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Él fue uno de los policías del Grupo I de Protección al Menor de la Brigada Central de Investigación Tecnológica que el pasado diciembre participó en la detención, en el barrio madrileño de Lucero, de Santiago, el camarero de 25 años arrestado de nuevo este ... mes de septiembre acusado de haber violado a su hija de pocos meses, de haber distribuido las imágenes de esas agresiones y de haber ofrecido a otros pederastas abusar de la bebé.
Este mando de la Unidad Central de Ciberdelicuencia, que lleva 20 años persiguiendo pedófilos tanto en el mundo real como en internet, tiene un recuerdo muy claro de ese primer registro de diciembre en el distrito de La Latina de finales de 2022. Después de que el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (HSI, Homeland Security Investigations) alertara de que este 'monstruo' estaba distribuyendo pornografía infantil de manera masiva a través de chats de Twitter, Instagram y Discord. «Estuvo todo el tiempo con los brazos cruzados, la cabeza gacha, pero sin signo de arrepentimiento alguno», afirma el agente.
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«¡Pero si son siempre los mismos vídeos! Ya me detuvisteis el año pasado por estos mismos vídeos. No he enviado nada nuevo ni he grabado nada», se quejó hace diez meses el pederasta, «totalmente incapaz de entender que la simple posesión de ese tremendo material es un delito gravísimo, cuánto más la difusión», explica el mando de la Ciberdelincuencia en una conversación con este periódico.
En ese registro de 2022 Santiago fue algo más locuaz que en septiembre cuando los agentes ya sabían que había violado a su bebé. «¿Pero por qué lo haces? ¿Por qué mandas esas fotos de niños?», le preguntó uno de los funcionarios. «Lo hago para no hacer cosas peores», respondió Santiago mientras miraba a la niña, llena de arañazos y con el chupete lleno de ceniza de porros. La pequeña entonces solo tenía siete meses y el monstruo de Lucero ya había abusado de ella en dos ocasiones, aunque la Policía todavía no lo sabía. «Por cómo miró a la pequeña tuve un mal presagio. Pensé que podía haber abusado ya de ella, pero me parecía que una cosa así de aberrante era demasiado fuerte incluso para un tipo como él», confiesa el investigador.
Con la niña ya en manos de los servicios sociales de la Comunidad de Madrid y fuera de peligro, los expertos de la Brigada Central de Investigación Tecnológica trabajaron durante ocho meses para recuperar de los dos móviles y el ordenador del camarero todo el material para incriminarlo y tratar de localizar a más pederastas. Todo ello, mientras seguían muy de cerca a Santiago para que éste no volviera a distribuir más pornografía infantil, porque el juez no lo había mandado a la cárcel pese a las abrumadoras pruebas contra él.
Pero Santiago había mentido en su declaración de diciembre. No estaba distribuyendo solo los «vídeos de siempre», como él les denominaba. Había dos grabaciones «durísimas» de «todo tipo de abusos a su hija». No aparecía la cara del bebé, pero los agentes reconocieron el escenario porque aparecía el sofá y el cochecito de bebé que habían visto en el registro de diciembre. «¡Lo tenemos! ¡Esta vez no se escapa!», clamaron en la brigada, donde el encarcelamiento del monstruo se había convertido a esas alturas en una obsesión.
«¿Por qué volvéis? ¿Otra vez por lo mismo? ¿Por los vídeos viejos?», preguntó desafiante a principios de septiembre Santiago cuando los agentes fueron a detenerle, junto a su pareja, a su nuevo domicilio en Pinto, una localidad al sur de Madrid. «No. Volvemos porque has violado a tu hija», fue la respuesta del mando que dirigía el operativo. «¡Eso es mentira!», clamó Santiago, ante la mirada atónita de su pareja, acusada de haber distribuido, ella también, pornografía infantil, pero que desconocía los abusos del padre al bebé, según los investigadores.
«Tenemos las pruebas. Tenemos los vídeos. La has violado dos veces», la respuesta del policía dejó mudo al monstruo, que no volvió a hablar ni en el registro ni en comisaría, más allá de para tratar de exculpar a su pareja, asegurando que usó el móvil de la mujer para distribuir las imágenes de abusos a los niños.
«No ha mostrado el más mínimo signo de arrepentimiento. Ni cuando fue detenido en 2021, ni en 2022 ni esta última vez. Creo que sabe que tiene un problema, pero ni quiere ni puede controlarlo», afirma el policía.
«La mujer parecía abatida por los abusos a la niña, pero hay pruebas de que sí que debería estar al tanto, al menos, de que su pareja distribuía pornografía infantil con su teléfono», relata este mando sobre esta mujer que interrumpió su tratamiento para convertirse en hombre para quedarse embarazada.
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