Ari y Jari Lehtinen son dos hermanos mellizos finlandeses de 57 años que no dejan de calentarse la cabeza para cranear algún invento nuevo que combine buenas dosis de aventura con la tradición de la sauna, un ritual profundamente arraigado en su cultura. En el ... terreno de las excentricidades no hay quien aguante un asalto a esta pareja de simpáticos cincuentones. Primero crearon una sauna bajo el agua, luego fabricaron otra a base de cáñamo (a saber cómo saldrían de ahí dentro bajo los efluvios de las hierbas) y más tarde idearon una sauna portátil fabricada en piel de vaca con la que subieron hasta la cima del monte Halti, el punto más alto de Finlandia, donde disfrutaron de una experiencia «de lo más relajante» en medio de una violenta tormenta de hielo y nieve.
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Ahora los mellizos han dado un paso más conquistando el cielo con su más reciente ingenio: una sauna voladora. El pasado 31 de agosto, los Lehtinen se elevaron a 2.300 metros de altura sobre Kokkola, la ciudad donde residen, situada a unos 500 kilómetros al noroeste de Helsinki. Lo hicieron a bordo de un globo aerostático cuya cesta habían reconvertido en una sauna en toda regla. Despegaron al amanecer abrigando sus agitadas cabecitas bajo el peculiar sombrero de cuatro vientos (tradicional de los sami, el pueblo nativo de Laponia) que siempre portan en sus descocadas aventuras.
Baños de calor, nubes de vaho y máxima relajación a más de dos kilómetros del suelo... los hermanos se han reivindicado como los primeros inventores oficiales de la sauna voladora. La pareja transformó la cesta del globo en una cabina de madera lo más ligera posible (en este caso la estructura apenas superaba los 170 kilos) para facilitar su ascensión a los cielos. En el interior hay espacio para dos personas sentadas mientras otros dos tripulantes se encargan del manejo de la aeronave.
Según han contado los Lehtinen, durante la hora que duró el vuelo disfrutaron de temperaturas en el interior de la sauna cercanas a los 80 grados «y por supuesto» se llevaron los tradicionales 'látigos' de abedul (cuyas hojas desprenden una agradable fragancia) para golpearse suavemente la piel y estimular la circulación de la sangre.
Dependiendo de la temporada, los finlandeses mantienen la liturgia de combinar los baños de sudor con zambullidas en la nieve o en aguas heladas. Por motivos obvios, Ari y Jari no saltaron a disfrutar del exterior, aunque sí experimentaron en sus carnes el contraste del calor interior con las gélidas corrientes de afuera. «Se trata siempre de lograr algo que nadie más haya llevado a cabo antes», explican los hermanos sobre lo que les mueve a seguir planeando invenciones. No ocultan que les gustaría que su ingenio acabe convirtiéndose en una atracción turística más de Finlandia. «Tomar una sauna es toda una experiencia, pero si es una sauna voladora, la experiencia se convierte en inolvidable», aseguran mientras sus neuronas ya carburan nuevos retos de altura.
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