Iker Cortés
Sábado, 4 de abril 2015, 07:53
'Ori and the Blind Forest' suscitó un gran interés durante su puesta de largo en el E3 del pasado año. Y eso que entonces tan solo se pudo arañar la superficie del título con una pequeña demostración que avanzaba una mínima parte de sus ... mecánicas y daba buena cuenta del aspecto artístico del juego. En el juego, exclusivo para Xbox One y PC, Moon Studios colocaba al jugador sobre un lienzo vivo y dinámico, lleno de matices en el uso de la luz y el color y elaborado a mano, a base de trazos de pincel, témperas... Sin duda, fue esa estética original y preciosista la que, en un primer momento, atrapó a los jugadores.
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La buena noticia es que esa bella fachada alberga un juego igual de bueno, un título clásico y perfectamente medido, un alumno aventajado de los metroidvania -esos títulos que mezclan exploración y plataformas en 2D- que incorpora las suficientes novedades en sus mecánicas como para representar un paso adelante en el género. Y eso que la historia no es nada del otro mundo. El juego arranca con la emotiva relación entre Ori, un ser lleno de luz que ha nacido de una hoja del Gran Árbol del Espíritu en el que tiene lugar la aventura, y Naru, una suerte de oso que hace las veces de mentor del primero. A modo de prólogo y a lo largo de varias secuencias, en las que incluso se toma el papel de Naru, el jugador comprenderá la relación emocional entre ambos personajes. Pronto, la oscuridad se cierne sobre el árbol y se pone en peligro la estabilidad de todo el bosque. El objetivo de Ori será restablecer la luz.
Para conseguirlo, Ori deberá recorrer los distintos rincones del árbol, explorar el entorno y cumplir varios objetivos. Es aquí donde entra en juego la peculiaridad de sus mecánicas. Quizá la mayor de ellas, por novedosa, es que será el propio jugador el que establezca, gracias al uso de unos puntos de energía que también se pueden aprovechar para realizar ataques potentes, sus 'checkpoints', los lugares en los que el avatar reaparecerá si fallece. No son pocas las veces que esto ocurre y, acostumbrados a que sea el juego el que marque ese punto, a veces puede llegar a ser frustrante dado que el jugador se olvida. 'Ori and the Blind Forest' es un juego muy exigente -quizá la fase que transcurre en un bosque lleno de niebla sea el punto de inflexión, ya que en ese momento aparecen nuevos enemigos algo más poderosos- pero con una curva de aprendizaje casi perfecta.
Al principio nuestro héroe apenas podrá correr, saltar y atacar a los enemigos con una magia poco poderosa. A medida que el título avanza, las habilidades se multiplican pero lo fascinante es que está tan bien medido el ritmo que el jugador no llega a sentirse abrumado. A saber, dobles y triples saltos para acceder a rincones inaccesibles, escalada para trepar por muros verticales, la posibilidad de utilizar la energía de nuestros enemigos para utilizarla en nuestro provecho e impulsarnos, caer con fuerza sobre el suelo para acabar con los enemigos...
Claro que de nada sirven todas estas habilidades si no hay un escenario sobre el que ponerlas en práctica. Afortunadamente, el entorno de 'Ori and the Blind Forest' es magnífico e incluso invita a volver atrás solo para alcanzar lugares que, al principio de la aventura, no están a disposición del jugador debido a lo mermado de sus capacidades. A veces habrá que escapar de una inundación, otras habrá que resolver pequeños puzles e, incluso, jugar con las leyes de la gravedad y, siempre, explorar cada rincón para encontrar la forma de seguir avanzando.
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