Calahorra, con vistas a un pasado bimilenario

Aunque separada más de 300 kilómetros de Calahorra, el nombre de su ciudad natal siempre va con ella. «Me gusta muchísimo hablar de mi tierra», dice con el entusiasmo que le caracteriza la actriz calagurritana Mª José Garrido. Apasionada de las jotas, del baile y de la música, hace ya nueve años que se estableció en Madrid para labrarse un futuro en el mundo de la interpretación.

La capital le ha brindado las oportunidades que una comunidad pequeña como La Rioja es difícil que ofrezca a quienes quieren hacerse un hueco en los escenarios. Pero si Madrid es su referencia profesional, Calahorra es su refugio personal. Un municipio con «una gran riqueza, que a veces no valoramos lo suficiente», advierte.

El pasado mes de agosto, como es habitual en sus planes, Garrido ha pasado sus vacaciones en la bimilenaria ciudad. «No he parado. A mí me encanta estar haciendo cosas y he aprovechado para hacer visitas a aquellos lugares que son mis preferidos», señala.

Una de sus primeras rutas la realizó con las visitas guiadas organizadas desde la Oficina Municipal de Turismo por el casco antiguo. El recorrido comienza en el Mercadal, donde «en la época romana se encontraba el circo, que llegaba hasta la glorieta del Ayuntamiento», explica. En el corazón de la ciudad es obligado detenerse en las figuras de La Matrona y Quintiliano, «dos de los principales personajes que representan nuestro pasado romano».

De la cultura romana se da el salto a la época del modernismo, a través de los edificios de la calle Mártires, principal entrada al casco antiguo. «Ya en la plaza del Raso, me parece impresionante la iglesia de Santiago. De hecho, hay personas que cuando la ven por primera vez en un principio creen que es la catedral», apunta la joven actriz.

En este entorno se encuentran dos museos; el de la Romanización y el de la Casa Santa, «donde estuvieron prisioneros los santos Emeterio y Celedonio». «Es un sitio muy interesante, con una exposición muy bien explicada sobre la historia de nuestros mártires», dice.

Las vistas desde el casco antiguo son imprescindibles en su ruta, con paradas en el mirador de la plaza de la Verdura, el de San Francisco, el de Bellavista ... «Pero uno de mis preferidos es el mirador de la calle Cabezo, en la judería, con vistas a la catedral, al Isasa, al Cidacos, al santuario del Carmen», confiesa.

Del paisaje, Garrido pasa a los monumentos, destacando la catedral y las visitas guiadas realizadas por el canónigo archivero Ángel Ortega «por todo el templo, la sacristía y el Museo Diocesano». «La catedral tiene una riqueza inmensa y la capilla de los Santos Mártires es una preciosidad», valora de este monumento, construido junto al río Cidacos y en el entorno de la calle Arrabal.

Muy cerca, en la calle Tenerías, al finalizar la Arrabal, se encuentra el rincón «favorito» de esta calagurritana, con el Monasterio de San José como protagonista. «Lo mejor de este sitio es que no te lo esperas. Cuando caminas por la Cuesta de las Monjas lo que menos piensas es que te vas a encontrar un edificio así. El convento es maravilloso y el sitio es muy especial», sostiene.

Otra de las iglesias a la que le gusta acudir es la de San Andrés, en el Planillo, «con el arco romano». También la de San Francisco, «donde se pueden ver los pasos de Semana Santa».

Junto a este templo, ha tenido también ocasión de visitar el Museo de la Verdura. «La exposición te da la oportunidad de conocer la riqueza de nuestra huerta, y tiene una colección de vestidos elaborados con verduras que me encanta», apunta.

Calahorra está llena además de detalles que no pasan desapercibidos para Mª José Garrido. Así, incide en «los blasones que se pueden ver en muchas fachadas» o en los elementos arquitectónicos de construcciones palaciegas como «la Casa de los Miranda, la de las 'Cariátides' o la del Pasaje Díaz».

Y como un 'oasis' dentro de la ciudad recomienda acudir al parque del Cidacos o caminar por la Vía Verde. «Ahora que el río viene con agua es una gozada pasear a su lado», comenta sin olvidar citar el santuario que los padres carmelitas regentan desde hace más de cuatro siglos en este enclave.

Para terminar hace gala de la calidad de la gastronomía riojana con «un buen vino de Rioja y una ensalada de tomates de Calahorra».