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J.M.L.
Ciudad Real
Jueves, 29 de junio 2023, 12:17
Las Tablas de Daimiel (Ciudad Real) han cumplido esta semana 50 años desde la declaración de este paraje como Parque Nacional. Un aniversario amargo pues este parque agoniza con apenas 130 hectáreas encharcadas, lo que representa el 5 por ciento de su superficie inundable. Una ... primera consecuencia de su precaria situación es que las especies de avifauna han desaparecido y no se ha verificado la reproducción de anátidas, garzas o limícolas. En cuanto a la vegetación, la flora acuática apenas resiste en algunos reductos y sólo se ven especies esteparias, de matorral o antrópicas.
A este estado se ha llegado por dos causas: la sequía y, sobre todo, la sobreexplotación de los acuíferos cercanos para regadíos. Según Roberto Herreros, de Ecologistas en Acción, el cauce del río Guadiana a la entrada del parque nacional se encuentra totalmente seco, no aporta caudal alguno, y el acuífero de la Mancha Occidental, que debía alimentar al río Guadiana y a las Tablas de Daimiel, se encuentra de nuevo en mínimos, muy lejos de aportar a través de los Ojos del Guadiana los caudales ambientales que por normativa se requieren».
Los ecologistas estiman que actualmente existen unas 51.500 hectáreas de regadíos ilegales en la zona y reclaman un plan de medidas urgentes que pivote sobre la recuperación de los caudales ambientales que lo alimentaban. Para ello, es necesario reducir el consumo de agua para regadíos «actuando con firmeza ante las extracciones ilegales y reduciendo los consumos». Según Herreros, «a pesar de la declaración de sobreexplotación del acuífero y de la situación de sequía, los regadíos no se han visto afectados, las plantaciones lucen lustrosas y la superficie con cultivos regados sigue aumentando».
La sequía también ha originado otro «fenómeno» en Castilla-La Mancha: el bajo nivel del embalse de Buendía ha permitido que aflore a la superficie el Real Balneario de «La Isabela» en Sacedón (Guadalajara). A medida que las reservas del pantano se reducen semana tras semana resulta más sencillo pasear por las calles de este balneario que comenzó a construirse en 1818 aunque sus aguas ya fueron utilizadas en época romana.
El Real Sitio de «La Isabela» se concibió como un palacio con jardines y viviendas para bañistas. Contó con huertos, posada, tiendas, taberna, horno, herrería y ermita y atrajo a lo largo de todo el siglo XIX y principios del XX no sólo a miembros de la realeza sino también a la nobleza y a las clases más pudientes de Europa en busca de remedios para la gota, la epilepsia, las convulsiones, el reuma o las erupciones de la piel.
La desamortización de Madoz hizo que la instalación pasara a manos del Ministerio de la Gobernación, que lo puso en venta en 1869. Esto, unido a la falta de mantenimiento y de vías de comunicación ferroviaria llevaron a su abandono. En el primer tercio del siglo XX quedó anticuado ante los hoteles-balneario de moda por entonces y más tarde, en 1957, quedó anegado por la puesta en marcha del embalse de Buendía. Ahora, la sequía que padecemos desde hace meses, ha dejado sus ruinas al descubierto.
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