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«En nuestro tiempo de ocio volvemos a la Prehistoria»

Juan Luis Arsuaga | Paleontólogo

Un verano a la última
«En nuestro tiempo de ocio volvemos a la Prehistoria»

«Matar por matar es incomprensible para una mente medianamente normal. Para el hombre prehistórico era un sacrilegio», afirma el paleontólogo

Viernes, 12 de julio 2024, 10:23

Es uno de los mayores especialistas en la prehistoria, que en nuestro caso es un lugar que aún se puede visitar siguiendo la ruta que Juan Luis Arsuaga traza en su primera novela 'Detrás de la niebla' (Destino). En ella, una tribu del paleolítico se mueve por la cornisa cantábrica, cerca de las cuevas de Altamira.

Describe a nuestros antepasados prehistóricos como seres de luz. «Orgullosos, pero no altaneros; conocedores de la naturaleza, pero no sus amos; a veces violentos, pero también delicados y tiernos…»

–El neolítico lo cambió todo. Éramos indios con plumas y llegaron los vaqueros.

¿La tribu fue «domesticada»?

–Llegaron los granjeros y, como en las películas del oeste, en una tierra que no tenía cercas ni alambradas, que no tenía parcelas, que no tenía dueño, empezaron a poner alambres de espino. Los animales quedaron enjaulados y las personas dejaron de ser libres.

¿Disfrutaban guerreando?

–Las mujeres, los niños y los abuelos no. Los mozos de entonces, como los de ahora, eran más rebeldes y aguerridos.

«Mostrarás tu vigor, pero no verterás la sangre de tus iguales», les decían sus dioses.

–Matar por matar es incomprensible para una mente medianamente normal. Para el hombre prehistórico era un sacrilegio.

¿'Los Otros' sigue siendo el modo en el que nos referimos a los enemigos para deshumanizarlos?

–En euskera se dice 'gu ta gutarrak'. Nosotros y los nuestros. Y 'los otros' no son de los nuestros. Pero hay que entenderlo en el contexto de la evolución humana. En condiciones normales, un esquimal no veía en toda su vida a nadie que no lo fuera. Se llamaban a sí mismos 'Inuit' (la gente). Solo si vives al borde del territorio sabes que hay otros. Y es ahí, en las zonas fronterizas, donde se generan los conflictos y las exclusiones.

En la Prehistoria los viejos eran los sabios de la tribu. Hoy despreciamos la voz de la experiencia por el edadismo.

–Don Emilio Botín fue respetado hasta su muerte. Y Amancio Ortega no se va a jubilar nunca. Si eres el dueño del negocio ¡ya lo creo que te respetan!

¿Hemos sustituido la verdad ancestral que se transmitía de padres a hijos por tradición oral, por los bulos?

–Lo que cuentan las redes sociales carece de interés porque a sus autores no les ha pasado nunca nada. Joseph Conrad había navegado en el mar de China y Cervantes estuvo preso en Argel. Algo sabían, por experiencia, de la vida y la condición humana. Pero esos influencers no han salido de su habitación. Te puedes poner todos los tatuajes del mundo que no por eso eres un guerrero.

No todos tenemos el mismo espíritu aventurero.

–La sabiduría está en vivir deliberadamente, como escribió Thoreau. Hay que vivir con los ojos abiertos. Nunca ociosos, pero nunca estresados, como hacían los hombres y mujeres del paleolítico.

¿El trabajo nos quita tiempo para la vida?

–El negocio es la violación del ocio, decía Ortega y Gasset. En la prehistoria no trabajaban, hacían cosas como cazar, pescar o coger setas. Lo que hacemos ahora en nuestro tiempo de ocio, ir al monte, estar en grupo al aire libre, bañarnos desnudos en el mar, es volver a la prehistoria. Conviene dejar que el salvaje que llevamos dentro respire un poco.

¿Cómo afrontaban la muerte?

–Con terror y con horror porque es algo espantoso. Ya decía Bette Davis que envejecer no es para cobardes. Pero le daban un sentido práctico. Cuando vives en la naturaleza y ya no puedes seguir al grupo, te conviertes en una carga y comprendes que hay un orden natural. Es preciso que tu desaparezcas para que otros vivan.

En 35.000 años más, ¿seguiremos poblando la tierra o, una vez que hayamos acabado con ella, intentaremos poblar nuevos planetas?

–No hay planeta B a donde ir. Pero la Tierra no va a colapsar ni se va a vengar de nosotros. A la tierra le da igual lo que hagamos. Si subimos la temperatura se derretirá el hielo. El problema no es para la tierra sino para los humanos. Desde la industrialización el consumo de energía se ha disparado.

Así hemos construido el progreso.

–Si por progreso se entiende la sociedad de consumo, que es lo que hacemos: consumir energía y recursos. Pero los recursos son limitados y lucharemos por ellos. Hay que preocuparse por la descarbonización. No porque la tierra colapse, sino porque el que vive en una zona de riesgo climático a lo mejor decide invadir tu territorio.

¿Qué propone que hagamos?

–Renunciar a algunas de nuestras comodidades.

¿Y volver a la prehistoria?

–Yo espero que el AVE me lleve a Bilbao, no a la Prehistoria. Pero la gente no quiere dejar de viajar en avión, quiere que los científicos inventen uno que no consuma CO2. No se dan cuenta de que fabricarlo también requiere consumo energético.

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