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La alerta sanitaria por la viruela del mono la emitió el Ministerio de Sanidad el 17 de mayo, a partir de una notificación de Reino Unido, por un caso diagnosticado en su territorio diez días antes. Desde entonces la actividad en los centros sanitarios fue ... frenética porque habían encontrado síntomas en algunos pacientes que no encajaban con ningún diagnóstico. Los sanitarios no tenían la viruela del mono en su mapa de peligros. Con la sintomatología reportada por los británicos en la mano, la dirección de Salud Pública de Madrid, la ciudad española más afectada con este inusual brote, se comunicó con cada centro sanitario. Desconfíen ante la aparición de alguno de estos síntomas, les pidió.
A las pocas horas, ese mismo día, se notificaron los primeros ocho casos sospechosos. Todos los posibles contagiados habían acudido a un «centro muy específico de Madrid», indica Elena Andradas, directora general de Salud Pública de la Comunidad de Madrid y médica especialista en Medicina Preventiva. Aun cuando prefiere no dar más datos, todos los pacientes respondían a un perfil que se repetirá una y otra vez en los días siguientes: hombres menores de 40 años, que no han sido vacunados contra la viruela. Más de la mitad con fiebre y todos con erupciones cutáneas no sólo en cara, manos y pies. Las pústulas afectaban también a la región genital.
A las sospechas iniciales se fueron sumando otras, desde hospitales y otros centros de la región. «Transcurridos tres días ya teníamos confirmados unos 30 casos y en torno a unos 50 sospechosos», recuerda Andradas en conversación con este periódico. «Fuimos capaces de alertar rápidamente al sistema sanitario y a los profesionales para que se solicitaran automáticamente las pruebas de laboratorio».
Con la primera confirmación, que era también el primer caso de España, se comenzó la fase de «investigación epidemiológica», en la que unos «profesionales entrenados» interrogaban a los pacientes ya diagnosticados. Pronto se dieron cuenta de que las preguntas debían indagar en su conducta sexual, como posible causa de transmisión. «Ellos saben cómo hacer el abordaje pero a veces no es fácil», reflexiona Andradas. «Hay que insistir y volver a hacer las preguntas de otra forma, desde una perspectiva distinta. Poco a poco habitualmente sí se consigue disponer de información de calidad para identificar posibles localizaciones, zonas y conductas de riesgos».
A partir de las respuestas, los expertos sacaron una conclusión al día siguiente de la alerta sanitaria. «Nuestra hipótesis el 18 de mayo era que sí teníamos la infección y que la enfermedad se estaba transmitiendo desde hacía varias semanas, durante el mes de abril. O incluso antes. Madrid era la punta del iceberg de algo que ocurría en Europa».
Dentro de los centros sanitarios también cundieron las dudas. «Las preguntas que nos hicimos el primer día eran: cómo protegerme yo, qué muestras obtener, qué hacer con ellas en microbiología y qué hacer con el resultado», enumera Patricia Muñoz, jefa del Servicio de Enfermedades Infecciosas y Microbiología del Hospital Gregorio Marañón, en el foro 'Desde la viruela humana hasta la del mono: 50 años de investigación y cambio social', organizado por la Fundación Ramón Areces. «Nos protegimos como si fuera una varicela y tomamos muestras de las lesiones bucales o rectales, si las tenían. También hicimos PCR para orthopoxvirus (familia de virus a la que pertenecen las de la viruela, tanto humana como del mono)».
50 mutaciones en sus 190.000 eslabones apenas tiene el virus que ha provocado el brote.
54 casos de viruela del mono se habían registrado hasta mayo fuera de África en 18 años.
Más de un mes después de aquellos primeros casos europeos, la incertidumbre prosigue. Maria Van Kerkhove, jefa técnica de la Organización Mundial de la Salud para Enfermedades Infecciosas Emergentes, insistía este miércoles: «Cuanta más información tenemos, más preguntas surgen».
El virólogo español Antonio Alcamí participa en el equipo internacional de expertos encargados de analizar el comportamiento de este virus, que se está secuenciando a partir de las muestras extraídas de los pacientes o de cultivos de laboratorio. También está atento al portal web donde los científicos comparten los resultados y cruzan la información en tiempo real. Una de las preguntas que se intenta responder es por qué se propaga ahora con una virulencia desconocida.
Tras analizar el genoma del virus, el investigador del CSIC en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa considera que el virus de la viruela del mono que ahora ataca proviene de África Occidental, de Nigeria. Se trata de la cepa menos severa, comparada con la de África Central. La primera tiene un 1% de mortalidad; la segunda llega al 10%. «Sabemos que es un tipo atenuado del virus, cercano a nivel genético con los que se vieron en Reino Unido en 2018», indica Alcamí. «Tiene unas 50 mutaciones en su código genético. Es decir, de sus 190.000 eslabones ha cambiado 50. Por tanto, no parece, con la información que tenemos hoy, que haya habido una variación en su genoma que justifique un cambio en su comportamiento».
¿Por qué entonces ahora se transmite entre humanos a través del contacto sexual? «El virus ya sabía saltar del mono a personas, pero no sabía transmitirse bien entre humanos. Ahora lo hace. El virus aprende. Desde luego, es una forma de hablar. Lo que sucede es que ahora dispone de más oportunidades de infectar y de adaptarse, porque tiene más opciones al haberse introducido en un ambiente social diferente, en una comunidad con mucha más interacción sexual, como la homosexual. Por eso ha saltado más».
