María Martinón-Torres, en un laboratorio del centro que dirige. ricardo ordóñez

«Somos la única especie capaz de pensar en el Apocalipsis, y eso nos condiciona»

María Martinón-Torres Médica y paleoantropóloga ·

«Una enfermedad no es un fracaso de la evolución, es el precio por vivir más años», dice la directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana

Domingo, 19 de junio 2022, 00:31

Algunas enfermedades que padecemos en la vejez son el precio pagado por el enorme éxito evolutivo de vivir más años. La conciencia de nuestra muerte nos obliga a vivir al acecho, buscando la supervivencia no solo propia sino también la de nuestros hijos y los ... hijos de nuestros hijos. Por eso somos la única especie que piensa en el Apocalipsis. Lo dice María Martinón-Torres, «una médica que se hizo paleoantropóloga» y que dirige el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, en Burgos. Martinón-Torres acaba de publicar un hermoso ensayo ('Homo imperfectus', Ed. Destino) en el que explica cómo ciertos males, lo que entendemos por fallos de funcionamiento de nuestro cuerpo, son en realidad consecuencias de la lucha por adaptarnos a un entorno cambiante y triunfar en ese reto.

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- La vida es un proyecto de inmortalidad. Queremos serlo de alguna manera, dice. No hay ningún otro animal que lo desee.

- Que sepamos, no hay ninguno que sea consciente de su finitud. Los animales tienen un instinto de supervivencia, claro, pero nosotros pensamos y aspiramos a retrasar la muerte y dejar algo de nosotros, que no desaparezcamos del todo.

- ¿Eso nos hace superiores a otros animales?

- Lo bonito de la evolución es que nos da una lección de humildad. La vida entera, hasta las bacterias, cambia bajo la batuta de la selección natural. Esto ha favorecido la permanencia de rasgos que permiten adaptarse mejor. En el caso de los humanos, se ha hecho a través de un gran desarrollo cognitivo. Pero no estamos mejor adaptados. Una gacela igual prefiere ser más rápida y tener menos cerebro. Con el mismo mecanismo se ha originado un ser humano y un hongo. Los insectos, que como especie tienen un éxito abrumador, no han levantado catedrales, algo de lo que nos enorgullecemos los humanos, pero eso no significa nada desde el punto de vista natural.

- ¿Viviríamos igual si no supiéramos que vamos a morir?

- Creo que no. Somos capaces de imaginar que el mundo sigue sin nosotros. Somos capaces de pensar en el Apocalipsis, y eso condiciona nuestros actos. Hay estudios que dicen que la función de la memoria es prepararnos para el futuro. Hay un instinto de supervivencia que nos supera a nosotros porque vela por nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

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- La hipótesis de la inmortalidad ya la abordó Saramago en una novela. Y no parecía socialmente buena.

- La muerte es parte de la vida. No querer morir es parte de un instinto de supervivencia que luego se convierte en premeditado. La muerte no atenta contra el éxito de la especie. La cuestión es que se acumulan fallos que el organismo no puede superar.

- Usted lo dice con claridad: nadie se muere de viejo. Acaba de derribar una creencia generalizada.

- Morir a cierta edad es lo esperable. Pero la vejez no es una enfermedad. Sucede que aumentan las posibilidades de que haya fallos en el organismo.

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Males crónicos

Males crónicos

- Hay enfermedades que aparecen como resultado de la estrategia de nuestro cuerpo para vivir más. ¿Los humanos de hace unos siglos morían antes pero más sanos?

- A lo mejor, no. Ahora morimos con más cosas. Hemos conseguido que causas de las que antes se moría se cronifiquen. Te mueres con ellas, pero no de ellas. Algunos cuadros son típicos de edades avanzadas. No estaban en el pasado porque no se vivía lo suficiente. Una enfermedad no es un fracaso de la evolución, es el precio a pagar por vivir más años.

- Ahora hay más casos de cáncer, explica, entre otras cosas porque cuanto más necesitamos regenerar nuestros tejidos más posibilidad hay de que algunas células se descontrolen.

- Está aumentando el número de casos de cáncer diagnosticados en todo el mundo, es cierto. Al alargarse la esperanza de vida esa capacidad para regenerar los tejidos correctamente desciende. Y también es el resultado de situar a nuestro organismo ante amenazas para las que no está preparado, como las dioxinas, las radiaciones, etc. Muchos tipos de cáncer son el resultado de amenazas nuevas. Por ejemplo, el sistema reproductor femenino está diseñado para un ambiente hormonal concreto, y eso ha cambiado mucho. Una mujer que ha tenido menos reglas porque ha estado embarazada muchas veces está más preparada para hacer frente a un cáncer de mama.

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«La naturaleza nos ha hecho longevos, pero alargando el período en que no nos reproducimos»

trayectoria vital

- ¿Podemos confiar en que los organismos de los humanos del futuro estén más preparados para luchar contra todo eso como fruto de la evolución?

- Puede que no suceda nunca. Pero tenemos de nuestro lado a la medicina, que nos ayuda no solo a vivir sino a vivir bien. Mientras los achaques no tengan efectos en la reproducción de la especie, no la amenacen, la evolución no entrará en eso. Mire lo que pasa por ejemplo con la miopía.

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- ¿Qué sucede?

