La resistencia a los medicamentos podría causar 10 millones de muertes al año en 2050

Los antimicrobianos -antibióticos, antivíricos, antifúngicos y antiprotozoarios-, son fundamentales para luchar contra las enfermedades, pero cada vez son más ineficaces y muchas patologías comunes como las infecciones de las vías respiratorias, de transmisión sexual y de las vías urinarias, se están volviendo intratables. Esto se debe, principalmente, al uso indebido y excesivo de los mismos en humanos, animales y plantas. Otros factores determinantes son: el escaso acceso a medicamentos, vacunas y pruebas diagnósticas asequibles y de calidad, la falta de concienciación y conocimiento, y los desplazamientos.

Las enfermedades farmacorresistentes ya causan al menos 700.000 muertes al año en todo el mundo, 230.000 de ellas por tuberculosis multirresistente. Si no se toman medidas, la cifra podría aumentar a 10 millones de muertes al año para 2050 y, en los países de ingresos altos, aproximadamente 2,4 millones de personas podrían morir entre 2015 y 2050 por este motivo.

Por su parte, el daño económico causado por la resistencia a los medicamentos podría ser comparable al de la crisis financiera mundial de 2008-2009 debido al gran aumento de los gastos en atención sanitaria, al impacto en la producción de alimentos y piensos, el comercio y los medios de vida, y al aumento de la pobreza y la desigualdad.

«El mundo ya está sufriendo las consecuencias económicas y sanitarias de la ineficacia de los medicamentos esenciales. Si los países no invierten en todos los niveles de ingresos, las generaciones futuras se enfrentarán a los efectos desastrosos de la resistencia incontrolada a los antimicrobianos», advierte el informe, en el que los expertos exigen una «acción inmediata, coordinada y ambiciosa» para evitar una crisis «potencialmente peligrosa».

Algunas medidas fundamentales para minimizar el impacto de la resistencia a los antimicrobianos son: fortalecer la prevención y el control de las infecciones en los centros sanitarios y las granjas; mejorar el acceso al agua potable, el saneamiento y la higiene; establecer sistemas reglamentarios más sólidos y apoyar programas de sensibilización para el uso responsable y prudente de los antibióticos por parte de los profesionales de la salud humana, animal y vegetal; e invertir en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías que combatan su resistencia.