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Un visón americano en España, identificado en un estudio como MMV5, vivía en el río Butrón, en Bizkaia. Era un macho de edad madura, quizás uno de los pocos sobrevivientes fugados de una granja peletera. En cualquiera de los criaderos de esta especie exótica, destinada ... a la muerte para arrancarle la piel, pueden escapar solo por un descuido, pero en la mayoría de casos las grandes liberaciones suceden porque grupos animalistas, sin conciencia del daño que hacen al hábitat natural, abren sus jaulas y hasta 6.000 pueden salir de golpe. Otras veces, indican los científicos especializados en retirar la especie invasora para salvar a las autóctonas, los dueños, al ver que las pieles no alcanzaban el estándar comercial deseado, cerraban y soltaban a los animales. Algo que sucedió sobre todo en los ochenta en esta zona de estudio.
Silvestre y en franca competencia por sobrevivir, MMV5, al que colocaron un radio transmisor para seguir sus pasos y desentrañar sus costumbres, tenía un territorio de unos 16 kilómetros. Descansaba en densas zonas de zarzas, como los demás machos de su especie, mientras que las hembras, como FMV1, otro individuo de estos mustélidos con collar de localización, prefieren los arroyos angostos casi sin matorral, indica la investigación, firmado por los científicos Jabi Zabala, Iñigo Zuberogoitia y José Martínez-Climent. Con un radio de movimiento de unos diez kilómetros, esta hembra de 'Neovison vison' murió un febrero, víctima de caza furtiva, como otros de su camada.
«Todos los visones americanos de la península proceden de los que escapan de las granjas, sean de forma fortuita o en actos cometidos por ecologistas entre comillas», explica Zuberogoitia, director de Medio Natural de Icarus, que estudia al visón americano desde hace tres décadas. «Los que escapan de las granjas mueren los primeros meses, porque carecen de capacidad para adaptarse al medio natural. La invasión de esta especie en los primeros años es muy lenta por esa mortalidad. Pero cuando sobreviven van creando núcleos de población cerca de donde se han escapado. Se van reproduciendo, incrementan la descendencia y aumentan la áreas que ocupan. Crecen de forma exponencial y se expanden a zonas próximas. Eso crece como una macha de aceite en el mar».
Los individuos más fuertes de esas fugas, sucedidas por toda España, sobrevivieron y se reprodujeron. Como MMV5 y FMV1 a principios de este siglo, poblaron los hábitat de agua dulce, su ecosistema ideal, alrededor de las granjas de las que escaparon. Como todos los ríos desembocan en el mar, los visones siguieron esa ruta, y los más jóvenes llegaron a la costa en un lento proceso de dispersión que tardó años y generaciones. Viajan más las hembras, que se aventuran a terrenos alejados del río principal.
En su búsqueda de salvación se adaptaron al agua marina y los acantilados principalmente en tres costas: la catalana, la vasca y la gallega, en la que con su gran capacidad de natación, que les lleva a superar los dos kilómetros de trechos marítimos, alcanzaron las Islas Atlánticas. «Son de agua dulce, sí, y se distribuyen por sistemas fluviales y lacustres, pero se adaptan a la costa», explica Zuberogoitia. «Aunque al final siempre necesitan agua dulce para quitarse el salitre del pelo y beber agua», asegura.
Muestra de esa lenta expansión está en los estudios científicos con relación a esta especie invasora, que depreda otras especies, vulnerables ante su tamaño, apetito y ferocidad. Uno de los primeros artículos sobre la población de visones americanos en España data de finales de los ochenta. Con registros de escapes de estos mustélidos norteamericanos desde los años sesenta, se confirmó su presencia en el medio natural del interior de Galicia en 1978 por primera vez y se determinó su presencia diez años después también Cataluña y el sistema central ibérico. La «mancha de aceite» no paraba.
Segovia, Ávila, Madrid, Soria, Valladolid, Salamanca, Teruel, Cáceres, Burgos, Palencia, Zamora, León, La Rioja, Santander, Álava también fueron sus territorios. En aquellos años se negó en el artículo 'Primeros datos sobre el visón americano en el suroeste de Galicia y noroeste de Portugal' que hubiese poblaciones del visón americano en las costas españolas, a pesar de las fugas desde inicios de los sesenta. Para entonces el problema se consideraba «bastante reducido y limitado a las proximidades de las granjas». Aun así, el reporte advertía: «No tenemos datos sobre la presencia de visones en el litoral. Sin embargo, es claro que alcanzan las marismas de la desembocadura de los dos Lagares, Miñor y Miño». El visón se iba acercando a su destino marino.
