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Oskar Ortiz de Guinea
San Sebastián
Miércoles, 20 de marzo 2024, 09:25
Él entró una noche en la vivienda de la comarca guipuzcoana del Alto Deba en la que la pareja había convivido junto a su hija en común hasta casi dos meses antes, cuando una juez le impuso una orden de alejamiento por un episodio de ... agresión y vejaciones. Según la víctima, él estaba ebrio. Discutieron porque «él quería volver» y también le preguntó «por qué» le había denunciado previamente. En medio de la bronca, él la pegó «con la mano abierta» en la cara, la tiró en la cama, «cogió una maquinilla de cortar el pelo» y le rapó la cabeza. En un momento dado, ella se zafó y se encerró en el baño. Él aporreó la puerta hasta romperla, la volvió a coger, la llevó a la cama, y la «forzó» sexualmente varias veces «durante toda la noche». ¿Cuántas veces? «Más o menos seis», ha relatado ella. No denunció hasta tres semanas después, cuando supo que había quedado embarazada tras lo sucedido aquel día.
El juicio ha comenzado este martes en la Audiencia Provincial de Gipuzkoa y quedará visto para sentencia este miércoles tras la declaración del acusado, para quien tanto la Fiscalía como la acusación particular le reclaman 17 años de cárcel: doce años por el delito de violación, dos por atentado contra la integridad moral, y sendas condenas de un año por quebrantamiento continuado de la orden de alejamiento, maltrato no habitual y amenazas, más 30 días por injurias leves.
Según el relato de la mujer a preguntas de la fiscal, todo sucedió en un caserío donde la denunciante cuidaba de una mujer nonagenaria, a la que el varón, que era el padre de su hija pero no estaban casados, había ayudado con algunas labores propias del campo: atender la huerta, cortar la hierba. A raíz de una agresión el 5 de mayo de 2022, él tenía una orden de alejamiento respecto a ella, primero de 300 metros decretada en Bergara, y luego reducida a 150 metros en Donostia. La quebrantó al menos el 20 de mayo, cuando una patrulla de la Ertzaintza que hacía la vigilancia preventiva lo encontró, según los agentes, «con una azada» en la huerta, aunque la víctima estaba haciendo unas gestiones en San Sebastián.
El 20 de junio, sobre las 23.00 o 23.30 de la noche, ella se encontró a su expareja en su habitación. Presumiblemente, entró «por alguna puerta, porque durante el día no las cerrábamos», y permaneció oculto en alguna estancia hasta que se echó la noche. «Conocía bien el caserío». La mujer observó que había bebido y le dijo «que se fuera» porque «no quería tener problemas con la señora», quien no pudo oír nada porque descansaba ya en su habitación y se había quitado el audífono que emplea para paliar su problema de sordera. Él no se fue y comenzó a decirle que retomaran la relación, que por qué le había denunciado. La discusión fue en aumento y él la habría acabado tirando sobre la cama, donde la sujetó con su cuerpo y una mano y con la otra le rapó la cabeza con una máquina cortapelos. Según ella, los gritos alertaron a la niña, que presenció los hechos llorando.
En un momento de la agresión, ella logró «escapar» hasta el baño, donde se cerró «con pestillo». El hombre llevó a la niña a su habitación y regresó hasta el cuarto donde se había refugiado la mujer. A golpes, logró romper la puerta y acceder al pestillo. Cogió a su expareja y la llevó a la habitación, donde «me pidió mantener relaciones sexuales, y le contesté que no». Él, sin embargo, la volvió a echar sobre la cama, le agarró del cuello y de las manos, le logró quitar el pijama y la violó. «Me forzó varias veces durante toda la noche», ha precisado ella. ¿Cuántas? «Más o menos seis». ¿Todas con penetración vaginal? «Sí». También la besó «en la boca» y en ningún momento utilizó un preservativo.
Sobre la siete de la mañana, él se habría ido del caserío. Ella no interpuso una denuncia, pero a los días, el 7 de julio, fue a la médico de cabecera porque se le había retrasado la regla. Había dejado de tomar pastillas anticonceptivas desde que rompieron tras la primera agresión, y la doctora le instó a hacer un test de embarazo, que dio positivo. El 12 de julio, en el hospital de Arrasate, en una consulta médica contó la agresión sexual a la ginecóloga, que activó el protocolo de agresión sexual.
Para entonces, el hombre la había llamado varias veces por teléfono. Y aunque ella lo bloqueó, el siguió haciéndolo a través de otros números que ella fue bloqueando. También le mandó varios audios en los que, entre otras cosas, le dijo que «le iba a cortar el cuello», que era una «guarra asquerosa, has ido probando pollas», «eres una rata podrida», «te vas a enterar», «hija de puta».
A raíz de esta última denuncia, el hombre entró en prisión, donde tanto ella como su hija lo visitaron varias veces, incluso en el formato vis a vis, «porque la niña quería ver a su padre». Recientemente, la mujer ha vuelto a ser madre de un niño que el acusado considera fruto de alguno de los encuentros carcelarios. Sin embargo, ella sostiene que el bebé «no es suyo» porque «nunca» ha vuelto a mantener relaciones íntimas con su expareja desde la noche de los hechos ahora juzgados.
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