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ICIAR OCHOA DE OLANO
Lunes, 27 de enero 2020, 19:47
En el mejor de los escenarios, una persona que fallece puede condonar la pena de muerte de hasta ocho personas mediante el trasplante de sus órganos y mejorar sustancialmente la existencia de otras cien gracias a sus tejidos. Pero su herencia biológica podría ir incluso ... más allá, si aportara su última semilla con la que engendrar otras vidas humanas. Eso es justamente lo que defiende una propuesta recién publicada en el 'Journal of Medical Ethics', una reputada revista académica especializada en el campo de la bioética que se publica cada mes en Reino Unido. El artículo pide de forma explícita que se permita a los hombres de ese país donar su esperma una vez que fenezcan.
Detrás de la controvertida iniciativa se encuentran los investigadores británicos Nathan Hodson y Joshua Parker, dos expertos en ética procedentes de la Facultad de Ciencias de la Vida, en la Universidad de Leicester, y del Departamento de Educación e Investigación del Hospital Wythenshawe, en Manchester, respectivamente. Los especialistas aducen que esas contribuciones póstumas ayudarían a las parejas infértiles a ver cumplidos sus deseos de tener familia y aliviarían la presión existente sobre los donantes vivos.
El polémico planteamiento se formula en medio de una acuciante sequía de voluntarios en Gran Bretaña, que le obliga a importar cada año al menos 7.000 muestras de espermatozoides para poder satisfacer así la demanda creciente de las clínicas de fertilidad inglesas. Las encuentran en Dinamarca y en los Estados Unidos, que le procuran los gametos vía transacción comercial. «Abrir la puerta a que a los varones puedan dar su autorización para que, una vez que hayan fallecido se les extraiga su esperma, nos permitiría enfrentar el problema de escasez de donantes», defienden.
En su artículo, los médicos sostienen que las aportaciones 'post mortem' son «éticamente permisibles» y «técnicamente viables». Existen dos procedimientos para recolectar los gametos de un cuerpo inerte, uno requiere la inserción de una sonda rectal que electrocuta la próstata para estimular la eyaculación y el otro precisa de una incisión en el escroto. Según aseguran, «los espermatozoides de las muestras recogidas pueden provocar embarazos viables y concebir niños sanos incluso cuando se recuperan 48 horas después de la muerte». En cuanto a la posibilidad de que en ese proceso de reproducción asistida se produzca una transmisión de genes 'no saludables', afirman que esos riesgos son descartables mediante controles de salud en el donante y en el esperma.
Joshua parker | doctor en el hospital wythenshawe
José antonio castilla | doctor en el hospital virgen de las nieves
En 2018 trascendió el caso de una adinerada pareja que mandó cosechar el esperma de su hijo, tres días después de que perdiera su vida en un accidente de motocicleta, para 'crear' un heredero masculino. La familia lo hizo congelar y exportar a los Estados Unidos, donde se utilizó para generar un embrión que se implantó en una mujer.
Mientras que la técnica no parece plantear ningún obstáculo, los doctores admiten que, moralmente, la donación 'post mortem' siembra algunas incógnitas. En Reino Unido, la donación de esperma no es anónima, independientemente de dónde provenga. Es decir, el hombre que aporta su carga genética queda perfectamente identificado y esa información se facilita a los niños concebidos con sus gametos, lo que permite que, en el futuro, una vez que alcancen la mayoría de edad y si así lo desean, puedan localizarle. «No sabemos cuál sería el impacto psicológico en los niños nacidos del semen de un muerto», admiten Hodson y Parker.
9% es el porcentaje de bebés concebidos mediante reproducción asistida que nacen cada año en España. Se elevan a cerca de 35.000.
14.846 son el total de mujeres extranjeras que se desplazaron a alguna clínica española para someterse a una técnica de reproducción asistida en 2017, según los últimos datos que tiene computados la Sociedad Española de Fecundación (SEF). De ellas, 7.100 procedían de Francia, donde su legislación veta la inseminación artificial tanto a mujeres solteras como a parejas de lesbianas, seguidas de italianas (3.351), británicas (745), alemanas (578), marroquíes (144), portuguesas (39) o guineanas (30).
