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Sin el cemento que inventaron los antiguos romanos no habrían llegado hasta nuestros días sus majestuosas obras, como el Coliseo, el Panteón o los grandes puentes y acueductos que pueden encontrarse en Europa, el norte de África y Oriente Medio. Estas construcciones siguen en pie dos milenios después de haber sido levantadas gracias a la resistencia del citado material, que cuenta incluso con capacidad para regenerarse, según ha desvelado un reciente estudio, y a la habilidad de los albañiles y maestros de obra de la época, cuyo trabajo va a conocerse mejor gracias al último descubrimiento realizado en Pompeya y que fue dado a conocer este lunes por el Ministerio de Cultura italiano.
Las últimas excavaciones que están desarrollándose en esta antigua ciudad romana situada a las afueras de Nápoles, en el sur de Italia, han sacado a la luz las obras que estaban realizándose en algunas viviendas cuando la erupción del volcán Vesubio en el año 79 después de Cristo arrasó con la vida de esta urbe, que contaba entonces con unos 20.000 habitantes. Los más recientes trabajos de los arqueólogos en la zona conocida como Regio IX de este yacimiento ha permitido descubrir las herramientas de los albañiles, montañas de tejas, piedras y ladrillos que esperaban a ser colocadas, así como cal y otros elementos necesarios para producir el cemento. Incluso han sido encontradas las señales realizadas por los obreros con un carboncillo en una pared para marcar las distancias necesarias para el desarrollo de su trabajo.
Gabriel Zuchtriegel, director del Parque Arqueológico de Pompeya, consideró que el hallazgo de las obras de estas viviendas supone «un nuevo ejemplo» de cómo este yacimiento permite entender «muchas cosas del gran Imperio Romano, como el uso del cemento». La información obtenida con este nuevo descubrimiento confirma a los expertos que en aquella época se utilizaba cal viva en la construcción de los muros y en la reforma de las viviendas antiguas que tuvieran algún daño, como los causados por los seísmos. «Parece que era una situación muy difundida en Pompeya, donde había obras un poco en todos sitios, por lo que es probable que tras el gran terremoto del año 62 después de Cristo hubiera otras sacudidas sísmicas antes del 79».
Zuchtriegel destacó que en la investigación para saber más sobre cómo construían los romanos en aquella época participa un grupo de expertos del Massachusetts Institute of Technology. Admir Masic, un docente de este prestigioso centro estadounidense, fue precisamente el autor del reciente estudio sobre la capacidad regenerativa del cemento de la Antigua Roma. «La hipótesis del equipo es que la mezcla se hacía a temperatura elevada, con la cal viva que se mezclaba con la puzolana (roca volcánica triturada) y sólo sucesivamente se añadía agua y aplicaba en la construcción del 'opus caementicium'», puede leerse en el comunicado publicado por el Parque Arqueológico de Pompeya.
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