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Tan cerca pero a la vez tan lejos. Un atisbo de esperanza se vislumbra al otro lado del Ebro. Mientras La Rioja permanece con su hostelería cerrada a cal y canto, bares y restaurantes de las zonas marcadas en rojo de La Rioja Alavesa vuelven a colgar el cartel de abierto en sus puertas, tras la decisión del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco de tumbar el cierre del sector.
Laguardia es una de esas localidades, con una incidencia positiva por encima de los 500 casos por cada 100.000 habitantes, que retoma, con cautela y de manera desigual, su hostelería. Nada más entrar en la villa amurallada, la terraza del Bar Chakal nos da la bienvenida. Con un par de mesas llenas, el propietario del establecimiento, Rubén Martínez, prepara con ilusión los primeros cafés del día. «Estamos contentos de poder abrir, es mejor que nada. Da igual que hagamos 60 u 80 euros, necesitamos que nos dejen trabajar porque si no nos morimos», asegura detrás de la barra.
«Teníamos ganas de tomarnos un café en las terrazas», manifiestan entre risas dos vecinas de la localidad. Davinia y María Jesús son dos amigas, residentes en el municipio, que decidieron apoyar a la hostelería con su consumición matutina: «Tenemos que poner nuestro granito de arena y hacer ver que los bares no son los culpables de todo. Con responsabilidad y cuidado se tiene que empezar a mover el sector», afirman.
En la misma línea, Narciso Antón García, propietario del Biazteri, considera que este acto del Tribunal Superior de Justicia Vasco «puede servir de ejemplo para la apertura de los bares y restaurantes de La Rioja». En su caso, la decisión de reabrir su bar ha sido más sencilla ya que no tiene que hacerse cargo de «la renta del local y mis hijos son los que se encargan de llevar el negocio y atender a nuestros consumidores».
No todos corren con la misma suerte. Los alquileres, los gastos fijos (luz, agua, gas) y la Seguridad Social de los empleados hace que la situación actual sea insostenible para muchos hosteleros del municipio. Sheila Ansan, dueña desde hace 19 años de la Irish Tabern Ansan en Laguardia, describe la «agónica realidad» que viven desde hace casi un año. «Ese colchón que nos permite seguir hacia adelante se está empezando a acabar. Hemos tenido que echar a los empleados», confirma apenada. Sheila, como otros hosteleros de la localidad, ha decidido abrir las puertas de su establecimiento sobre todo de cara al fin de semana «esperando que haya un poco más de movimiento, especialmente a la hora del poteo».
Pueden abrir pero muchos de ellos han decidido no hacerlo de momento. El clásico Batzoki de la villa amurallada mantiene la actividad y el horario del confinamiento. De 9.00 a 11.00 horas de la mañana, su dueño, Juan Rodríguez Juandeaburre, prepara cafés a domicilio y reparte la prensa del día a la espera de unas mejores condiciones para su apertura. «Sin turismo es imposible que saquemos una rentabilidad que nos permita pagar todos nuestros gastos, unas cargas que no han hecho más que aumentar. Nos quitan las ayudas porque podemos abrir y no tenemos ingresos», se queja el propietario del Batzoki.
A la espera de nuevas medidas, los bares y restaurantes de La Rioja Alavesa disfrutan de una frágil normalidad. Una realidad ansiada por miles de hosteleros riojanos que confían en que la decisión del tribunal vasco pueda extrapolarse a la comunidad contigua.
Nadie sabe cuánto tiempo aguantará la hostelería abierta, ni cómo irán avanzando los datos de la pandemia. Una incertidumbre que mina la moral de los que quiere salir del agujero. Luces y sombras de una apertura a medio gas de los que intentan palpitar de nuevo.
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