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Llevaban compartiendo piso desde el 10 de enero y la convivencia, reconoce Miguel, no era mala. Incluso esa mañana empezó con normalidad. Se tomaron un café y unas tostadas y hablaron de lo que pensaban hacer ese día. «Le comenté que iba a limpiar una casa y entonces ya no me dejó salir más. Me dijo que era la casa de Dios, que él era Dios y que yo era su hijo», explica el rehén del secuestro que tuvo en vilo durante seis horas a la policía y a un vecindario de San Pedro Alcántara, en Marbella.
La víctima, de 52 años, asegura que su compañero de piso «se volvió loco» sin motivo aparente. «Nos habíamos llevado bien hasta ese día, no sé lo que le pasó. Estaba como en otro mundo. Decía que de allí no salía ni él ni yo ni nadie», cuenta. El encierro se prolongó durante seis largas horas en las que, según la policía, el secuestrador lanzó amenazas e incluso alguna cuchillada a través de la puerta a los agentes que trataban de reducirlo y detenerlo.
La policía movilizó a un negociador para convencerlo de que entregara el cuchillo, pero hubo un momento en que se hizo el silencio y se temió lo peor. Entonces se decidió que los especialistas del Grupo de Operaciones Especiales (GOES) entraran en la vivienda por la fuerza. En una rápida maniobra, los agentes inmovilizaron a los dos hombres. «Me liberó la policía, que echó la puerta abajo. Al principio también me esposaron a mí porque no sabían lo que pasaba. Pero después el médico les explicó que yo era la víctima», añade.
El sospechoso era conocido habitual de la policía, no sólo por constarle antecedentes, sino también al haber protagonizado en el vecindario episodios violentos con lanzamiento de objetos (piedras y macetas) desde la terraza, así como amenazas a vecinos y comerciantes. Pese a su historia, Miguel asegura que su compañero de piso ha quedado en libertad tras pasar a disposición judicial, aunque no ha vuelto a cruzarse con él. «Cuando volví [al piso] habían cambiado la puerta y la cerradura. Me he quedado en la calle», denuncia el hombre.
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