- La miopía es una rareza evolutiva porque se produce un desajuste entre aquello para lo que el ojo estaba adaptado y lo que le pedimos. Ahora usamos nuestros ojos para mirar lejos y para fijarlos en una pantalla luminosa situada a unos pocos centímetros. Es una rareza evolutiva pero porque no tiene impacto alguno en la reproducción.

- En su libro asegura que hay enfermedades graves de la vejez producidas por factores que nos benefician en otras etapas de la vida. ¿El ser humano es fruto de un permanente equilibrio?

- Nuestra capacidad de regeneración va cambiando. La senescencia es el deterioro de nuestras capacidades por la edad. Pero empieza con poco más de 20 años. Piense que a la naturaleza no siempre le interesa arreglarlo todo. ¿Por qué no regeneramos un dedo si lo perdemos, como hacen otros animales? Porque el esfuerzo de nuestro organismo para ello no compensa el beneficio que obtendríamos.

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- Somos una de las especies que más vive una vez terminado el período fértil. Aquí entran en juego los abuelos. Hábleme de ellos.

- Nuestra especie es muy exitosa y sin embargo la mitad o más de nuestro ciclo vital somos dependientes. Tenemos un larguísimo período de formación y luego la vejez es también larga. Eso quiere decir algo: la naturaleza nos ha hecho longevos, pero alargando el período en que no nos reproducimos. De esa forma se garantiza la supervivencia de nuestros hijos y sus hijos. En pocos animales se da. Somos una especie con individuos altamente dependientes.

- ¿Tenemos un cerebro mayor porque nos asociamos en relaciones más complejas o tenemos relaciones más complejas por disponer de un cerebro mayor?

- Quienes tienen mejores relaciones sociales se reproducen mejor. Y quien tiene un cerebro más desarrollado tiene más relaciones. Suceden ambas cosas.

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Carnívoros

- Comer carne nos hizo libres, asegura. ¿Podemos ser veganos como individuos pero no como especie?

- Diferenciemos niveles. Somos un ser que es comedor universal. Los austrolopitecos solo comían alimentos de origen vegetal. Comer carne ha sido un punto de inflexión en nuestra evolución porque nos da otras capacidades. Evolutivamente eso ha sido fundamental. El resultado es que somos de las pocas especies que escogen qué no comer por razones culturales, éticas, morales o religiosas.

- Supongamos que la población mundial en su totalidad solo come vegetales. ¿Qué futuro tendría la especie?

- Lo importante fue dar ese paso de comer carne en su momento. Nuestro organismo sigue teniendo los mismos requerimientos que antes: los de un animal omnívoro. Es muy difícil tener todos los aportes que precisamos solo con vegetales, porque además no tenemos las enzimas de los herbívoros. ¿Futuro? Si generas sintéticamente todos los nutrientes que necesitamos... Se podrá hacer en el futuro, imagino. Pero comer vegetales no niega nuestras necesidades.

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- ¿Por qué tiene tanto prestigio lo natural entendido como los hábitos y la alimentación de hace siglos?

- Eso de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor no es algo que yo compraría en bloque. Había más contacto con la naturaleza y mayores hábitos de ejercicio físico y un ritmo de vida menos estresante. Pero si volviéramos al pasado, moriríamos de infecciones banales y sufriríamos una enorme mortalidad infantil, por decir solo dos cosas. Y correríamos más riesgo de morir intoxicados por comer algunas plantas. La aversión de los niños a las verduras viene de un sistema de alerta frente a una potencial fuente de intoxicación.

- ¿Qué hacer, entonces?

- Hay que buscar el equilibrio entre las ventajas adquiridas y algunas cosas del pasado que eran buenas. Ahora nuestra preocupación es el bienestar, no la supervivencia.

- En su libro usa un término llamativo: paleomelancólicos. Se refiere a esas personas que deploran no vivir en otras épocas.

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- Surgen porque la tecnología avanza a más velocidad de lo que somos capaces de asimilar. Hay que acabar con la peste y las infecciones, pero que a la vez esos avances sean sostenibles. La biodiversidad se reduce con la vida urbana, lo que condiciona nuestro futuro. Debemos hacer una reflexión de hacia dónde queremos ir.

- Sería difícil renunciar a la vida urbana...

- Todo es cuestión de equilibrio, como decía. Pensemos por ejemplo en la radiación solar, que es un elemento fundamental en nuestra vida, para el metabolismo de los huesos y para el sistema inmune. Necesitamos radiación ultravioleta y es más difícil obtenerla en las ciudades. Por eso vivir tapados genera problemas de salud. Nuestro color de piel ha mutado para adaptarse a esos cambios de radiación y no podemos vivir esquivando los rayos solares. Una de las grandes endemias de hoy es un déficit de vitamina D por no exponerse al sol.

- En un cuento de Carver que usted cita el médico que atiende a Chéjov cuando ve que a este solo le quedan minutos de vida pide tres copas de champaña para el moribundo, su esposa y él mismo, para celebrar la vida del escritor. ¿Deberíamos morir así, celebrando haber vivido?

- Es emocionante, siempre me ha gustado mucho ese cuento, aunque me parece difícil hacerlo con un brindis. Nos puede el dolor de la despedida, pero damos un peso desmesurado a esa imagen última. Hay algo de posado para la eternidad en esa última escena, como si fuera una película. Parece como si ese momento borrara lo anterior. Nacemos con gente a nuestro alrededor y deberíamos morir así. Mi padre, que es médico, suele decir que a un moribundo habría que incorporarlo en la cama para que lo último que vea sean unas caras y no el techo de la habitación.

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