Jafer, el dueño pakistaní del kebab de mi barrio, siempre ve TVR. Un día me preguntó si me ponía nervioso ante las cámaras y yo contesté que sí. Me he acordado muchas veces de esa conversación, yo apoyado en la barrita que tiene junto al ... ventanal y hojeando el ejemplar de Diario LA RIOJA que compra todos los días, esperando el kebab de pollo y ternera y diciéndole que claro que me pongo nervioso, que por más que pase el tiempo esta profesión te acelera el pulso y te hace sudar. El sonreía y sudaba también a escasos centímetros del fuego de su maquinaria mientras los rollos de carne daban vueltas y más vueltas, y creo que me entendía.
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No le dije que algunos días en el rato del maquillaje antes de entrar a plató, pongo la cabeza en blanco y me olvido de las prisas y los ruidos que suenan por todas partes. Leo y Diego y Nacho y Tomás y Óscar y Benjamín van y vienen y pegan voces reclamando una noticia que falta o buscándome para probar el micrófono, pero yo me quedo en silencio y con los ojos cerrados, inmune al follón extravagante que flota a cada minuto en una redacción de informativos.
Ha sido un año nefasto y lleno de muertes, pero a nosotros la respuesta de la audiencia nos ha llenado de vida. Suena mal, pero el confinamiento y la reclusión en casa nos hizo entrar en las rutinas de muchos riojanos que no nos solían seguir, para los que TVR no era más que otro canal al que caer de vez en cuando en un zapping por la noche. Nos han visto y han confiado en esta casa para saber qué pasaba. Han creído en esta tele que desde hace más de 20 años relata la actualidad regional, seguramente con los medios justos que puede permitirse una cadena privada en La Rioja pero con una honradez a prueba de toda duda.
Ya lo conté por aquí; un día en plena primera ola un señor me vio en la calle y me dijo «¡Venga chaval, a contar buenas noticias!». Yo le sonreí y le respondí con uno de esos balbuceos torpes que siempre me reservo para esas ocasiones, no sabe uno qué decir.
A mí me gusta dar buenas noticias, pero se ve que me equivoqué de oficio y ya es tarde para buscar otro. Narramos lo que sucede y lo hacemos con un respeto sincero por los números abstractos de la curva que tratamos de hacer humanos. Más de una vez se me ha puesto un nudo en la garganta que pensaba que me iba a reventar la corbata al dar los datos del día sabiendo que tenía gente cercana en los ERTE, en la UCI o al hablar de algún muerto por COVID al que conocía bien.
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Por eso me pongo nervioso, por eso y porque al otro lado están miles de personas de todos los pueblos de La Rioja, que hay vecinos, amigos, familia, Jafer y aquel señor de la calle pendientes de lo que decimos. Cómo no va a sentir uno el corazón desbocarse justo bajo la nuez cuando escuchas por el pinganillo la voz del realizador que te dice cinco, cuatro, tres, dos, uno, hablando. Me pongo hasta nervioso al escribirlo, y sentir ese sudor todos los días es un raro privilegio.
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