Cuidado con la deshidratación

Una persona que toma muy poca agua o padece una enfermedad que le hace perder líquido es más propensa a la deshidratación. Y es que el agua es la materia fundamental de la vida, mucho más que cualquier alimento. Mientras una persona puede permitirse el lujo de estar meses sin comer, tres o cuatro días sin bebida son una trampa mortal.

Para prevenir la deshidratación debemos:

1.- Beber agua. La cantidad de agua necesaria depende de la temperatura ambiente, pero en general se considera que la ingesta normal es de dos litros al día, dos tercios en forma de líquidos y el resto gracias a los alimentos.

2.- Frutas y Verduras. Además de presentar un alto contenido en vitaminas, fibra y antioxidantes naturales, estos alimentos destacan por ser un aporte fundamental de líquidos, imprescindibles en los meses de verano para prevenir la deshidratación.

3.- Mantenimiento del calor corporal. Una causa de deshidratación es el aumento de la temperatura corporal, por el incremento del calor ambiental o del propio organismo.

4.- Evitar la exposición al sol al mediodía.

5.- El valor de la ropa. Conviene usar prendas frescas de tejidos naturales como el algodón o el lino, ya que las fibras sintéticas retiene demasiado calor. También se debe evitar la ropa ajustada y proteger la cabeza con un sombrero. Los colores claros reflejan los rayos solares, dispersando el calor que generan.

5.- Ni alcohol, ni tabaco. El alcohol inhibe la hormona responsable de mantener el balance de líquidos. En cuanto al tabaco, su consumo provoca la deshidratación de la epidermis que aparece áspera, quebradiza e inflexible.

7.- Atención a la piel. En verano, las quemaduras de la piel se incrementan debido al efecto del sol. Para los niños, el agua es aún más imprescindible que en los adultos, ya que puede llegar a suponer el 75% de su peso corporal, mientras que una persona de edad media se queda en el 57%. Además, los niños metabolizan mucho más rápidamente el agua y los electrolitos, como el sodio, y por eso precisan mayor ingesta de los mismos. Por otra parte, su sistema de termorregulación aún es inmaduro y eso les hace más proclives a la deshidratación.

Las personas mayores habitualmente presentan una menor ingesta líquida como consecuencia de diversos factores: disminución de la percepción de sed, saciedad prematura o pérdida del placer por beber agua y otros líquidos, como la leche o los zumos. Las personas mayores a menudo restringen la ingesta líquida para evitar episodios de incontinencia urinaria. Otras veces el problema es la falta de accesibilidad al agua por dificultades de movilidad.

En verano, las personas suelen presentar una mejor salud, ya que disminuyen las enfermedades gripales y pulmonares. No obstante, el calor favorece la descomposición de los alimentos y, por tanto, la aparición de enfermedades intestinales, que en la mayoría de los casos privan al enfermo de la ingesta de líquidos y alimentos. Y esto podría conllevar una deshidratación.

Por otra parte, personas con problemas cardíacos, de obesidad, las que realizan una dieta baja en sodio o toman diuréticos deben consultar con los médicos para averiguar si puede ocurrir cualquier efecto secundario durante la exposición al calor excesivo.