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En la historia del rico patrimonio icnológico de La Rioja, los descubrimientos casuales han protagonizado un buen número de hallazgos que luego han demostrado ser muy relevantes. Un nuevo yacimiento acaba de sumarse a este catálogo inesperado. En diciembre del año 2020, Jorge Tierno, vecino de Laguna de Cameros, vio que se había producido un desprendimiento de rocas en un acantilado cercano a su domicilio. Intrigado, unos días más tarde decidió ir a comprobar cómo había quedado el lugar.
Le llamaron la atención unas marcas que habían quedado al descubierto, unas extrañas protuberancias talladas en la piedra. «Desde el principio, me pareció que era algo singular, así que saqué unas fotos y contacté con el Instituto Geológico Minero. Ellos me dirigieron a la Universidad». Cuando Pablo Navarro Lorbés, paleontólogo, vio aquellas formaciones de morfología tan extraña intuyó que podía tratarse de importantes restos icnológicos. Las supuestas huellas habían aparecido en un entorno muy frágil y tras un desprendimiento, así que para evitar que un nuevo derrumbe diera al traste con la investigación, se realizó un modelo tridimensional sobre el que los expertos trabajaron.
La pisada del dinosaurio
Cuando el espinosáurido apoyaba sus dos patas en el fondo del agua, el movimiento que efectuaban ha dejado un registro sedimentario característico
Apoyo de la parte delantera
Las garras pisan de forma completa
Una vez en el firme se impulsa para avanzar
Al caminar
arrastra el sedimento
La garra deja la marca en
el fondo
Las 27 icnitas encontradas dejan clara la pisada
Molde de
huella
Las huellas encontradas en Laguna de Cameros son los sedimentos depositados entre el suelo que pisó y capas posteriores de la tierra. Lo que vemos actualmente se puede interpretar como el ‘negativo de la huella’
roca fosilizada
donde antes había agua
El suelo original donde pisó el dinosaurio se ha perdido
Huellas
encontradas
‘Nadando en la laguna’
Para atravesar el río o la zona pantanosa, el espinosáurido
utilizaba sus patas y podía llegar a flotar
La pisada del dinosaurio
Cuando el espinosáurido apoyaba sus dos patas en el fondo del agua, el movimiento que efectuaban ha dejado un registro sedimentario característico
Apoyo de la parte delantera
Las garras pisan de forma completa
Una vez en el firme se impulsa para avanzar
Al caminar
arrastra el sedimento
La garra deja la marca en
el fondo
Las 27 icnitas encontradas dejan clara la pisada
Molde de
huella
Las huellas encontradas en Laguna de Cameros son los sedimentos depositados entre el suelo que pisó y capas posteriores de la tierra. Lo que vemos actualmente se puede interpretar como el ‘negativo de la huella’
roca fosilizada
donde antes había agua
El suelo original donde pisó el dinosaurio se ha perdido
Huellas
encontradas
‘Nadando en la laguna’
Para atravesar el río o la zona pantanosa, el espinosáurido
utilizaba sus patas y podía llegar a flotar
La pisada del dinosaurio
Cuando el espinosáurido apoyaba sus dos patas en el fondo del agua, el movimiento que efectuaban ha dejado un registro sedimentario característico
Una vez en el firme se impulsa para avanzar
La garra deja la marca en
el fondo
Apoyo de la parte delantera
Las garras pisan de forma completa
Al caminar
arrastra el sedimento
Las 27 icnitas encontradas dejan clara la pisada
Las huellas encontradas en Laguna de Cameros son los sedimentos depositados entre el suelo que pisó y capas posteriores de la tierra.
Lo que vemos actualmente se puede interpretar como el ‘negativo de la huella’
Molde de
huella
roca fosilizada
donde antes había agua
Huellas
encontradas
El suelo original donde pisó el dinosaurio se ha perdido
‘Nadando en la laguna’
Para atravesar el río o la zona pantanosa, el espinosáurido
utilizaba sus patas y podía llegar a flotar
Los resultados del estudio forman parte de la tesis doctoral de Navarro –realizada en la UR y aprobada con un sobresaliente cum laude– y descubren un yacimiento de gran relevancia, con pocos precedentes en el mundo. Se trata de una colección de 27 icnitas de natación. Son huellas, alargadas por el arrastre de la garra sobre la arena, que los dinosaurios hicieron al desplazarse bajo el agua. Tienen formas heterogéneas, de longitud variable (desde 8,5 a 29,2 centímetros), por la influencia de factores como el nivel del agua, las irregularidades del fondo, las corrientes de agua o la fuerza de flotabilidad. «No se puede asegurar de qué tipo eran los animales, pero probablemente fueran espinosáuridos, dinosaurios terópodos habituales en los Cameros que mantenían una cierta afinidad con el agua porque su dieta era piscívora», señala Navarro.
La investigación fue presentada este martes en la Universidad de La Rioja. «En la comunidad autónoma ya existían evidencias de este comportamiento en Virgen del Campo (Enciso), pero apenas hay unas decenas de yacimientos de este tipo en todo el mundo –apostilla Navarro–, lo que hace que estas icnitas tengan una importancia singular». El investigador supone que, en el Cretácico Inferior (de 140 a 100 millones de años atrás), ese lugar de los Cameros estaba ocupado por el meandro abandonado de un río, que formaba una pequeña laguna de aguas muy tranquilas en la que los dinosaurios nadaban o por cuyo lecho cruzaban. «Estos rastros han aparecido por un desprendimiento, así que no es descartable que pueda haber más en tre las rocas», apunta.
Las huellas parecen mostrar diferentes momentos y estrategias natatorias. Un grupo de icnitas sugiere que el ejemplar caminaba sobre el fondo, impulsándose con las puntas de los dedos, mientras que otras indican que el cuerpo del animal flotaba parcial o totalmente. Lo que está claro es que, en todos los casos, el dinosaurio estaba dentro del agua: «Esas huellas no serían posibles si en el momento en que se produjeron no hubiera existido una fuerza de resistencia a la gravedad», señala. La comparación con otras icnitas descartaba, además, que se tratase de improntas dejadas por cocodrilos u otros animales acuáticos.
Resulta muy difícil, sin embargo, fijar la dimensión de los espinosáuridos que dejaron aquellas improntas. Con las huellas comunes, el tamaño se puede calcular aproximadamente según la longitud de la pisada, pero en las icnitas subacuáticas la impronta se alarga por el arrastre de arena, lo que dificulta la medición. Navarro calcula que podría tratarse de ejemplares de tamaño medio, de dos a cuatro metros de longitud. Del mismo modo, tampoco se sabe con exactitud si hay ejemplares de una única especie, con dinosaurios adultos y jóvenes, o de especies diferentes.
Navarro Lorbés ha publicado los resultados de su investigación sobre las icnitas de Laguna en la revista 'Cretaceous Research', un artículo que forma parte de su tesis doctoral, titulada 'Aportaciones de los estudios icnológicos al comportamiento y locomoción de los dinosaurios no avianos (no voladores)'. En su tesis, Navarro también identificaba en la zona de Igea algunas especies de terápodos que eran capaces de correr a 45 kilómetros por hora, una de las velocidades más rápidas calculadas hasta la fecha para estos animales.
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