Y lo que pasó en Finlandia, Argentina, Chile y Escocia también sucedió en España y el invasor llegó en la década del 2000 a las costas y en 2009 ya había cruzado el mar hasta las islas atlánticas gallegas. «Puede nadar más de medio kilómetro», indica un documento del CSIC sobre este mamífero que en cautiverio puede alcanzar los tres kilos pero en libertad pocas veces pesa más de uno. Otro informe del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente en 2013 reconoció al fin lo inevitable. Existían «poblaciones asilvestradas» en las orillas de Galicia, Portugal, País Vasco y Cataluña», y alertaba que «en zonas costeras puede afectar drásticamente a poblaciones de aves marinas tanto por predación sobre huevos, pollos e incluso ejemplares adultos». Pero en realidad, hacía años que los biólogos alertaban de su llegada. «Un visón joven en dispersión puede moverse 100 kilómetros», indica Zuberogoitia. «Atraviesan zonas muy amplias de mar y pueden acceder a islas que están lejos de la costa». Además, por sus hábitos y rapidez, «lo que parece que hay lo tienes que multiplicar para saber el tamaño de población. Lo hemos visto con los años. Si detectas o capturas uno es porque hay muchos».
La devastación comenzó. «Estamos ante una especie que está causando un desfase ecológico muy bestia», asegura Zuberogoitia. Donde mejor se aprecia su ferocidad y su impacto en otras especies, como el visón europeo ('Mustela lutreola'), «el mamífero europeo más amenazado» y en la lista crítica de peligro de extinción, ha sido en los archipiélagos gallegos. La invasora atacó al cormorán moñudo ('Phalacrocorax aristotelis') y a la gaviota patiamarilla ('Larus michahellis'). Primero en Sálvora, y luego en Cíes. «Causó importantes mortalidades», resumen Vicente Pioro y Rafael Romero en 'Control del visón americano y del gato asilvestrado en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia', de 2019, el artículo más reciente.
Ante la amenaza, comenzó el control. Primero en las islas gallegas, con trampas. Erradicados de las islas, la amenaza sigue con una gran extensión de «zona afectada». «Supone un riesgo de recolonización», reconocían. Se cazaron cientos de ejemplares en las costas catalanas, vascas y gallegas, con campañas que empezaron hace casi 20 años en el País Vasco y Cataluña, y en Galicia, en 2006. Miles de trampas y millones de euros invertidos en la protección de las especies autóctonas.
«Hace diez años estaban en toda la costa vasca y todavía los tenemos, pero después de tanto trabajo quedan pocos», refiere Zuberogoitia. «Son muchos cientos los que se han quitado del medio. Quedan los que se resisten. No está erradicado porque es muy difícil pero sí muy controlado. Se ha dado la vuelta a la situación en zonas donde causaba grandes destrozos en otras poblaciones, como las aves, que se han ido recuperando poquito a poquito». A día de hoy, las campañas de control continúan.
Los visones americanos, además de acostumbrarse a las aguas del norte de la península y al mediterráneo catalán, ha sufrido otro cambio tras sobrevivir a las condiciones de las granjas peleteras: «Al contrario que otras especies de carnívoros locales, no tienen un comportamiento territorial», desvela Iñigo Zuberogoitia, director de Medio Natural de Icarus. «En otros, los territorios están definidos por la zona que ocupan los machos, pelean y mantienen a raya a otros. Pero lo que ocurre con el visón americano, después de generaciones y generaciones en cautividad, en jaulas en las que se les agrupa por sexos, con tres o cuatro machos juntos, es que se les ha inhibido este comportamiento. En el campo no lo muestran como debería ser y por lo tanto las densidades son muchísimo más grandes. Y hace que su presión sobre otras especies en el medio natural sea mayor».Otro cambio que favorece al visón americano es la percepción del público. «La gente no ve una especie invasora, sino un bonito peluche. Pero está llevando a la extinción al visón europeo, al desmán, a la rata de agua, al cormorán moñudo y a otras especies», avisa el científico. Más aún en los mares españoles, que se resisten a abandonar.
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