Toda una vida junto a la muerte
Festividad de Todos los Santos ·
Jaume tiene 48 años y ya con 16 empezó a trabajar en una funeraria. «La duda que siempre me preguntan es qué hacemos si lleva lentillas», cuentaSecciones
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Festividad de Todos los Santos ·
Jaume tiene 48 años y ya con 16 empezó a trabajar en una funeraria. «La duda que siempre me preguntan es qué hacemos si lleva lentillas», cuentaA los 16 años Jaume Prats estudiaba para administrativo cuando le salió una sustitución en las oficinas de Pompas Fúnebres Badalona (PFB), una de las principales funerarias del área metropolitana de Barcelona. A aquel jovencito de natural curioso le picaba el gusanillo de qué hacían ... sus compañeros con los difuntos, cómo era eso de trasladar y preparar un cadáver. Así que un día se ofreció a acompañarles en un servicio que aún recuerda. «Era un señor obeso que vivía solo en un cuarto piso sin ascensor y que había fallecido de un infarto». No fue desde luego un 'flechazo', pero por alguna razón aquella labor «de cuidar a la persona, aunque no esté viva», le gustó, y 30 años después ahí sigue en un oficio que se ha adaptado a los nuevos tiempos y en el que técnicas como la tanatoestética, en la que es un experto, se han vuelto imprescindibles en su día a día.
Prats (Badalona, 48 años) es uno de los más de 12.500 empleados del sector funerario en España y 'celebrará' este viernes -festividad en que se recuerda a los seres queridos fallecidos- trabajando entre difuntos. Lo hará junto a su mujer María, también funeraria, y a la que conoció como alumna en un curso de tanatoestética y tanatopraxia que él impartía. «Nosotros convivimos con la muerte a diario, en casa no es un tabú, es algo que tratamos de forma natural». Tan natural como que el iconillo de su estado de guasap es una simpática caricatura de la parca, con una calaverilla portando su guadaña.
Padre de una niña de 12 años y de un niño de 7, Jaume cuenta que su hija mayor le pidió una vez que diera una charla sobre su trabajo en el colegio. «Expliqué a los chicos que nosotros cuidamos de las personas y los chavales se quedaron un poco chocados porque no tenían esa imagen de los funerarios. Yo creo que alguno hasta se quedó más tranquilo».
A lo largo de sus tres décadas de servicio, Jaume, que sigue la tradición familiar de un bisabuelo y una abuela que también se dedicaban a las pompas fúnebres, ha vivido las distintas caras de una moneda que todos pagaremos algún día. La parte negativa siempre tiene que ver con los niños o con los siniestros de moto con víctimas muy jóvenes. Aunque han pasado más de 25 años no ha podido olvidar a un pequeño que murió en un fatal accidente en un campamento escolar pocos días antes de su Comunión. «Aún lo llevo dentro. Me tocó el corazón. Esos casos los gestiono como puedo porque no te acostumbras nunca. Afortunadamente no son los habituales», dice.
Prats destaca esa cada vez menos desconociada faceta de los funerarios como profesionales de la tanatoestética, una disciplina más en una hoja de servicios que incluye la recogida, traslado y preparación del cadáver. Esta técnica -diferente a la tanatopraxia, mucho más invasiva y exigente ya que implica técnicas de conservación química del cuerpo- consiste en peinar, maquillar y hasta afeitar al difunto, en definitiva en la preparación del finado para que tenga el aspecto más natural posible. Y la familia lo agradece. «Es la parte más bonita de este trabajo porque implica devolver a los allegados un familiar que parece que descansa relajado y tranquilo», apunta Jaume, que siente que así despoja a la muerte de su cara más cruda.
Lo ha podido comprobar en muchas ocasiones. Recuerda el caso de una mujer, muy afectada por un larga enfermedad que se había cebado con su fìsico, y que había pedido expresamente a su marido que a su muerte mantuviera el féretro cerrado durante el velatorio. «Pero él quería despedirse y darle un último beso, así que le abrí el ataúd a solas y cuando la vio tan guapa me dio las gracias emocionado porque me dijo que había devuelto a su mujer a cómo era ella antes de la enfermedad».
Rímel, eyeliner, pintalabios, coloretes, correctores, tijeras... forman parte del instrumental de maquillaje y peluquería que Prats emplea en el cuidado de sus impasibles clientes, y que siempre practica equipado con mascarilla, guantes y bata sanitaria impermeable y desechable. Nada de eso le impide quedar después del trabajo a tomar algo con sus amigos y responder a los curiosos interrogantes asociados a su peculiar oficio. «En el top ten de preguntas la primera es qué hacemos si llevan lentillas y la segunda es por qué les ponemos las gafas si no las necesitan». Y ya puestos le animamos a sacarnos de dudas. «Si llevan lentillas no se quitan, se les cierra los ojos y ya está. Y en cuanto a las gafas se dejan puestas si la familia lo pide, porque igual quieren recordar a su ser querido con gafas y si se las quitas, le estás quitando algo de su personalidad».
En todo caso, Prats, que se ha formado en disciplinas como anatomía, química, peluquería y estética del rostro, admite que sus compañeras mujeres (que cada vez son más en un gremio muy masculino, ) son mejores maquilladoras que ellos. «Este sector era muy de hombres y había pocas mujeres trabajando cuando empecé. Yo siempre he pensado que en esa parte de la tanatoestética ellas tienen una sensibilidad natural y a nosotros nos cuesta más», señala. Y pone un ejemplo: «Yo soy bastante meticuloso con mi trabajo, pero algún día te despistas y se te olvida quitarle el pelo de la americana. Y ellas se fijan en todo». Por eso Jaume no duda en preguntar a su mujer qué pintalabios o qué colorete puede quedar mejor.
A Prats, como es natural, los muertos no le dan miedo, y entiende que fiestas como Halloween sirvan de alguna forma para exorcizar el pánico a la parca. «De la muerte no nos escapamos nadie, todos llegamos ahí. A mí solo me da miedo irme de este mundo sin estar a gusto con lo que he hecho en mi vida». Este Día de Todos los Santos y también el día 2, el de los Difuntos, Jaume lo pasará currando, pero es posible que por la tarde en casa caiga algún detallito macabro, como el llaverito con forma de atáud que le regalaron hace unos años. «Esta fiesta de Halloween con sus telarañas, sus calabazas y el truco y trato me hace gracia, pero yo soy más de La Castañada, jajaja».
Cuando hace 30 años Jaume se inició como funerario, las mujeres brillaban por su ausencia en el sector. Hoy representan un pujante 36% de los trabajadores y casi el 70% de las contrataciones realizadas en el último ejercicio, según los datos facilitados por Panasef, la Asociación Nacional de Servicios Funerarios, que representa al 80% de las empresas. Su secretario general, Alejandro Quinzán, subraya la importancia de este porcentaje «en un sector que tradicionalmente era muy masculino». Quinzán destaca el crecimiento de los servicios funerarios, con un 4% más de empleo que hace un año, pero advierte de los cursos de tanatoestética o tanatopraxia que se ofertan por doquier prometiendo prácticas y salidas laborales seguras. «Pueden generar ciertas expectativas en los estudiantes, pero siempre pedimos que los miren con mucho cuidado». Según Quinzán aunque haya cierta demanda laboral en el sector, «no quiere decir que todas las empresas funerarias vayan a tener siempre puestos disponibles para estudiantes de tanatoestética».
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