su iglesia de San Blas, en su ermita de Atisca. Nada resulta muy diferente de como debió de ser allá por el siglo XVI.
Sobrevive Navajún en nuestros días, agrícola y algo ganadera, con unos veinte vecinos y, en los últimos años, gracias a una activa asociación de amigos. En verano el pueblo crece. Y dos casas rurales dan buena comida y cama a los visitantes, que no son pocos. Lo cierto es que Navajún, humilde pero singular, es conocido en todo el mundo por un tesoro que crece en sus entrañas: las piritas, las más perfectas del planeta.
Ya los antiguos habitantes de estas tierras se vieron atraídos por estas sorprendentes piedras metálicas que afloraban sin apenas buscarlas en múltiples enclaves de esa parte de La Rioja y la vecina Soria. Prueba de ello son los hallazgos arqueológicos de la cercana ciudad celtibérica de Contrebia Leucade, en Inestrillas, donde se han observado piezas insertadas en las delicadas tramas de los mosaicos. Los hechiceros (también los hay actuales que hablan de las propiedades de la ) las aconsejaban para curar dolencias de la garganta y el estómago o incluso para atraer la riqueza.
Los 'pitones' y 'tanagos', como también se les llama en la zona, eran empleados realmente como amuletos hasta no hace mucho: tradicionalmente se sacaban a la calle para que lloviera y las mozas los lanzaban por encima del hombro para encontrar novio. Con más sensatez, que es otra virtud atribuida a la pirita, los pastores solían llevar en la alforja afilados 'cantalobos' precisamente para ahuyentar a los lobos y otras alimañas disparándolos como proyectiles con la honda.
Pero el verdadero descubridor de la pirita como tal mineral fue Pedro Ansorena Garret, minero santanderino que trabajó para la Real Compañía Asturiana de Minas y cuya curiosidad innata de minerólogo a la antigua usanza le llevó a recorrer media España.
En la década de los 60, cuando se encontraba realizado unos trabajos de investigación de galena argentífera en el término soriano de Cerro Colorao, en Cigudosa, tuvo noticia de que un francés había practicado unos pequeños desmontes en Navajún buscando pirita. Dada la proximidad, decidió comprobarlo personalmente y encontró, en efecto, unas excavaciones sobre un nivel de margas con magníficas piritas aflorantes.
Como experto minero, sabía que industrialmente el descubrimiento carecía de importancia. Pero, sin duda, Ansorena debió de sentirse atraído por la singular perfección de estos cristales y consultó a un colega de confianza, el entonces facultativo de la mina de Áliva, en los Picos de Europa. El experto de la Cía. Asturiana corroboró sus primeras impresiones y, aunque ciertamente el valor minero de esas piritas era insignificante, como objeto de colección podía constituir un extraordinario hallazgo.
El oro de los locos
Así fue como en 1965 Pedro Ansorena Garret obtuvo de la Jefatura de Minas perteneciente al Ministerio de Industria y Energía de entonces un permiso de exploración para su mina, a la que bautizó como 'Ampliación a Victoria', sin que su propio hijo sepa explicar la razón de tal nombre. A continuación le fue concedido un permiso de investigación y en 1970 una concesión de explotación. Desde entonces, el yacimiento viene produciendo regularmente hasta hoy.
La pirita (cuyo nombre deriva de la raíz griega , fuego), también conocida como 'oro falso' y 'oro de los locos' por su engañoso fulgor amarillo, es un mineral del grupo de los sulfuros, concretamente bisulfuro de hierro (FeS2), es decir está compuesta por dos átomos de azufre y uno de hierro. Para que se forme hacen falta, sobre todo, altísimas presiones y temperaturas, que son precisamente las condiciones que se dieron en este punto hace 150 millones de años, cuando, como se suele decir 'los dinosaurios dominaban la tierra', de lo cual hay sobrados testimonios en la zona y también en este enclave (hasta medio centenar de icnitas han sido catalogadas en la mina).
En el periodo Jurásico, La Rioja era una llanura inundada por zonas pantanosas y con muchos ríos que transportaban gran cantidad de material orgánico, lo que aportó el azufre. En un momento geológico determinado, la cuenca sobre la que hoy se asienta el yacimiento de Navajún se hundió unos 750 metros en el interior de la corteza terrestre y allí las temperaturas de unos cuatrocientos grados centígrados hicieron que el azufre, junto al hierro y otros elementos químicos, dieran lugar a la cristalización de las piritas.
En 'Ampliación a Victoria' las piritas se encuentran diseminadas en unas capas de margas (roca más o menos dura, de color gris, compuesta principalmente de carbonato de cal y arcilla en proporciones casi iguales) con una enorme continuidad lateral que motiva la abundancia de afloramientos. La mina tiene tres capas de espesores variables, con una media de 2,5 metros. Por las catas realizadas se estima que pueda contener un millón de toneladas de pirita, que se extrae a un ritmo de sólo 30 o 35 al año.