Ha sido el caso español. En Madrid, por ejemplo, donde han dado positivo 25 personas en un solo día, el «mecanismo de transmisión» ha sido el «contacto sexual muy estrecho entre hombres, en un contexto de riesgo sin protección, con una media de cuatro parejas que no se pudieron identificar», revela Andradas en la mesa redonda de la Fundación Areces, el día previo a la reapertura de la sauna clausurada por las autoridades sanitarias como epicentro de la infección. «En el 80% de los casos se iniciaron los síntomas a partir del 10 de mayo». Hay dos excepciones en esta región: una mujer, que se contagió por un «contacto secundario» al convivir con un infectado y un hombre que se declaró hetero.
Los científicos no señalan a los contagiados por su identidad sexual. No es una cuestión de género o de orientación sexual. «No hay ningún estigma», subraya Meg Doherty, directora de Infecciones de Transmisión Sexual de la OMS, una organización que prefiere hablar de «hombres que tienen sexo con otros hombres» y que trabaja con los «organizadores de eventos, como las del Orgullo, para que la información llegue a las personas adecuadas en el momento adecuado», complementa Rosamund Lewis, técnica de la OMS. Se trata de responsabilidad frente a la promiscuidad, indican las autoridades.
Elena Andradas | Directora de Salud Pública de la Comunidad de Madrid «La enfermedad se transmitía desde hacía semanas»
Antonio Alcamí | Virólogo del CSIC «Ahora el virus tiene más oportunidades de infectar al ser humano»
Patricia Muñoz | Microbióloga del Gregorio Marañón «El primer día nos preguntamos cómo protegerme yo, qué muestras obtener...»
¿Y el futuro? ¿El virus de la viruela del mono puede mutar y aumentar su peligrosidad y capacidad de contagio? En el artículo 'Los virus altamente virulentos de la viruela y la viruela del mono expresan inhibidores secretados del interferón tipo I', de la investigadora María del Mar Fernández de Marco y otros autores, editado hace más de una década, ya se investigaba cómo el virus de la viruela del mono podía fortalecer la «capacidad» de algunas de sus proteínas para lograr «una posible adaptación al sistema inmunitario humano». «El nivel reducido de inmunidad de rebaño contra los orthopoxvirus aumenta la posibilidad de infección zoonótica (de animal a hombre)», alertaban.
Esta probable evasión del virus a la defensa humana también se tenía como una certeza en los despachos de Bavarian Nordic, la única biotecnológica con una vacuna contra la viruela del mono. «Todas las naciones deben protegerse contra este virus», dicen en una declaración corporativa. «Un brote de viruela en cualquier lugar podría convertirse rápidamente en un problema global, no local». Sin embargo, no hay en sus almacenes suficientes dosis para la demanda actual tras el brote europeo. Pero para que sea eficaz debe administrarse entre los cuatro y catorce días posteriores al contacto, indica Kate O'Brien, otra portavoz de la OMS.
«Al no vacunarnos, podría suceder que seamos más susceptibles a este tipo de virus», explica Alcamí. «Es una posibilidad. Hay que mantener la vigilancia porque esto va a seguir pasando. Será cada vez más recurrente, porque el virus ahora tiene más oportunidades para saltar al humano».
Durante medio siglo, desde la primera vez que se registró en un humano, el virus de la viruela del mono solía ser transmitida al hombre por un animal. Iba de los roedores a los simios y de estas especies -por el manejo de su carne cruda ya fuera en una cacería o en un mercado- al ser humano. Pero ahora, por primera vez, sucede un brote unísono en varios continentes y, según la OMS, con alargadas cadenas de transmisión entre personas. «Hasta ahora la más larga era de nueve personas de una misma familia en África Central, donde es una enfermedad endémica», apunta Rosamund Lewis, técnica de la OMS para la viruela del mono, en una rueda de prensa.
Aunque en 2017 se comprobó en Nigeria que podía haber transmisión de persona a persona, la teoría de la transmisión sexual para la viruela del mono no se había demostrado. Era una posibilidad, al ver que las lesiones cutáneas estaban en las áreas genitales, perianales y bucales, como las de ahora.
Estos factores (en varios lugares, entre numerosos humanos y a través del contacto «piel con piel») muestran un comportamiento nuevo en un virus cuyo efecto se ha multiplicado por diez desde hace medio siglo, cuando se registró en un niño de nueve años, según el artículo científico 'Brote de viruela del mono en Europa, Reino Unido, América del Norte y Australia: una tendencia cambiante de una enfermedad zoonótica', de Beatriz Cabanillas, investigadora del Hospital 12 de Octubre.
«Se han informado brotes esporádicos fuera de África desde 2003 hasta 2021», pero nunca alcanzaron las cifras actuales: en los últimos 18 años se habían contado 54 y desde mayo de este año ya suma el millar en 23 países. Más de la quinta parte en España. «Me sorprende que de repente no aparece sólo en Europa, si no también en Estados Unidos», dice Patricia Muñoz, microbióloga del Gregorio Marañón.
A pesar de la alarma, no se han presentado casos mortales. De hecho, en Madrid, que se acerca a los 300 positivos, «ya son varios los contagiados que han finalizado su periodo de aislamiento», asegura Elena Andradas, responsable de Salud Pública de esta autonomía. «Para controlar este tipo de transmisiones es muy importante la detección precoz y medidas como el aislamiento, el seguimiento o el aviso a los contactos para que vigilen la aparición de síntomas durante 21 días, que es el periodo máximo de incubación».
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