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Adicciones a las nuevas tecnologías: «Los niños actúan por modelaje, nosotros somos el ejemplo»

Jesús Jiménez | Psicólogo ·

El especialista explica en La Rioja Directo de TVR que «la línea que separa el consumo racional del compulsivo o de una adicción es muy delgada» y facilita unos consejos para convivir de un modo sano con estas herramientas

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Logroño

Martes, 20 de abril 2021, 20:23

¿Nos influyen de manera decisiva las nuevas tecnologías? «Son una ventana al mundo, forman parte de nuestro día a día, nos han dado una grandísima capacidad de acción y de influencia», apunta el psicólogo Jesús Jiménez quien nombra algunas de las bondades de estas herramientas en una entrevista para TVR en la que se habla de adicción a ellas sin olvidar que también pueden sufrirla los pequeños de la casa.

«En una generación como la mía, todavía nos sorprendemos de poder hacer tantas cosas a través de ellas, desde una educación a leer artículos de investigación. Es una maravilla el estar a un solo 'clic'», comenta. Tampoco omite el valor de las nuevas tecnologías en este tiempo de pandemia: «Nos ha proporcionado una mayor socialización», pero hace un «paréntesis»: «Siempre teniendo en cuenta que es un sustitutivo». «En sí son positivas por el hecho de poder hacer una llamada si tus amigos están lejos», opina, aunque lo que puntualiza desde el programa de La Rioja Directo es que «debemos saber hasta qué punto estamos en un consumo activo y uno pasivo de las redes sociales». «El estar pendientes de cuándo suena el teléfono o de cuándo se comenta una foto es un consumo compulsivo, que es más peligroso», indica.

La pregunta a la que responde en relación a estos comportamientos es si «¿es difícil distinguir cuándo el uso es positivo o negativo?»

«Hay una frase muy extendida sobre que hay que hacer un uso racional de las nuevas tecnologías. Esto es fácil decirlo, pero mucho más complicado llevarlo a cabo», afirma. «Por una parte están las nuevas tecnologías que en sí son un vehículo y, por otra, las adicciones secundarias que facilitan estos vehículos como a las compras, a los juegos on line, apuestas...», repasa.

«Socialmente está aceptado y generalizado que uno saque un móvil en una comida de grupo y le prestemos atención, me pregunto que pasaría si hiciéramos lo mismo con un libro», explica, «me mirarían raro». «Al final, nuestra tolerancia a la frustración conlleva que el hecho de que accedamos tan rápido difumina hasta qué punto tenemos el uso racional o una adicción, que en primeras fases no somos conscientes de que la sufrimos», apunta. «La línea que separa el consumo racional del compulsivo o una adicción es muy delgada», determina.

¿Y cuáles son las consecuencias si estamos desarrollando un uso compulsivo?

Para este profesional hay varias. «La falta de concentración por la dispersión de información». «Tenemos tanta información que nos vemos menos capaces de leer un artículo entero o un capítulo de un libro». «Existe también la llamada nomofobia», añade, «esa compulsividad por saber qué han dicho de mí cuando he colgado una foto, por ejemplo». «Ahí puede empezar esa pequeña alarma».

Se desarrolla una «baja tolerancia a la frustración», dice. «Antes hacíamos una fotografía y teníamos que esperar a revelarlas para enseñarles a nuestros amigos el grupo que habíamos hecho en verano o la novieta. Ahora automáticamente recibimos ese refuerzo cuando la colgamos», analiza.

En su opinión, otra consecuencia destacable es «la limitación del lenguaje». «Empezamos con las abreviaturas, pero es importante ser consciente del momento en el que empezamos a limitarnos. El límite del lenguaje es el límite de mi mundo», recalca. «También hemos dejado de aburrirnos, vivimos en una cultura del sobre estímulo. El aburrimiento sin pereza es la semilla de la creatividad. Ahora lo que ocurre es que siempre tenemos que estar conectados, haciendo algo, cuando tampoco eso nos lleva a la consecución de objetivos a largo plazo porque la tolerancia a la frustración ha bajado. Hay que tener en cuenta siempre que las nuevas tecnologías nos dan algo y siempre nos quitan algo, pensarlo de vez en cuando es muy bueno», resume.

Cuando el videojuego es un «analgésico»

El este mundo de las nuevas tecnologías, los niños son la parte de la sociedad a la que hay que prestar una atención especial. Ellos están también expuestos y, por lo tanto, no están libres de 'engancharse' a ellas. Desde el punto de vista de las adicciones, la nueva generación de videojuegos tiene dos cosas fundamentales para el Jiménez: la recompensa inmediata como la que se produce en el hecho de «superar una pantalla» y «la sensación de control sobre ese muñequito» que es el protagonista.

«Esto va a hacer que, en el día a día en los retos que se nos antojen difíciles, volvamos al videojuego pero no como fuente de placer sino para reducir el malestar por esa angustia que puede estar generándonos el nuevo reto», razona sobre las características de los nuevos productos y de las sensaciones que pueden producirse.

El especialista se centra en esta conversación en un grupo concreto de la población, los pequeños con déficit de atención. «Con el videojuego tienen mucha atención. En ese caso es un analgésico momentáneo, es otro yo paralelo en el que nos insertamos y esto a medio plazo va a dificultar cómo gestionamos las relaciones y las frustraciones», detalla.

Por otra parte, destaca también el valor positivo que tienen estos juegos en lo psicomotriz y en la coordinación, en este aspecto está demostrado que «van a ayudar», pero «el componente adictivo hay que tenerlo en cuenta, es importante».

Claves contra la adicción

La clave está en convivir con las nuevas tecnologías pero sin que dominen nuestro día a día. Jiménez indica algunas claves para lograrlo. «Como padres, a nivel preventivo. Es decir, debemos limitarlas», defiende el psicólogo. «Hablamos de limitación de horarios y de lugares, pero no de una prohibición«, concreta. «Es muy sencillo: no cojas el móvil. Pero hay que dar alternativas, vamos a estar más con los niños», aconseja. «Con los niños más pequeños, todos, cuando han llorado en algún momento les hemos puesto 'Pepa Pig'. Estas nuevas tecnologías, de tan rápido acceso, pueden convertirse en las nuevas 'nannys'», asegura. «Todas estas cosas van generando una semilla».

«Con los niños más pequeños, todos, cuando han llorado en algún momento les hemos puesto 'Pepa Pig'. Hay que darles alternativas»

La actuación de los padres en momentos de familia también son importantes. Señala entre ellos el de la hora de la comida. «Nosotros mismos no debemos de coger el teléfono», apunta. «Los niños no actúan tanto por instrucciones como por modelaje», dice para hacernos entender que hay que dar ejemplo, «ocurre en mil facetas» y «hay que dar el espacio para el aburrimiento».

Finalmente, para los mayores hay también algún consejo: «Debemos de valorar de vez en cuándo cuánto tiempo dedicamos a cosas como el móvil, ejercer la desconexión voluntaria, irnos sin el teléfono e intentar mantener ese lenguaje de buena educación, no hacer abreviaturas ni olvidar un buenos días, gracias o un saludo».

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