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javier guillenea
Viernes, 17 de enero 2020, 19:45
Internet es un zoco, un mercado en el que todo se compra y se vende, un gigantesco panel repleto de anuncios publicitarios que siempre atinan con nuestros gustos, una jungla que desbrozan incontables empresas a la caza de información. Buscan datos, cuantos más, mejor; rastrean la huella que dejamos por las redes sociales para saber quiénes somos, cómo pensamos y cuánto dinero ganamos. Hay alguien por ahí, en algún lugar del mundo, que nos conoce más de lo que creemos y hace negocio con ello.
«Los datos personales son la gasolina del siglo XXI», afirma Sergio de Juan-Creix, profesor experto en derecho digital de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Son el combustible del que se nutre la sociedad de consumo del mundo occidental, una fuente de poder que buscan controlar no solo gigantes como Facebook o Google, sino también oscuros grupos de piratas informáticos que han puesto precio a nuestros secretos en el 'dark web', la red oscura, un lugar sin ley donde se pueden adquirir bienes o servicios ilícitos. En el zoco que es internet también se venden nuestras vidas, con sus luces y miserias.
Según una investigación realizada por la web británica 'Money Guru', especializada en comparar préstamos, tarjetas de crédito e hipotecas, hacerse con los datos de una persona en internet cuesta unos 850 euros. En ese precio están incluidos los datos sobre la tarjeta, los inicios de sesión en la banca en línea, las contraseñas y la cuenta de PayPal. Todo ello está accesible por solo 700 euros. Y por un poco más se puede adquirir una cuenta 'prime' de Amazon (11 euros), 'nicks' en Apple (10 euros), Steam ySpotify (3 euros cada uno), cuentas de correo como las de Gmail (3 euros) y cuentas de Pinterest, Instagram, Facebook y Twitter por precios que oscilan entre 2,8 y 7,4 euros por barba.
Esto no significa que los datos más recónditos de todos y cada uno de los usuarios se hallen a disposición del mejor postor en la 'deep web', pero nunca se sabe dónde y en qué manos pueden ir a parar. En septiembre de 2018, Facebook reveló que un ataque informático había dejado 50 millones de cuentas al descubierto y a merced de los 'hackers'. Se cree que mucha de la información robada acabó en el mercado negro de internet.
«Hay un mercado al por mayor que generalmente opera con contraseñas obtenidas cuando en algún lugar se filtran millones de datos, y otro más pequeño en el que se venden cuentas para hacerte pasar por otra persona y utilizar esta identidad para estafar», dice Carlos Tomás, director tecnológico de la empresa de ciberseguridad Enigmedia. Los compradores son delincuentes que buscan dinero fácil. Los vendedores pueden ser 'hackers', pero también empleados descontentos con la organización en la que trabajan». Pueden ser dependientes de algún comercio en los que hemos pagado con una tarjeta de crédito o piratas informáticos que envían a miles de personas webs falsas de grandes empresas en las que piden a sus potenciales víctimas el número de su cuenta corriente. «Nunca podemos estar seguros de si el que roba es alguien que ha tenido acceso a nuestros datos de forma legal o ilegal», asegura Tomás.
Iñaki Pariente de Prada, exdirector de la Agencia Vasca de Protección de Datos y socio fundador de la consultoría digital Dayntic, recuerda bien una calle que le mostraron hace años en Lima. «Me dijeron que allí se vendían datos personales sobre solvencia, ingresos o fiscalidad. Entrabas y salías con un cedé en la mano. Era una información que resultaba útil para agencias de seguros, servicios financieros y la banca, que en países como Perú son mucho más agresivas que aquí». Para las empresas, estos datos son unos sabrosos caramelos a los que legalmente no tienen acceso, aunque siempre les ronde la idea de cruzar la línea entre los permitido y lo prohibido.
Iñaki Pariente de Prada | Dayntic
«Hay muchísimas compañías que se dedican a buscar en internet información sobre personas para combinarla y hacer perfiles o analizar el comportamiento de la gente», explica Pariente de Prada. El material que consiguen es oro puro, un tesoro que valdrá más cuantos más detalles contenga y que constituye un foco de tentaciones. Ante tantas promesas de riqueza, «las empresas intentan pasar los límites».
