Popularmente se dice que la inflación es 'el impuesto de los pobres'. Y no es baladí. Un encarecimiento de los precios de todos los productos de consumo tiene un impacto directo en las economías domésticas, con independencia de las rentas disponibles en los hogares.
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En épocas de apuros se puede aplazar –o renunciar directamente– la adquisición de bienes que no son de primera necesidad. No así de los alimentos básicos, indispensables para cualquier unidad familiar. Pues bien, sus precios se han duplicado en La Rioja en el último año, según los últimos datos publicados por el INE, referenciados al mes de septiembre: de moverse a la baja, con un retroceso del 0,6% de promedio hace un año, a un incremento del 1,2%.
Por productos. El precio de la botella de aceite ha registrado una subida del 21,4%, cuando hace un año descendía el 6%, y así ha pasado de costar unos 2,3 a rozar los tres euros. El coste de la carne de ave (pollo, gallina, pavo, pato, avestruz, perdiz y codorniz) se ha encarecido el 6,4%.
También todas las legumbres (lentejas, alubias, garbanzos, soja, guisantes y habas, entre otras) y las hortalizas (zanahoria, remolacha, cebolla, puerro, ajo, acelgas, lechuga, espinacas, escarola, alcachofa, coliflor, tomate, pepino o pimientos) cuestan hoy el 6,1% más que hace un año.
Por su parte, la docena de huevos se ha encarecido el 5,8%, hasta alcanzar una media de 2,4 euros, y la carne de cordero lo ha hecho el 4,6%.
Pero hay más alimentos básicos imprescindibles en los carros de la compra de los riojanos cuyos precios también han aumentado en los últimos doce meses, aunque, por el momento, de forma más moderada. Se trata de las patatas (incremento del 2,6%), de la leche (0,5%), cuyo litro se mantiene en una media de 0,75 euros, y de las frutas en conserva y los frutos secos (0,1%).
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Por el contrario, y también por ahora, los precios de otros víveres fundamentales en la dieta ordinaria siguen contenidos o, incluso, a la baja. Son los casos del azúcar, que se ha abaratado el 4,5% respecto a septiembre de 2020. También dan un respiro a los bolsillos de los consumidores la carne de porcino (-3%), el pescado fresco y congelado (-2,9%), los productos lácteos (-2,6%), las frutas frescas (-1,7%), los preparados de legumbres y hortalizas (-0,8%) y el pan (-0,3%).
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Pero este escenario cambiará a corto plazo si no se resuelven las tensiones provocadas por la 'tormenta perfecta' que está arrollando a la economía mundial: el encarecimiento y escasez de las materias primas, los problemas de suministro y la subida de los costes energéticos. Según la organización agraria COAG, los precios de la energía para los agricultores y ganaderos se han encarecido el 300% en el último trimestre; los fertilizantes, el 100%; el gasóleo, el 40%; los plásticos, el 50%; el agua, el 30% y los piensos para el ganado, el 25%.
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Aunque las cadenas de supermercados sostienen que intentan no trasladar el encarecimiento de costes a los consumidores finales, lo cierto es que la inflación empieza a convertirse en un problema muy grave.
El IPC general registró un incremento mensual en septiembre en La Rioja del 0,6% (dos décimas por debajo de la media nacional), lo que elevó la tasa interanual hasta el 4,3% (tres décimas por encima del promedio del país), la más alta de los últimos trece años.
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Per se, «la inflación no es buena ni mala», explica el decano del Colegio de Economistas de La Rioja, Ernesto Gómez Tarragona. Lo ideal es «una inflación hasta el 2%, porque eso significa que hay alegría en la economía, que se mueven las cosas, que hay crecimiento» y «esa es la filosofía con la que se trabaja en la UE».
Pero, claro, una tasa interanual por encima del 4% es «preocupante, porque no es algo frecuente». Y, asimismo, «no es fácil de desinflar», ni siquiera aunque los más optimistas consideren que este acelerón de los precios cederá una vez se relajen las tensiones energéticas y de materias primas. En este sentido, Gómez Tarragona advierte de que China, «la fábrica barata del mundo ya está tendiendo a dejar de existir», por lo que «a medio y largo plazo determinados productos ya no se podrán comprar tan económicos».
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Por último, el decano de los economistas riojanos incide en que la inflación significa «una pérdida de poder adquisitivo que afecta a todos los ciudadanos por igual independientemente de sus ingresos» y puede conllevar «entrar en un círculo vicioso». Esto es, que «la inflación llame a inflación». La alternativa para contener esa espiral sería «una subida de tipos de interés, pero hacerlo suele provocar la ralentización del crecimiento económico, y no estamos en un momento apropiado para ello».
La Ley de la Cadena Alimentaria obliga a la industria transformadora y a los grandes grupos de distribución a pagar a los agricultores y los ganaderos al menos el valor de lo que cuesta producir los alimentos. Pero los productores alertan de que es imposible repercutir este aumento de costes en los precios de venta, por lo que diversas asociaciones están barajando un 'plan b' para no acumular más pérdidas: ajustar a la baja la oferta de algunos productos básicos de la cesta de la compra, eso sí, aseguran, garantizando suficiente abastecimiento.
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¿En qué consiste esa alternativa? Pues en el caso de los ganaderos, reducir el número de animales de reposición. Y en el de los agricultores, disminuir el empleo de fertilizantes inorgánicos, lo que conllevaría producciones más pequeñas en las próximas campañas. Ese escenario profundizaría el problema por el que ya atraviesan muchos hogares riojanos: mismo presupuesto que el año pasado y una cesta de la compra cada vez menos llena.
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