Secciones
Servicios
Destacamos
Los medios franceses los han bautizado como «los cincuenta». No se refieren a esa década de los «Treinta Gloriosos» que algunos recuerdan con nostalgia, sino a los acusados en el juicio del caso de Gisèle Pelicot, la mujer francesa violada por 83 hombres durante casi una década a instancias de su marido, Dominique, que la drogaba y la adormecía. Los investigadores identificaron a 50 de ellos gracias a los 20.000 videos y fotos que tomó y almacenó en su ordenador el principal instigador de esta trama mayúscula de violencia machista. Comparecen desde principios de septiembre en el Tribunal de Aviñón, donde podrían condenarlos a una pena de 20 años de prisión.
Muchos de ellos no tenían antecedentes penales antes de violar a Gisèle, de 71 años. Por consiguiente, están en libertad y comparecen por su cuenta en las audiencias. Allí llegan encapuchados, con mascarilla y gafas de sol. Algunas personas del público —las mismas que aplauden a la víctima cuando acude al Tribunal— los abuchean. Incluso hubo algún rifirrafe esta semana entre alguno de esos acusados y militantes feministas en el recinto judicial de esa localidad del sudeste de Francia.
No se han difundido imágenes de ellos, porque está prohibido en Francia grabar y tomar fotos dentro de las salas de audiencia. Esa norma se debe al respeto de la presunción de inocencia. El tabloide británico Daily Mail publicó un montaje con fotografías de las caras de los cincuenta acusados, cuya difusión ha sido prohibida en Francia. Además, colectivos feministas, como las 'Amazones u Osez le féminisme', difundieron los nombres y apellidos y las imágenes de esos 50 hombres. Abogados de la defensa anunciaron que denunciarán este tipo de prácticas.
Una militante feminista dijo al diario '20 Minutes' que compartió esas imágenes de los supuestos violadores «porque quería mostrar que se trata de hombres cualesquiera». Su perfil destaca por ser aparentemente personas ordinarias. Tenían entre 26 y 73 años —la edad media es de 46—, la mayoría de ellos con trabajo, mujer e hijos. La pareja de uno de ellos estaba embarazada cuando lo arrestaron en 2021. Casi todos ellos nacieron en Francia. Y ejercían todo tipo de profesiones, como bombero, militar, enfermero, periodista o guardia de prisiones. Solo compartían dos mínimos comunes denominadores: eran hombres y vivían en el área geográfica de la pequeña localidad de Mazan, donde estaba el domicilio de los Pelicot en que cometieron esos actos atroces.
«Estos acusados ilustran el mensaje que las feministas vehiculan desde hace años: no hay el perfil de un violador. El hombre violento no es un monstruo, el elemento perturbador exterior que alteraría la paz en las casas y la sociedad», explica la ensayista feminista Rose Lamy, autora del libro 'En bons pères de famille', en una entrevista para 'France Info'. Las feministas ven en este proceso una oportunidad para contestar a la «cultura de la violación». Confían en que suponga un antes y un después en Francia, como sucedió en España con el caso de la Manada.
De los 50 acusados, solo 15 de ellos reconocen su culpabilidad y los delitos cometidos. Lionel R., de 43 años y que trabajaba como vendedor en un supermercado en el momento de los hechos, fue el primero de ellos en comparecer en el juicio el pasado jueves. Habló de una «violación involuntaria» y eso que reconoció que Dominique le había dicho que su mujer estaría dormida «y habría tomado comprimidos (ansiolíticos)». Didier S., otro de ellos y que se presentó como bisexual, había utilizado exactamente la misma expresión cuando lo interrogó la policía judicial.
Dominique Pelicot los contactaba a través de una página de libertinaje, prohibida hace unos meses, llamada Coco.fr. Para muchos de ellos, la presencia del entonces marido de Gisèle —culminaron su divorcio en agosto— era sinónima del consentimiento de la víctima. Redouane E., enfermero, dijo que no entiende por qué lo tratan como un criminal, puesto que Dominique «le había ofrecido» su esposa. «Es su mujer. Puede hacer con ella lo que quiere», aseguró Simon M. a los investigadores. «Estos acusados no se hubieran defendido con estos argumentos si no estuvieran convencidos culturalmente de que disponen de un derecho sobre el cuerpo de las mujeres», advirtió la feminista Lamy.
Aunque la mayoría de esos supuestos violadores no tenían antecedentes penales, 11 de ellos sí que habían sido castigados antes por la justicia. Por ejemplo, Vincent C. ya había sido condenado por violencia machista. O el franco-marroquí Mohamed R, de 70 años, encarcelado por haber violado a su hija menor de 15 años. Uno de los casos más extremos fue el de Romain V., quien nació fruto de la violación que su madre sufrió por parte de su abuelo. Aunque tenía el sida, ese hombre, de 63 años, penetró en seis ocasiones a Gisèle. Y lo hizo sin preservativo, una irresponsabilidad compartida por todos ellos. Afortunadamente, no hubo ninguna transmisión de enfermedades sexuales.
Otro de los agresores que actuó con mayor perversión se trata de Christian L., de 55 años, quien participó en cada una de las violaciones con su uniforme de bombero. Cuando registraron su ordenador, encontraron más de 700 imágenes de carácter pedófilo. Incluso descubrieron una conversación en Skype en que le proponía a otro hombre que sedara a su hija de 15 años para que él la violara. Cuando lo detuvieron, les dijo a sus padres que era víctima de «una caza de brujas» y «que no se trataba del caso del siglo». Todo un ejemplo de la impunidad y de la banalidad del mal con la que actuaban.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.