Borrar
Peregrinas por el Jubileo 2025 toman el sol en la Plaza de San Pedro. Fotos: S. García
Y al séptimo día Roma descansó

Y al séptimo día Roma descansó

Tras el funeral y traslado de Bergoglio a su tumba, los turistas se derraman por una ciudad que recupera el ritmo

Lunes, 28 de abril 2025, 00:59

La cola para entrar a los Museos Vaticanos dobla en la calle León IV y desde allí sigue bordeando la muralla hasta alcanzar la Piazza del Risorgimento. Son 550 metros, ocho minutos si tenemos en cuenta los cierres perimetrales y los desvíos constantes, siempre con buenos modos pero inflexibles. La gente lleva esperando desde las 6.30 horas, recién estrenado el sol. Saben que hoy los kilómetros de galerías cubiertas de excepcionales obras de arte echarán el cierre, incluida la Capilla Sixtina, donde dentro de una semana comenzará el Cónclave que elegirá al nuevo Papa, quince días después de la muerte de Francisco y de que el gobierno interino declarase la sede vacante.

José y Ariana llegaron ayer de Colombia y lo primero que hicieron fue ver el Coliseo. Vienen con el tiempo justo y tenían ya un tour esperándoles en el aeropuerto. «Solo estamos dos días y medio, así que me alegro de que las celebraciones hayan parado para que el viaje nos cunda un poco». Ayer, «con más libertad de movimiento», se habían juramentado para ir al Vaticano y, de allí, a Sant Angelo.

Unos metros más atrás, Maxi Galán, de Portugalete, aguarda, impaciente, para ver la capilla que Miguel Ángel decoró por encargo de Julio II. «No sabíamos que cierran mañana -por hoy-, pero es que además el último domingo del mes es gratis, así que no había duda». Despegaba hoy, así que «después de dos días de pateadas, toca echar el resto. Aunque a mí lo que me gusta es perderme entre las calles, sin agobios ni relojes».

Detrás de la Porta Angelica, uno comprueba que los controles, aunque activos, son más laxos que otros días. La misa está prevista para las 10.30 y una vez acabe la ceremonia se abrirán las puertas del templo para que los visitantes lo recorran a sus anchas. Desde Toledo han viajado Pablo, Carla, Vega y Lola, que forman parte de un grupo de 55 adolescentes del Colegio Nuestra Señora de los Infantes. En cuanto acabe la ceremonia salen «pitando», eso sí «satisfechos de haber despedido a Francisco y de haber visto «todo».

Lo material vs. lo espiritual

A veinte minutos a pie, en Plaza Navona, Marbella y Enrique, mexicanos de Tampico, se han perdido el funeral del Papa por los pelos, pero coinciden en que «la ciudad mundana tiene sus ventajas sobre esa otra, más espiritual». Marcelo Márquez se gana la vida haciendo poses disparatadas. «Vengo de Frosinone, un pueblo de las afueras, y el tren estaba a reventar. Días atrás la gente tenía más en mente a Francisco, pero hoy se derraman por la ciudad y lo agradezco».

En el Napoletano's, un clásico con una vista privilegiada del Panteón, las fotos están aseguradas y los precios cotizan al alza. Percy, peruano, prepara las mesas mientras repara en el trasiego incesantes de chavales de peregrinación que pasan de largo. «Vienen con el 'panini' de casa o del súper, dice, quizá espantados por los 15 euros que cuesta una ensalada de mozzarella de búfala. Eso sí, dice que la gente está ya «más centrada», como si hubiera decidido firmar una tregua y dedicar el día a pasear, «a empaparse de la ciudad».

Turistas pasean y toman un refrigerio en las terrazas junto al Panteón.

En Roma, las multitudes sencillamente cambian de sitio. Ayer, el centro apareció lleno de gente que no temía perderse una ocasión única, simplemente porque ya la había vivido. Rosana, de Cuba, se fotografía junto a la Fontana de Trevi, que cumple sus expectativas. «Ya habrá tiempo de ir al Vaticano, no tengo prisa por sumergirme en esas muchedumbres en constante celebración», dice mientras trata de abrirse paso entre el remolino de gente. Juan de Dios, Elena y Lucía vienen de Herencia, Ciudad Real. Ellas dicen que los italianos son muy pesados, y ellos que no tienen gracia; ellas se quedan con la Fontana y ellos prefieren el Coliseo. En lo que todos están de acuerdo es en que la ciudad ha experimentado un cambio de ritmo.

A 700 metros de allí, poco más de 9 minutos, la Plaza España está 'bellissima', con sus lilas y azaleas dibujando un mosaico de ensueño; al fondo, la iglesia de la Trinidad dei Monti y detrás, los escaparates de Gucci, Dior, Moncler, Prada, Bulgari... Jordana, Martina y Chiara se fotografían entre ellas, exagerando los gestos y poniendo morritos. «Es una pena lo del Papa, aunque nos gusta que la capital de nuestro país sea el centro de atención del mundo». Tras dejar atrás el Quirinale -lo único vacío, tal vez por la cuesta que obliga a subir- hago un alto en la trattoria Sciarra: 50 euros por unas ensalada, seis albóndigas y dos cervezas. Alguien se tiene que estar haciendo de oro.

El Campidoglio -aun forrado de andamios-, la Bocca della Veritá, Plaza Venecia... Está lleno. En el balcón sobre el Foro Imperial están Tarash y Tamar, una pareja de georgianos ortodoxos que han decidido casarse en Roma «en el peor momento, aunque el Papa era un buen hombre». Tantas dudas tenían de que pudieran celebrar su enlace que solo han venido seis invitados a su boda. Abajo, junto al Coliseo, Benjamín Arizu, de familia argentina aunque residente en Madrid. «Ahora que ha muerto Francisco tenemos como un sentimiento de orfandad». Tienen el tiempo justo para comer un helado y echar unas lágrimas. «Así es la vida, toca volver a la realidad... y a las ensaladas».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja Y al séptimo día Roma descansó