Pasadas las nueve de la mañana, Íñigo Martínez procedía a bajarse del autobús metropolitano sin ninguna mascarilla. «Se me ha hecho raro no llevarla, porque ya estaba acostumbrado», aseguraba. En su caso, duda que se vaya a tapar la nariz y la boca mucho más ... en el autocar, porque «por comodidad prefiero no llevarla, además tengo todas las vacunas».
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Cerca de él, Carmen Uceda celebraba el fin de la obligatoriedad de la mascarilla. «Era un incordio y muy incómodo tener que estar cuatro horas con la mascarilla a cuestas», reconocía esta riojana antes de subirse al autocar. «Puedes ir segura en el trayecto aunque vayas sin ella, porque la gente ahora ya parece que es más responsable». Por ello, asegura que desde este miércoles «solo si veo que estoy mal decido ponérmela».
Apenas unos instantes antes de subirse al autobús en dirección a Bilbao, Isabel Angulo afirmaba que llevaba la mascarilla a mano en el bolsillo por si tenía que hacer el trayecto con ella. «La llevo porque no estaba segura de si hacía falta o no, le iba a preguntar al conductor si seguía siendo obligatoria». Nada más enterarse del fin de esta restricción, apuntaba que «como no es obligatoria no la voy a llevar a no ser que vaya muy pegada a alguien».
Quienes sí que llevaban puesto el tabapocas eran Julia García y su familiar por precaución. «La llevamos porque queremos protegernos, tanto a nosotras mismas como a los demás, porque nuestra familia vive fuera». En este sentido, Pilar Martín, que estaba a punto de coger un autobús con destino a Santander, confesaba que le parecía bien que quitasen la obligatoriedad de la mascarilla «porque el covid ya ha pasado un poco de largo». Su intención era no ponérsela en el trayecto, salvo si hay mucha afluencia. «Me parece que la prudencia siempre está bien. Por eso, si tengo a alguien al lado probablemente me la ponga», concluía.
Para Juan Cordón, que estudia en la capital, poder ir sin mascarilla suponía «una preocupación menos en la vida diaria, porque no hay que estar tan pendiente de llevarla». En su caso, que es asiduo al transporte público, «solo la voy a llevar en aquellos trayectos en los que vea que haya mucha gente y no me sienta cómodo».
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Casi a media mañana, en un autobús urbano, la presencia de la mascarilla era mínima: solo la llevaba su conductor, Ricardo Martín, por seguridad. «La llevo por motivos personales, por precaución, para evitar posibles contagios«. A pesar de esta situación, considera que «ya era hora» de que quitasen la obligatoriedad del tapabocas en el transporte, porque «en otros sitios como en hostelería llevan ya tiempo sin ella».
En medio del autocar, Yasmina Frías mostraba una amplia sonrisa al ser interpelada por cómo recibía el primer día sin mascarilla en el transporte público. «Lo recibo bien porque no tenía mucho sentido que vayamos por ahí y nos juntemos con los amigos sin mascarilla y que tengamos que ponérnosla para entrar al autobús», aseguraba esta viajera. Ya no solo por eso, sino porque «veo que la situación va a mejor y que ya es cosa de cada uno cuidarse. Me parece bien que la mantengan en los centros sanitarios u hospitales, pero en el transporte ya era hora de que la quitasen».
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