Michael McLoughlin
Miércoles, 24 de diciembre 2014, 00:58
Desde que los drones rompieron filas y abandonaron su dedicación exclusiva al arte de la guerra se ha visto cómo estas máquinas voladoras han ido ejecutando una ecléctica variedad de encargos cada vez mayor. Se han convertido en prototipos de los mensajeros del futuro que ... quieren Amazon o Google, han captado desde el aire la cara menos conocida de lugares como el Kremlin o la Gran Manzana o aquí en España, se han puesto al servicio de la Policía Nacional para escrutar los vestigios de la fábrica de Campofrío devorada por el fuego en Burgos.
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Mientras la tormenta de ideas sobre las utilidades de esta tecnología sigue arreciando, un grupo de investigadores de varias universidades estadounidenses en colaboración con la NASA han dado forma a una de estas máquinas que destaca por ser biodegradable.
Lo que persigue el proyecto es que cuando un dron caiga en acto de servicio no haya que montar un dispositivo de rescate -teniendo en cuenta que muchas veces estos aparatos se utilizan en lugares de difícil acceso por tierra- sin tener que preocuparse tampoco por la huella medioambiental que ciertos componentes electrónicos podrían dejar en el entorno.
«Si cae en un lugar ambientalmente sensible, como un arrecife de coral, entonces puede biodegradarse para reducir el daño», cuentan los participantes en la construcción del primer y minúsculo prototipo, que debutó el pasado mes realizando un corto trayecto en un certamen de ingeniería genética celebrado en Boston.
«También podemos enviarlo a lugares donde no podemos esperar que vuelva», añade. «Si queremos volarlo por encima de un incendio forestal para ver hacia donde se extiende o si ocurre una fusión nuclear podíamos acercarnos para medir los niveles de radioactividad y obtener datos sin que el avión tuviese que regresar», remachó.
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La 'carrocería' estaría construido a base de un hongo conocido como 'micelio' que proporciona la rigidez suficiente y que permite crear un material «suficientemente liviano» para levantar el vuelo.
Piel rugosa
El aspecto exterior recuerda al cartón rugoso de las hueveras del supermercado. La 'piel', está hecha de hojas de celulosa bacteriana cultivadas en un laboratorio, es impermeable gracias a una solución de proteínas clonadas a partir de una saliva que emiten las avispas en la construcción de sus nidos. Está característica no impide, sin embargo, que en contacto con el agua, la estructura se disuelva sin apenas dejar residuos.
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Aunque los padres de la criatura han llegado a crear piezas del motor que también son biodegradables, elementos como los propulsores, las baterías o los controles presentan el gran reto de este invento. «Hay partes que actualmente no pueden ser remplazadas por la biología», afirma uno de los investigadores, que están estudiando la posibilidad de equipar el aparato con sensores construidos en base a la bacteria E.coli.
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