De zanco en zanco: montes y bosques para danzar

Eso fomenta las hipótesis más variadas: mientras el siempre prudente antropólogo Julio Caro Baroja habla de «ritos paganos a la vez que religiosos relacionados con ceremonias propiciatorias de buenas cosechas y fecundidad de los campos», una folclorista americana más arriesgada, Lucile Armstrong, aventura que podría tratarse de «un ritual de baile del hombre que originalmente se inventó para fortalecer al sol en su curso hacia el cielo en el solsticio de verano».

La bravura del acto y el arrojo necesario para danzar han dado pie incluso a pensar que acaso fuera en sus tiempos alguna suerte de ceremonia propia del paso a la madurez. En todo caso, para quienes hoy mantienen la tradición es todo un reto y un orgullo.

Queriendo ver alguna reminiscencia práctica en los zancos, hay incluso quien ha apuntado la idea de que antiguamente pudieran servir para vadear ríos o vigilar el ganado. Pero los lugareños lo descartan diciendo que eso es «desconocer por completo la orografía de Anguiano, sus laderas y pendientes». «Y si la vigilancia del ganado tuviera que hacerse sobre los zancos de ahora, pudiera ser, porque tienen cincuenta centímetros de altura, pero antiguamente resultaría absurdo porque medían treinta centímetros».

Anguiano es efectivamente una tierra de montaña donde no valen más zancos que las piernas del caminante. Es la puerta natural por la que el Alto Najerilla se abre al valle después de discurrir encajonado entre escarpadas laderas y profundos bosques, y recorrerla a pie permite disfrutar de hermosos contrastes paisajísticos. Sus posibilidades, como afirma la Asociación Senderista, son infinitas: rutas de montaña y senderismo, rutas a caballo, senderos de gran recorrido (GR-93 Sierras Riojanas), rutas de árboles singulares (el Haya Torcida, el Castaño de la Nisia, el Tejo de Anguiano), incluso hay una escuela de escalada en roca con vías perfectamente equipadas.

Existe además una red local de senderos compartida con las localidades mancomunadas de Matute y Tobía. Se trata de 'Rutas entre hayedos', «una propuesta que anima al visitante a adentrarse en este espacio natural privilegiado siguiendo una serie de rutas diseñadas para recorrerlas despacio, con los sentidos bien abiertos, para poder experimentar la belleza de la naturaleza en estado puro», según cuenta César Díez Samaniego.

Son 95 kilómetros de recorridos señalizados en siete rutas, que posibilitan la creación de otras múltiples opciones cuando se combinan con el GR-93, el GR-190, el Sendero del Salto del Agua de Matute o el Sendero de Valvanera. Todas las rutas tienen un atractivo paisajístico importante y todas ellas presentan desniveles propios de una zona de montaña, por ello, es necesario adecuar el recorrido a nuestras condiciones físicas.

De los siete recorridos, cinco son circulares (las rutas del Serradero, Roñas, Tres Villas, Rajao y Peñas) y, salvo la del Rajao, tienen su inicio y final en uno de los tres cascos urbanos. Además, existe una sexta ruta, la de San Quiles, que aún siendo lineal, permite la unión con la de Tres Villas conformando una nueva ruta de carácter circular. Por ello, la única ruta lineal pura sería la de Valvanera, que es la ruta que llega hasta el santuario.

Los hayedos son especialmente espectaculares en otoño, pero en cualquier época del año, también el verano, se presta a la aventura de adentrarse en el bosque, ascender a las cumbres y vadear los ríos. Otra forma de danzar.