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Un grupo de jóvenes, en el parque del Ebro la noche de este sábado. Sonia Tercero

El botellón se hace fuerte junto al Ebro

Los jóvenes de Logroño se resisten a olvidar el consumo de alcohol en la calle y trasladan la fiesta, tras el cierre de los bares, a la zona de entrepuentes del parque ribereño

Mercedes pedreño/L. J. R.

Lunes, 5 de julio 2021, 16:37

Son las diez de la noche. Un grupo de amigos escanea las terrazas de los bares de la plaza del Mercado en busca de una mesa libre. Como cada sábado, no queda ni una. Unas chicas se levantan: habían reservado mesa para las siete de la tarde y se marchan a cenar. Apenas se separan de sus sillas, estas ya tienen nuevos ocupantes. Es el cambio de turno. Del 'tardeo' a la fiesta nocturna y el interior de los bares empieza a llenarse rápidamente. Si no fuera por la obligación de estar sentado y algunas mascarillas, cualquiera diría que seguimos en pandemia.

Galia, de 28 años, está celebrando su despedida de soltera en una de las terrazas. Llevan allí desde media tarde, cuando aún quedaba alguna mesa libre. A ella, la prohibición de beber en la calle no le ha afectado porque no solía hacer botellón, pero sabe que la gente sigue bebiendo en los parques. Dos amigas charlan en la esquina de la plaza, tienen 22 años y acaban de terminar la carrera. Antes de la pandemia, iban al Revellín; ahora que está prohibido beber en la calle contemplan volver a hacerlo: «No sabemos qué pasará en el futuro, pero es una opción. Si no se puede, beberemos en casa y alguna vez en bares, porque la economía no da para beber siempre aquí. En un bar podemos permitirnos beber tres copas, en un botellón muchas más». Juan, de 39 años, opina lo mismo y apunta que «depende de la zona, pero en la plaza del Mercado se columpian con los precios. A mí me da más igual porque tengo una edad, pero si la gente de veinte años pudiese tomar 'cachis' por seis euros igual iban a los bares en lugar de beber en el parque».

Unos jóvenes de 19 años toman algo y aseguran que hasta que no estén vacunados no harán botellón. Charlan y apuntan que si los estudiantes que han ido a Mallorca han sido responsables como para hacer el viaje también deben serlo para pensar en las consecuencias que implica estar en contacto con un positivo: «Por estar unos días en un hotel no les va a pasar nada», afirma uno de ellos. Alejandra, de 21 años, también defiende que la responsabilidad es suya y que «tienen que hacer el confinamiento como lo hemos hecho todos cuando nos ha pasado».

El botellón, en el Ebro

En la calle Mayor hay pocos bares abiertos para ser un sábado. Álvaro, un joven de 19 años, pasa por la zona en dirección a la calle Sagasta. Es de los que siguen haciendo botellón en la Ribera. Explica que sin un piso donde poder hacerlo, el parque del Ebro es un espacio abierto donde puede estar con amigos. Lo mismo defienden Ignacio y Javier, dos menores de edad (17 años). «Suelo ir al Ebro o a la Grajera a beber», asegura el primero. «Los sábados normales vamos a algún bar a tomar unas cervezas, pero si hay fiesta podemos estar hasta las seis de la mañana». Javier, que está bebiendo en el parque del Ebro, dice que el botellón está prohibido, pero que ellos quieren disfrutar de su juventud. «Si no nos dejasen beber aquí iríamos a alguna casa, a un sitio cerrado. Los únicos bares que venden alcohol a menores son los del centro... y son muy caros».

Los locales cierran a las dos, pero junto al Ebro hay ambiente hasta las siete de la mañana. Los más mayores se marchan, pero grupos de jóvenes de edades entre los 17 y los 23 años bajan hacia el río con bolsas de alcohol y altavoces para animar la fiesta. Un poco más arriba, la Policía Local vigila que no haya altercados. «Normalmente no respetamos las normas, pero cuando pasa la Policía sí que las cumplimos y no te dicen nada» añade Javier.

Rebeca y Diana tienen 20 años y también suelen seguir la fiesta en el Ebro. Ahora están tomando algo enfrente del Parlamento, ya que no han encontrado sitio en la plaza del Mercado. Diana se queja del precio de las copas: «Yo estudio en Salamanca y comparando con los precios de allí, los de aquí se me hacen impagables. Si la gente fuese a los bares en vez de hacer botellón deberían bajar los precios y podrían hacer más caja». En una mesa cercana, Santiago, un joven de 28 años, coincide en que las consumiciones han subido últimamente y es una de las razones por las que los estudiantes siguen haciendo botellón.

Poco después, el parque del Ebro es un hervidero. Lo será hasta bien entrado el domingo.

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