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Un tripulante del Aita Mari divisa una embarcación durante una misión en el Mediterráneo central. SMH
Salvar vidas en el Mediterráneo por 2.000 euros diarios
Migración y fronteras

Salvar vidas en el Mediterráneo por 2.000 euros diarios

Barcos como el Aita Mari zarpan para rescatar migrantes a punto de zozobrar, pero las políticas de fronteras europeas hacen cada vez más costosa su navegación

Domingo, 5 de mayo 2024, 00:03

Cuando zarpa con el Aita Mari, el capitán Simón Vidal pone rumbo al Mediterráneo central, entre África y Europa. «Nunca sabemos qué puede suceder», dice Vidal, que tiene tres años al frente del barco de Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), una pequeña organización que rescata migrantes que se lanzan al agua en botes endebles. En la más reciente misión, la número doce de la ONG, socorrieron a 43 personas, cuyas travesías habían empezado en Egipto, Sudán y Bangladesh. Enfrentaban olas de más de un metro de alto, estaban deshidratadas y cansadas. «El mar es enorme pero tristemente hay infinidad de casos en esa zona y los localizamos por los avisos de 'mayday'», explica Vidal, de 36 años, con tres de capitán. «Su navegación está comprometida, no tienen sistemas de seguridad ni chalecos salvavidas. Pueden zozobrar».

Esas alertas llegan por correo electrónico y están dirigidas a la flota civil y a las autoridades de los países más cercanos. «Nosotros operamos cuando hay silencio administrativo. Por ejemplo, Malta y Libia no contestan nunca y si Italia no lo hace, nosotros iniciamos el protocolo para ir. Sólo cuando ya hemos hecho el rescate nos responden para asignarnos los puertos». Desembarcan a los náufragos en Italia, por lo general, pero cada vez en destinos más alejados. Antes el Aita Mari, de 31 metros de manga y ocho de eslora, atracaba en Sicilia y ahora debe surcar unos 120 kilómetros de distancia adicional. «Eso son cuatro días más de navegación», traduce Vidal.

Regreso de la lancha al barco nodriza, Aita Mari. SMH

La política de puertos lejanos del gobierno italiano hace que las misiones de auxilio sean más costosas. En travesías de 45 días cada una -más tres semanas de preparación en el puerto-, con 14 tripulantes -de los que ocho son marineros profesionales- y recursos para decenas de personas extra, cada día de navegación cuesta unos 2.000 euros, asegura Íñigo Mijangos, coordinador de SMH. Contando el tiempo en puerto, calcula que se requieren unos 600.000 anuales, incluidos el salario de los marineros y las labores de mantenimiento con actualización y revisión de equipos. El dinero sale de entidades públicas en un 70% y el resto viene de donaciones, venta de merchandising y convenios con empresas, indica la ONG. «El proyecto está muy justo de financiación», mantiene Mijangos.

Tarea abrumadora

Desde que navega en expediciones humanitarias en el Aita Mari, el capitán Vidal no ha perdido una sola vida. Pero ha tenido difíciles rescates. «Escuchar el grito ahogado de las personas en el agua se te queda grabado», confiesa al recordar un «día muy gris» en el que encontraron siete barcos con unas 300 personas. «No abarcábamos a todas y es abrumador». Durante ocho horas subieron a 172 mujeres, niños y hombres y esperaron con el resto, que seguían en los cayucos, cuatro horas a que llegaran los guardacostas italianos.

Momento en el que suben las personas rescatadas al barco, donde les llevarán a un puerto seguro. SMH

La aproximación es un momento crucial en estos auxilios. La desesperación puede ser mala consejera. «Lo primero es pedir que mantengan la calma», refiere Vidal, que cuenta con un marinero senegalés, Edu, que habla varias lenguas africanas además de inglés y francés. «Todo depende de la modulación de la voz, las órdenes concretas y la actitud no verbal». Acercan la lancha, a veces dos, y reparten chalecos salvavidas. Con la seguridad garantizada, los suben a las lanchas y de allí al barco nodriza, que se mantiene a una buena distancia. «Si lo ven muy cerca, algunos creen que pueden llegar nadando, aunque no sepan, y los demás les imitan por miedo».

Desgaste y recompensa

La rehabilitación del Aita Mari, que servía para la pesca de bajura, es «recia», afirma Mijangos. «La convivencia es dura. Hay días torcidos», reconoce. Intentan que los rescatados «se sientan personas». «Hay un espacio en popa habilitado con un toldo, para protegerlos de la inclemencia del tiempo. Si el grupo es más grande intentamos tenerles en zonas lo más calientes y abrigadas posibles, aunque ya no tan cómodos».

Juego de mesa 'Salvar la flota', creado por Ogilvy, para recaudar fondos para la ONG Salvamento Marítimo Humanitario. R. C.

Los migrantes no deberían estar más que unas pocas horas a bordo, pero la estancia se alarga varios días. «Buscan que desgastemos nuestros recursos económicos», insiste Mijangos. Esos días les proveen de comida, mantas, minutos de internet para que se comuniquen con sus familias y duchas. La recompensa: «Basta con mirar a las personas a la cara y ver el agradecimiento junto a su sufrimiento», dice Vidal. «Pero yo solo hago lo que creo que es correcto». Ahora SMH se plantea hacer más rescates, aumentar las tres misiones anuales.

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