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Dentro de todos los teléfonos móviles hay unos cuantos miligramos de 'tierras raras', unos minerales imprescindibles para la fabricación de sus audífonos, micrófonos o baterías recargables, cada vez más minúsculos. Ni siquiera se podría pulir el cristal de la pantalla sin el praseodimio y el ... neodimio, dos de los 17 elementos que componen este grupo de materias incrustadas en la roca. Para aprovechar sus propiedades en imanes y catalizadores, por ejemplo, se requiere añadir muy poca cantidad de estos ingredientes. En un motor eléctrico de un coche híbrido de unas dos toneladas hay medio kilo de 'tierras raras'; en las bicicletas eléctricas, 38 gramos, y en los patinetes, 31. Están también en los accesorios de bajo consumo, como los tubos fluorescentes, y en los misiles, como los Patriot. «Forman parte fundamental de todos los imanes y motores eléctricos, porque permiten que sean más pequeños y más potentes», asegura Ricardo Prego, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el Instituto de Investigaciones Marinas. «Gracias a estos elementos las cosas se pueden miniaturizar».
El uso de las 'tierras raras' crece a la par de los inventos tecnológicos en plena era del Green Deal, ese gran pacto mundial que pretende sustituir la energía fósil por la solar o la eólica. Conocidos también como 'materias críticas', son insustituibles en la fabricación de todos los instrumentos relacionados con la transición ecológica y la tecnología digital. «Las 'tierras raras' no son escasas pero sí lo son los yacimientos que tienen cantidades explotables», define Manuel Regueiro, presidente del Colegio de Geólogos de España. «Como normalmente son óxidos, a la vista son asquerosillas y no como una vena de plata, que la ves brillar».
Aunque no encandilen como la plata y el oro, se cotizan al alza y son objeto de disputa geopolítica desde hace dos décadas, con un Occidente nervioso por la dependencia de esta preciada materia prima: el 62% de la producción actual sale de una sola mina en China, Bayan Obo, en la región de Mongolia Interior. Pero llegó a extraer más del 80% hasta que países como India, Brasil y Estados Unidos desplegaron sus recursos para intentar un estratégico autoabastecimiento. En España, el Ministerio de Defensa ha comenzado a interesarse en las 'tierras raras' y pronostica que las confrontaciones entre países vendrán, no ya por los recursos fósiles, sino por el control de los «recursos minerales de elementos» relacionados con «las tecnologías descarbonizadas» como las 'tierras raras', señala el Instituto Español de Estudios Estratégicos, en la revista 'Energía y geoestrategia 2021'.
17 elementos de la tabla periódica componen el grupo conocido como 'tierras raras': itrio (Y), erbio (Er), terbio (Tb), iterbio (Yb), tulio (Tm), escandio (Sc), holmio (Ho), disprosio (Dy), lutecio (Lu), cerio (Ce), lantano (La), samario (Sm), praseodimio (Pr), neodimio (Nd), gadolinio (Ga), europio (Eu) y prometio (Pm).
250.000 toneladas de 'tierras raras' se comercian cada año en el mundo, según el Colegio de Geólogos. Aunque se utiliza en toda la nueva tecnología, desde móviles hasta generadores de energía verde, cada máquina apenas lleva cantidades ínfimas de estos elementos en varias de sus piezas.
62% de la producción mundial actual se extrae de una sola mina, Bayan Obo, en China, que lo usa como arma geoestratégica.
En la búsqueda de estos elementos que surgieron del estallido de supernovas, lo que les confiere su cualidad de neutralizar la repulsión eléctrica entre los protones, Europa va a la cola y señala a España como una de sus pocas localizaciones de estos barros oxidados, según el proyecto EU Rare Earth (tierras raras de la Unión Europea), dedicada a «salvaguardar el suministro de materias primas cruciales».
«Sí hay reservas, y son interesantes», confirma Prego, que también es autor del ensayo 'Las tierras raras' (Catarata). «España podría aportar unos 20 años de suministro, pero no se explotan porque hay una visión negativa de la minería. Todas las 'tierras raras' tienen su interés pero se buscan más las ligeras, que abundan en Matamulas (Castilla - La Mancha), un proyecto que está paralizado».
También en Suecia y Groenlandia hay posibles yacimientos de estos elementos diez millones de veces menos comunes que el hierro, de los que se comercian cifras también mínimas. A nivel mundial se venden unas 250.000 toneladas al año, según cálculos del Colegio de Geólogos, de los que España, sin fábricas de última tecnología, utiliza unas 1.000 toneladas en su industria de vidrio y porcelana. «El 30% de la producción se va en imanes y el 18% en catalizadores», especifica Regueiro. Europa importa un 90% de China con precios que el año pasado estaban entre 250 euros y 800 euros por kilo, según cada elemento, de nombres como lantano, europio, terbio, escandio, itrio, disprosio, tulio...
Su demanda no hace más que crecer. Con sociedades que consumen 1.400 millones de móviles anuales, y espera multiplicar por 14 la cantidad de coches eléctricos y aumentar un 35% la generación de energía eólica -para cuyos generadores se usan 120 kilos de 'tierras raras'- se estima que las reservas en todo el mundo no puedan durar los 900 años estimados hace unas décadas por los científicos, sino que empiecen a agotarse a finales de este siglo. Incluso, hay estudios que fijan su agotamiento para 2050.
