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Scarlett Johansson en un fotograma de Lucy.
Scarlett Johansson estalla contra OpenAI por imitar su voz en ChatGPT

Scarlett Johansson estalla contra OpenAI por imitar su voz en ChatGPT

La actriz asegura que le ofrecieron poner su voz al sistema y que, a pesar de haber rechazado, la han copiado. Se reabre el debate sobre la propiedad intelectual en la IA

Martes, 21 de mayo 2024, 18:52

A Scarlett Johansson OpenAI le ofreció convertirse en la voz de ChatGPT. Y es fácil entender por qué: la actriz había enamorado a Joaquin Phoenix -y a unos cuantos espectadores- en el papel de Samantha, el asistente virtual de la película 'Her', del que solo escuchamos su voz. «El pasado mes de septiembre, recibí una llamada de Sam Altman», recuerda la protagonista de 'Lost in Translation' en un comunicado. «Me dijo que, dándole voz al sistema, podría crear un puente entre las empresas tecnológicas y los creativos, y ayudar a que los usuarios se sintiesen cómodos con los cambios que la inteligencia artificial acarrea para los humanos», añade.

Pero Johansson, «tras mucha consideración y por razones personales», declinó la oferta para convertirse en 'Sky', una de las cinco voces con las que se comunica ChatGPT 4.o. Por eso, se quedó «estupefacta y enfadada» cuando descubrió que, a pesar de su negativa, el asistente de OpenAI sonaba como ella. «Ni siquiera mis amigos más cercanos o la prensa podía encontrar la diferencia», comenta, subrayando que el propio Altman, consejero delegado de la compañía, se descubrió cuando tuiteó una sola palabra: 'Her'.

Según el relato de Johansson, Altman contactó con su representante legal dos días antes del lanzamiento de la nueva versión de ChatGPT para que reconsiderase su postura. «Pero antes de que pudiesemos contactar, el sistema vio la luz», señala la actriz. Dos cartas de los abogados, exigiendo que se explicase cómo se ha generado la voz, lograron que OpenAI suspendiese temporalmente a Sky.

La empresa también ofreció una explicación, en la que negaba que Sky fuese la voz de Johansson, y que la actriz profesional que le ofrece sus cuerdas vocales hubiese tratado de reproducirla. «Es la voz natural de otra actriz», afirmó el lunes, sin detallar de quién «por razones de privacidad». OpenAI también detalló cuáles son las características que busca en la voz de ChatGPT: «Que suene atemporal, que resulte cercana e inspire confianza, que sea carismática y rica en tonos, y que resulte natural».

Un debate casi filosófico

Pero Johansson no está convencida, y hoy ha cargado contra Altman y su empresa. «En un momento en el que estamos tratando de lidiar con los 'deepfakes' -imágenes que parecen reales pero están generadas por inteligencia artificial- y con la protección de nuestra imagen, nuestro trabajo y nuestra identidad, creo que estas cuestiones merecen transparencia total», denuncia. «Espero que se apruebe legislación apropiada para que los derechos individuales sean protegidos», apostilla.

Johansson reabre así un debate de gran calado: ¿cómo se debe proteger la propiedad intelectual de la información con la que se entrena la inteligencia artificial y de quién son los derechos de lo que se crea mediante la IA generativa? Todos estos sistemas funcionan gracias a la combinación de tres elementos clave: datos a mansalva, algoritmos, y potencia de computación. Los primeros determinan la capacidad para crear algo nuevo. Así, si un sistema de IA se entrena con rostros blancos, cuando se le pida que genere un retrato lo hará con las facciones caucásicas. Y si se le introducen todas las películas de Scarlett Johansson y se le pide que genere una voz, será la suya.

De ahí que quienes regulan la IA incidan en dos asuntos particulares: que se eviten los sesgos que pueden provocar bases de datos poco diversas y que haya transparencia en cuanto a los datos con los que funcionan los sistemas. El problema es que chocan el derecho de la propiedad intelectual de los que generan el contenido que entrena a la IA -medios como el New York Times denuncian que se utilicen sus textos para ese entrenamiento sin que se pague canon alguno a cambio- y el secreto industrial de quienes no quieren revelar cómo funcionan esos sistemas para mantener su ventaja comparativa.

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