Educación incide en el bienestar emocional de los alumnos como clave para prevenir el suicidio

En La Rioja, hace apenas una semana el consejero Pedro Uruñuela desvelaba las cifras de una realidad de la que hasta hace no mucho no se hablaba. El hecho de verbalizarla, según una falsa leyenda, podría incentivar las conductas suicidas. Los expertos han desmontado este mito y ahora se empiezan a poner cifras a un problema que, en general, va al alza y que se ha visto agravado por la pandemia. La Rioja no es una excepción. En solo una semana, en nuestra comunidad se produjeron siete intentos de suicidio entre escolares, de acuerdo con la información que ofreció recientemente el titular de Educación.

A tenor de la dimensión que está adquiriendo esta cuestión, el Gobierno regional ha puesto el foco sobre ella y desde hoy –ayer se publicó en el Boletín Oficial de La Rioja (BOR)– está en marcha un protocolo para la prevención, detección e intervención de la conducta suicida en los centros sostenidos con fondos públicos de la región, dirigido a profesionales del ámbito educativo. Se trata de una guía que incide en el bienestar emocional y en la salud mental de los estudiantes como eje para atajar las conductas autolesivas, pero también ofrece pautas sobre cómo actuar ante la ideación suicida de los alumnos.

El plan de prevención del suicidio en La Rioja, elaborado en 2018, ya ponía en evidencia que en los centros educativos no contaban con unos indicadores de riesgo oficiales y dejaba a criterio del orientador y del equipo docente del centro tanto la interpretación de estos signos como la coordinación de los servicios clínicos externos. Así, hasta hoy, porque desde Educación consideraron necesario establecer unas pautas de actuación, que aporten seguridad a los profesionales de la comunidad educativa y que contribuyan a establecer cauces de coordinación con profesionales de otras administraciones.

De ahí el protocolo que hoy entra en vigor y que arranca poniendo en contexto un problema que, según las investigaciones sistemáticas que se realizan desde 2016 en esta región, está muy presente entre el alumnado. Los últimos datos aportados en el estudio Fonseca-Pedrero del año 2022, con una muestra representativa de 2.235 adolescentes, reflejan que entre el 2,6% y el 3,9% de los participantes se podrían ubicar en un nivel de gravedad alto de ideación suicida. Además, el 3,2% de la muestra había realizado algún intento de suicidio.

Estas cifras ya de por sí justifican la necesidad de implementar estrategias dirigidas a los jóvenes que se centren en la prevención e intervención de la conducta suicida. Y los centros educativos, añade el protocolo, «son el lugar natural e idóneo para la promoción del bienestar emocional y, en concreto, para la prevención de la conducta suicida». De hecho, «las muertes por suicidio se pueden prevenir con intervenciones oportunas, basadas en evidencia y, a menudo, de bajo costo».

El protocolo, que se divide en cuatro bloques, parte de la base de la necesidad de impulsar los factores de protección, es decir, aquellos que redundan en el bienestar emocional del alumno y que le permiten hacer frente a situaciones potencialmente estresantes y desencadenantes de la conducta suicida.

Con este fin, plantea implantar acciones de manera programada, tanto a través del Plan de Acción Tutorial como a través del propio currículo, que trabajen de manera explícita la gestión emocional, mejora de la autoestima y de la comunicación, resolución de conflictos, habilidades de resolución de problemas, búsqueda de ayuda y prevención de la violencia y el acoso escolar, entre otros aspectos. En paralelo, propone otra serie de acciones encaminadas a la formación del profesorado, personal del centro y familias o tutores legales en conocimientos básicos sobre la promoción de la salud mental, la prevención de la conducta suicida, la detección de señales de alarma, factores de riesgo y factores de protección.

La pormenorizada guía también ofrece cuáles son las señales de riesgo y de alarma a tener en cuenta y en casos de sospecha o riesgo inminente de conducta suicida, aporta una serie de claves de actuación. También aborda la posvención, es decir, qué hacer y qué no hacer después de un intento de suicidio o un suicidio. Y las pautas para el primer abordaje y la comunicación con la familia ante una situación de riesgo inminente o ideación suicida.