Ángel Martínez Ramos, con cuarenta años de experiencia, es el minero más veterano de 'Ampliación a Victoria'. Se puede decir que está ahí desde que comenzó su explotación Pedro Ansorena padre, y hoy continúa con el hijo. Tiene una huertita en Navajún, su pueblo, pero él es de profesión minero. De ocho de la mañana a cuatro de la tarde, haga frío o calor, y las dos cosas las hace a conciencia en este paraje, él se dedica a picar cuidadosamente para extraer las piritas, a veces muy frágiles. Junto a él, Vicente Lauroba, de Aguilar, veinte años de experiencia, y el compañero más reciente, el ecuatoriano Sergio.
Es una empresa pequeña pero segura. Como su padre, Pedro Ansorena Conde es minerólogo vocacional. Dirige la mina y, a lo largo del año, asiste a las principales ferias de mineralogía: Tucson (Estados Unidos), Alsacia (Francia), Munich (Alemania), Tokio (Japón) y Barcelona (España). También el mercado de las piedras requiere saber buscar el filón y él se ha ocupado a través de los años de que la pirita de Navajún alcance categoría internacional en el mundo del coleccionismo, «siendo apreciada y valorada cada vez más, convirtiéndose en un referente en el ámbito de la mineralogía española y en uno de los símbolos de La Rioja».
También se encuentran piritas bien cristalizadas y de buenas dimensiones en otros términos, especialmente en Ambas Aguas, así como en buena parte de la sierra de Cameros, pero ciertamente el yacimiento de Navajún es excepcional, considerado como uno de los mejores del mundo por la perfección y dimensiones de sus cristales. La pirita se encuentra en él inalterada, diseminada entre margas, con un intenso color amarillo, tanto en forma de cubos con caras espejadas de más de doce centímetros de arista, como en diversos tipos de macla y conjuntos, así como en piritoedros perfectos de más de tres centímetros de diámetro.
Ansorena asegura con orgullo que la pirita de Navajún «la quiere desde el coleccionista japonés más exigente hasta el niño que está empezando a interesarse por los minerales». Por eso abre al público las puertas de la mina y ofrece la posibilidad de visitarla, siempre previo aviso y con la debida supervisión. «Una mina es una mina y siempre se corre el riesgo de que haya accidentes», advierte.
Francisco Arias, un coleccionista de Bilbao, asegura que, «para quien le gusta esto, no hay nada comparable a poder extraer tu propia pieza para tu colección. Es el sueño de cualquier aficionado». José Vicente Casado, de León, geólogo y cazameteoritos, es más entusiasta aún: «Es alucinante. Es el yacimiento de pirita más emblemático del mundo. Es un tesoro. Si esto estuviera en Alemania, aquí habría un museo».
Pedro sonríe amablemente ante el halago, pera sabe, lo ha visto en sus viajes, que algo de razón lleva su amigo. Por eso mantiene la puerta abierta a todo aquel que esté interesado en descubrir una pequeña maravilla natural.
Cualquier chico de Secundaria lo sabe: no hay nada peor que estudiar los minerales con la sola ayuda de un libro. Haluros, sulfuros, óxidos, carbonatos, sulfatos, fosfatos o silicatos, según su composición; sedimentarios, magmáticos o metamórficos, por su origen; metálicos o no metálicos según su utilidad. La cosa cambia si el chico 'baja' a la mina. La lección aquí se convierte en aventura.
Como un cubo: esta es una historia en tres dimensiones. La primera es la dimensión geológica: la historia de la formación de la pirita, un mineral sin grandes aplicaciones industriales, pero con notable interés para el coleccionismo si aflora en cristales tan perfectos como los de Navajún, únicos en el mundo. La segunda dimensión es precisamente la histórica: el relato de cómo Pedro Ansorena Garret, un minero procedente de Cantabria, descubrió en los años sesenta en un remoto rincón de La Rioja este yacimiento y de cómo continúa siendo explotado casi medio siglo después por su hijo, Pedro Ansorena Conde. Y hay una tercera dimensión, pero su magnitud queda ya en manos de cada cual: uno puede leer esta historia y volver a olvidarse de las piritas o puede también coger el teléfono y llamar para concertar una visita a la mina. Sólo allí, viendo los infinitos brillos del filón, picando la roca para extraer una pieza con las propias manos y escuchando las explicaciones de Pedro, se puede sentir el encanto de este prodigio de la naturaleza: desde el Museo de Historia Natural del Instituto Smithsoniano de Washington hasta la Feria de Mineralogía Internacional de Tokio, las piritas de Navajún son reconocidas en todo el mundo como «las más perfectas» por la belleza de su geometría predominantemente cúbica, el increíble brillo especular de sus caras, el tamaño de sus aristas, que van del milímetro a los veinte centímetros, la complejidad de maclas o diversos conjuntos de cristales, el contraste de su color amarillo latón con el parduzco de la matriz de marga... Una pequeña maravilla natural que merece la pena descubrir de raíz.
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