Las pocas imágenes de estas minas, tanto del yacimiento chino de Bayan Obo, como de sus plantas de refinación, ambas a cielo abierto, consumidoras de enormes cantidades de agua que se vierten en balsas, muestran un paisaje de tierra carcomida en círculos, como una lepra fractal, junto a negros lagos donde nada vive debido a su carga de radioactividad. En este desierto mongol hay altos índices de radiación, porque de esta cantera se extrae también uranio.
En España, el único proyecto listo para comenzar la explotación de estos elementos cruciales para la descarbonización está en la zona de Matamulas, Ciudad Real (Castilla-La Mancha). Fue paralizado por el informe de impacto ambiental desfavorable que emitieron los técnicos regionales. «Ahora mismo no hay un proyecto vivo de minería de 'tierras raras'», confirma Elena Solís, coordinadora de Minería de Ecologistas en Acción, la única ONG de ámbito nacional que está al tanto de esta situación minera en España. «Nos hemos opuesto porque estos yacimientos suelen estar en zonas de protección de gran valor natural, no hay suficientes garantías en las consultas públicas, supone una amenaza para la gente y la fauna, y el impacto terrestre es enorme. Para producir un puñado de 'tierras raras' hay que remover una cantidad de tierra astronómica». En cuanto a la radiactividad que se liberaría, tanto el científico del CSIC como los mineros desmienten que exista allí.
«No se puede comparar el impacto ambiental de las minas chinas con los proyectos españoles», asegura Vicente Gutiérrez Peinador, presidente de la Confederación Nacional de Empresarios de la Minería y Metalurgia (Confedem). «La de Matamulas es una explotación sencilla porque es una gravera. Con una zanja de tres metros y una criba se puede recuperar la monacita (mineral que contiene 'tierras raras'). Es un juego de niños en la playa».
En todo caso, fueron dos aspectos los que frenaron esta explotación española. Primero, el peligro para la fauna, en especial dos especies protegidas (el águila real y el lince), que utilizan esos campos de cereales como corredores entre espacios de la Red Natura; y por la ingente cantidad de recursos hídricos que estimaron los expertos que requeriría el proyecto. La empresa recurrió, y perdió en tribunales. Un último recurso de casación está ahora en el Tribunal Supremo. «Hace dos semanas» se asignó a una sala, dicen fuentes legales de Quantum, la empresa minera detrás de Matamulas, que no espera que se admita a trámite antes de seis meses.
«Desde el punto de vista técnico es incomprensible la evaluación negativa y sólo se opuso una minoría ruidosa», afirma Enrique Burkhalter, director de Proyectos de Quantum, que recogió un plan de una extinta empresa pública que buscaba titanio y encontró monacita, una roca que contiene neodimio y praseodimio. «No es el yacimiento más grande pero sí se podría explotar mañana y cubriría toda la demanda de la industria española y exportaría al resto de Europa. Podríamos competir con los chinos, porque ¿cuánto está dispuesta a pagar la industria europea por un suministro garantizado?».
Con un consumo mundial de 17 gramos por cada persona, su extracción es un gran negocio. Sólo para los estudios preliminares de las reservas de 'tierras raras' Confedem ha presupuestado 160 millones de euros, que podrían salir de los fondos europeos destinados a la transición ecológica. «En cuatro años se puede terminar un estudio de puesta al día de las reservas en todas las comunidades», asegura Gutiérrez.
Desde el ala de Minería del Ministerio de Transición Ecológica se secunda la idea de que extraer las 'tierras raras' españolas es una clave para asegurar la descarbonización. Sin embargo, no se pudo obtener una apreciación actual de sus técnicos y apenas hay referencias en sus documentos. Una en el borrador de la 'Estrategia de descarbonización a largo plazo 2050' y otra en la 'Estrategia de almacenamiento estratégico' donde se asegura que está en marcha una «hoja de ruta para la gestión sostenible de las materias primas minerales» para potenciar «en particular» las 'tierras raras', entre otros. Aunque sea paradójico, la reducción de la contaminación en las ciudades y el ahorro energético depende del fomento de una nueva minería. En el pulso local entre ecologistas y mineros se determinará dónde se harán esas extracciones y en qué casilla del tablero geopolítico estará cada país en los próximos años.
El lugar donde está la mayor mina de 'tierras raras' es la «más contaminada del planeta», según Ricardo Prego, investigador del CSIC. La descarbonización del primer mundo -basada en la construcción acelerada de coches eléctricos e híbridos, generadores eólicos y solares, y baterías recargables-, depende de la creación de nuevas minas de 'tierras raras', generalmente en países en desarrollo, con escasa legislación ambiental y laboral. «La descarbonización no se puede hacer ignorando que la obtención de los materiales necesarios conlleva la destrucción de los ecosistemas», clama Elena Solís, coordinadora de Ecologistas en Acción.
En las nuevas regiones mineras se enfrentan al reto de extraer recursos y minimizar las emisiones de CO2, partículas en suspensión y radioactividad en el aire, el suelo y los recursos hídricos. «Es contradictorio decir que quieres coches eléctricos pero no una mina de 'tierras raras' al lado de tu casa», opina Manuel Reguerio, presidente del Colegio de Geólogos. «El problema no se debería exportar a un tercer país».
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