La hora de la vacuna de los niños
Sin nervios y concienciados ·
Un mes antes de comenzar las clases, los menores riojanos de 12 y 13 años empiezan a recibir en Riojafórum la primera dosis de PfizerSecciones
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Sin nervios y concienciados ·
Un mes antes de comenzar las clases, los menores riojanos de 12 y 13 años empiezan a recibir en Riojafórum la primera dosis de PfizerNoa Martínez, de 12 años y alumna del IES Duques de Nájera, ha llegado con su madre. «No estoy nerviosa, para mí es como una vacuna más», ha dicho risueña todavía con el algodón en el brazo. Su segunda dosis será el 30 agosto, justo antes de iniciar las clases y poco después de volver de Asturias, donde la familia al completo va de vacaciones con la vacuna puesta. «A mi otro hijo, de 14 años, le toca el miércoles, así que me he relajado con la vuelta a clase, era algo que me preocupaba mucho, me parece genial además que vacunen en estas edades porque son los que más peligro tienen de contagiarse y de propagarlo», ha apuntado aliviada Helia.
La vacunación de los niños, el último eslabón de la campaña de vacunación, ya ha comenzado. Acompañados por sus padres, los niños han accedido al interior de Riojafórum este lunes con ganas, pocos nervios y dando muestras de estar muy concienciados. El sistema de autocita se abrió el sábado para los riojanos nacidos hasta el 2008. De esta forma, La Rioja abría así su agenda a los de 13 años, algunos de ellos todavía sin cumplirlos.
Una de las primeras en ponerse la vacuna del COVID ha sido Alba Ciordia, de 13 años. Ha sido la más madrugadora. Algo tímida y sin dejar de mirar a Carlos y Mónica, que correspondían a su hija con un «tranquila, contesta a lo que te pregunten», ha quitado relevancia al pinchazo. «Sí, ya me han vacunado; no, no he notado nada..., sí, he vuelto de vacaciones y he estado en fiestas de Quel, esta tarde iré a la piscina». Procedentes de Arnedo, consiguieron cita la tarde-noche anterior. «Estábamos un poco preocupados porque en Calahorra estaban colapsados, así que miramos en Logroño y conseguiremos la cita en el momento, no nos ha importado nada venir, así pasamos el día aquí».
Era poco más de las diez cuando han abandonado el pabellón. A esa hora, jóvenes, pero no tanto, de 34 a 37 años, han avanzado de forma fluida hacia el segundo pinchazo. Estaban citados unos 2.500, pero la mañana ha discurrido tranquila, hasta que pasadas las once la fila ha comenzado a estirarse y a 'rejuvenecer'. Familias con hijos adolescentes y más jóvenes han empezado a llegar en gran número. «Hemos conseguido cita esta misma mañana, hace escasamente una hora, a través del sistema de autocita», ha señalado Isabel, que ha reflejado el gran interés entre las familias por recibir la inmunización de sus hijos.
Ha llegado la hora de la vacunación de los niños y en el interior del pabellón de Riojafórum había alguien que les esperaba con una dulce sorpresa. Era José Antonio, voluntario de Cruz Roja y encargado desde el inicio de la campaña de indicar a cada uno el puesto donde debe ponerse la inyección. Este lunes, a cada niño, después de su dosis de Pfizer, les entregaba un chupachups envuelto en una sonrisa. «Se portan como unos campeones y es la forma que tengo de decirles gracias», señalaba admirado por el comportamiento que vienen teniendo desde el principio. «Muchos vienen a acompañar a sus padres y me choca la serenidad y responsabilidad que muestran», ha comentado. Este lunes también han dado muestras de una gran madurez. No se ha oído ni un lamento, ni un ¡ay! José Antonio no puede decir lo mismo de los mayores y sabe lo que dice, porque ha presenciado varios desmayos. «Hay quien te avisa y te dice que se marea, entonces lo tumbamos en la camilla y no pasa nada. Pero otros llegan diciendo que vaya tontería un pinchazo y al final los hemos tenido que atender. En estos casos, les acompañamos hasta el coche y esperamos a que se recuperen».
Aferrada a uno de los chupachups de José Antonio mientras se protegía el brazo descubierto, Ángela Muñoz, alumna de Jesuitas y de solo 12 años (cumple en octubre), ha negado con la cabeza que le hubiera dolido el pinchazo. «Estoy contenta porque así ya no puedo contagiar a mis abuelos», señalaba decidida a contar enseguida a sus amigas por WhatsApp que no había sido para tanto. «Ya estamos todos vacunados en casa», resoplaba aliviado su padre, vigilante a distancia.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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