España apenas exporta semen Pese a liderar la donación de gametos, España apenas exporta a otros países debido al carácter anónimo de la cesión. Eso hace que los bancos nacionales solo faciliten su información fenotípica (rasgos físico y grupo sanguíneo) y su historial médico, mientras que en otros países, como Dinamarca, donde la donación no es anónima, los receptores pueden ver fotos de él, escuchar su voz, conocer sus aficiones, su ideario e, incluso, hacerle una visita, lo que provoca que la mayoría de parejas o mujeres acuda a bancos daneses.
La idea de que el esperma ingrese en la lista de órganos y tejidos humanos que se pueden ceder de forma altruista después de morir suena a este lado del Canal de la Mancha a «esperpento». Con esta contundencia se expresa José Antonio Castilla, director del laboratorio de Embriología y Andrología del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada, coordinador del grupo de trabajo de donación de gametos de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF) y director médico del banco de semen Ceifer Biobanco. «¿Es lo mismo fallecer de cáncer que de accidente de tráfico? ¿Puede un donante seguir siéndolo si ha fallecido de Alzheimer? ¿Y si un treintañero muere por un accidente cerebrovascular debido a una malformación congénita? ¿Y si resulta que ese difunto que va a donar su semen tenía algún familiar que se suicidó o que padecía esquizofrenia?» A la batería de inquietantes preguntas le sigue una defensa cerrada de la cesión en vida. «Los donantes vivos son donantes sanos. Han pasado importantes análisis y cribados genéticos, infecciosos y psicológicos para saber si tienen hepatitis o VIH; su semen pasa una cuarentena, analíticas... En realidad, lo que están planteando esos médicos es 'necesitamos donantes, bajemos la calidad de la donación'», dice.
El experto andaluz expone a este periódico otra indeseable derivada de la donación 'post mortem'. Con los gametos que se extraen en vida podemos tratar a mujeres que desean quedarse embarazadas mediante una técnica muy poco invasiva como es la inseminación artificial, que se aplica en el 90% de los casos en España. Sin embargo, con los espermatozoides que se obtienen directamente de los testículos tenemos que emplear por fuerza una técnica más agresiva: la fecundación in vitro. Más en concreto, la microinseminación, que en la actualidad solo se practica al 10% de estas mujeres. Y no es lo mismo. El proceso se complica», enfatiza.
Para Castilla, la iniciativa defendida por Hodson y Parker «genera muchos problemas donde no hay ninguno». «Inglaterra debe mirarse en nosotros, en nuestra legislación, la más puntera del mundo, y que nos ha hecho líderes en Europa en donación de gametos». El 'quid' de la cuestión reside precisamente en que la normativa nacional de Reproducción Humana Asistida, de 1988, establece que las donaciones sean anónimas. «Hoy en España se hacen cesiones tanto de semen como de ovocitos en todos los hospitales públicos y se puede hacer inseminaciones artificiales con semen donado en los hospitales comarcales de la mayoría de las comunidad autónomas. A diferencia de muchos otros países, como Francia, su accesibilidad incluye a las mujeres solteras o las parejas de lesbianas... No hay normativa más progresista. Todo esto se acabará si se impone el no anonimato», advierte el especialista.
Precisamente esto es lo que ha ocurrido en los últimos años en Alemania, Suecia, Reino Unido o más recientemente Portugal, donde han cambiado sus legislaciones para acabar con el anonimato de los donantes. «El primer efecto es la caída de las cesiones, lo que deja el acceso a las técnicas de reproducción asistida reducido a las personas o parejas con una capacidad económica alta, dado que tienen que ir a buscarlas a otros países, como España, la República Checa o Bélgica», señala Castilla, quien advierte del avance de una tendencia que amenaza con llegar a España. «Hay una especie de guerra latente entre los que creemos que la familia y la educación son lo que determinan el carácter y el apego, y entre los que creen que los genes determinan prácticamente todo. Y este sector están apretando mucho». Con la norma actual, los bebés engendrados en el sistema español solo tiene acceso al historial médico de los donantes y a sus características fenotípicas.
No todo son parabienes en lo que se refiere a la normativa española que regula la reproducción asistida. De hecho, han tenido que pasar 33 años desde su promulgación para que se articule un dispositivo que permita controlar que no nacen más de seis hijos del mismo donante, como estipula la ley. Se llama Sirha (Sistema de Información de Reproducción Asistida Humana) y echará a andar a lo largo de 2020. La plataforma, dependiente del Ministerio de Sanidad, centralizará todos los datos derivados de los 350 bancos de donación de semen, óvulos y embriones que operan en el país y servirá también para registrar posibles casos de nacimientos de bebés de donantes con alguna enfermedad genética.
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