Dibujos realizados por menores víctimas para la exposición 'Crecer con miedo: niños y niñas ante la violencia de género'. COMISIÓN PARALA INVESTIGACIÓN DE MALOS TRATOS A MUJERES

El tormento hacia la violencia vicaria

Complejidad. A la lentitud judicial para detectar casos de riesgo contra un menor se suma el largo proceso de anulación que afronta la mujer que sufre maltrato físico y psicológico

Domingo, 10 de abril 2022, 00:07

Como un rehén, la mujer que sufre violencia de género queda cautiva de su maltratador. Durante años o décadas se forja un largo proceso de agresiones psicológicas y físicas que anula su voluntad; la encierra en un universo de sometimiento, donde no solo peligra su ... integridad corporal. También la de sus hijos. «Nunca sabemos hasta dónde pueden llegar estos perturbados», asegura Irina Núñez de Arenas, psicóloga experta en violencia de género de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, que «constata casi a diario» el «verdadero miedo y ansiedad» de las mujeres que encaran el peligro que las agresiones machistas ciernen sobre sus hijos. «En el proceso de anulación que sufren como personas se les inculca la culpabilidad. El maltratador les dice que tienen la culpa de la situación».

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Si denuncian o inician la separación, esa manipulación del agresor puede funcionar para alargar su poder sobre ellas, a través de los vástagos en común. «Ellas quieren que esos niños tengan un padre, un referente masculino», prosigue Núñez de Arenas. «Tardan en separarse porque no quieren romper la familia. Les meten eso en la cabeza».

Quienes trabajan directamente con las víctimas explican que no se puede hablar de «errores» o «deslices» de la mujer cuando ocurren crímenes como el asesinato del niño de Sueca, acuchillado esta semana por su padre durante una visita al domicilio paterno, a la que su madre le llevó aun cuando existía una medida de protección y el hombre no tenía derecho a verle y tras la disonancia entre dos juzgados. «En la violencia machista no hay hechos aislados», explica Santiago Boira, coordinador del máster de Relaciones de Género en la Universidad de Zaragoza y presidente del Colegio de Psicología de Aragón. «La dinámica es continua e implica una permanente situación de acoso del agresor a su víctima. Después de sufrir tantos años de violencia las consecuencias a nivel psicológico son intensas».

Desde 2013, cuando comenzó el registro específico de menores asesinados por sus padres, se han contabilizado 47 víctimas. Siete el año pasado, tres en 2020 y otras tres en 2019; y 15 entre 2017 y 2018. Una este año. «En los perfiles más psicopáticos, con un modo de violencia más fría, los hombres atacan a los hijos con el objetivo de hacer daño a la madre», incide Boira. «Es lo que se conoce como violencia vicaria».

¿Qué falla, entonces, para que se sigan cometiendo crímenes de mujeres y niños con el machismo como móvil? Ellas cargan con el maltrato y un dilema: denunciar o no. La «gran mayoría no lo hace, debido a que el maltrato psicológico hace que tengan miedo», mantiene Núñez de Arenas. «Las que denuncian tienen por delante un procedimiento judicial muy complicado y duro que muchas veces no sale adelante. Tenemos una ley de violencia de género fantástica, pero la gente que la tiene que poner en práctica no lo está haciendo tan bien».

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Cadena de errores

El maltrato levanta un muro de aislamiento y faltan también «redes de soporte», indica Boira. «Hay que ayudarlas a que soliciten ayuda. Ellas mismas no suelen ser conscientes del riesgo de muerte. No es un problema de financiación, que es alta, sino de trabajar en una respuesta integral».

En efecto, en su última memoria (la de 2020, cuando se registraron más de 8.000 víctimas de violencia de género) la Fiscalía constata la falta de especialización en las oficinas de atención a las víctimas, las unidades de valoración forense integral, los puntos de encuentro y los juzgados de lo penal. Además los «equipos psicosociales» tardan en «realizar sus informes» con «resistencia» a considerar a los menores como víctimas y existen «dificultades» para hacer cumplir las medidas cautelares.

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Junto al diagnóstico, hay cifras. Más de 1,5 millones de menores que viven en hogares donde se practica violencia psicológica y 265.000 donde es física o sexual, según la macroencuesta de violencia de género del Ministerio de Igualdad. El 23% de las españolas ha sufrido insultos, humillaciones, escenas de gritos, destrucción de cosas o golpes a la pared y amenazas a los hijos. El 11% ha soportado violencia económica y un 13% vive con miedo. «En la dinámica de la violencia, el agresor tiene en sus manos la vida y la muerte de la mujer», sentencia Boira.

Cada año los filicidas machistas dejan un rastro de niños muertos y heridos. Al igual que el Ministerio Fiscal, el sistema judicial es también señalado por Núñez de Arenas, que coordina el programa de Menores en la Comisión Malos Tratos y teme por el desenlace de algunos casos que lleva. «La gran desesperación que tienen los niños es que no quieren ver al padre y están obligados a verlos porque el juez lo dice así, cuando las mujeres no interponen denuncia. Priman más los derechos del padre que los del hijo. No se está escuchando a los niños cuando dicen que no quieren ir con el padre porque los maltrata».

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En 2020 un hombre asesinó a la mujer y sus dos hijos cuando ella se negó a declarar y se dictó una sentencia absolutoria, narra la Fiscalía; los tres volvieron a convivir con el hombre Otras veces, como en el asesinato del niño de Sueca, el divorcio sigue su curso pero sin que acaben los encuentros del menor con su padre. «Tengo un caso parecido con otra mujer», confiesa la psicóloga. «La aconsejó su abogado de oficio y ahora se arrepiente. Pero ya firmó el convenio».

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