«Casi todas manejan datos personales.Cuantos más tengan, más poderosas son», sentencia Ángel Cuevas, investigador de la Universidad Carlos III. No pueden venderlos directamente a otras, pero sí utilizarlos para ganar mucho dinero. Entre julio y septiembre del año pasado, Facebook ganó 7,26 dólares de media por usuario en todo el mundo. En Estados Unidos y Canadá, esta cantidad ascendió a 34,55 dólares, y en Europa fue de 10,78.Es un negocio fabuloso para una red social que suma 2.200 millones de usuarios.
Ángel Cuevas | Universidad Carlos III
No es de extrañar que el emporio creado por Mark Zuckerberg quiera saber más sobre todos nosotros. No es que le resultemos especialmente simpáticos, es que somos, como recuerda De Juan-Creix, «un objeto de consumo». «Cuando, hace cinco años, Facebook compró WhatsApp por más de 21.800 millones de dólares, no lo hizo por su estructura tecnológica, sino por su número de usuarios y para rentabilizar sus datos», sostiene.
Sergio de Juan-Creix | UOC
En internet no hay nada gratis. Lo que no pagamos de forma directa lo acabamos pagando de otra manera. «Los costes de mantener unos servicios son altos y, para ser gratuitos, las empresas tienen que comerciar con nuestros datos personales», puntualiza Ángel Cuevas. No venden información con nuestro nombre y apellido, sino que ejercen como intermediarias de anunciantes interesados en enviar sus reclamos publicitarios a un grupo concreto de personas. Por ejemplo, las que en los últimos días han buscado hoteles en Google.
Internet es una especie de iceberg en el que lo que se ve, la 'surface web', ocupa solo un 4% del espacio. Por debajo se halla la 'deep web', la profunda, que engloba toda la información a la que no se puede acceder públicamente.
Más abajo está la internet oscura, un lugar donde se pueden adquirir bienes ilegales.
Sin que lo sepamos, ya estamos catalogados como miembros de un colectivo con determinados hábitos o patrones de comportamiento. «No se busca información personal, sino, por ejemplo, saber lo que hace la gente de Barcelona de 35 a 40 años entre las ocho y las diez de la noche», recalca De Juan-Creix. El problema es que a veces se afina demasiado.
Carlos Tomás | Enigmedia
«Facebook te pone etiquetas, y una de ellas puede ser la de que eres un usuario interesado en la homosexualidad», afirma Cuevas. No parece nada grave, al menos en España, pero sí lo es en otros lugares. «En un trabajo que hicimos vimos que en Arabia Saudí había 500.000 personas con esa etiqueta y eso les ponía en peligro, porque en ese país ser gay está penado con la muerte». Si alguno de ellos resulta detenido y condenado será un drama local, aunque poco más en el mundo global. A Facebook le habrá supuesto dejar de ganar unos pocos dólares, pero no debemos preocuparnos. Lo superará. Tiene nuestros datos, la materia prima de su felicidad.
No en privado
El Comité Europeo de Protección de Datos prohíbe que los usuarios puedan vender sus propios datos directamente a las empresas. Según su argumentación, «constituyen un derecho fundamental» que no puede convertirse en una mercancía.1.000
euros puede llegarse a pagar en el mercado negro del 'dark web' por un historial médico completo y 700 por unos datos bancarios. Los precios dependen de los ingresos del usuario, al que los compradores de la información intentarán desvalijar o chantajear.
Según la época
Las redes sociales no ofertan perfiles individuales, sino paquetes de usuarios que comparten los mismos intereses. Los precios varían según los ingresos de estos grandes grupos de personas y la fecha del año. Cuando llega el 'Black Friday', por ejemplo, la tarifa que los anunciantes están dispuestos a pagar se multiplica.
71%
En mayo de 2018, mes en el que comenzó a aplicarse el nuevo reglamento de protección de datos de la UE, el 71% de los europeos ya compartía sus datos personales en internet, pero solo un 15% de ellos sentía que tenía en sus manos el control sobre esa información.
Un filón
El beneficio corporativo que produjo hace dos años la recolección de datos personales de los estadounidenses ascendió a 70.000 millones de dólares. Si este dinero se repartiera entre todos los usuarios, cada uno cobraría 122 dólares. En algunos lugares de EE UU se ha planteado que las empresas informen de los datos que han recabado.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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