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Relato anticipado de una cena de Nochebuena

Relato anticipado de una cena de Nochebuena

La responsabilidad encabeza la lista de consejos para cuidar y cuidarse del coronavirus en las fiestas navideñas

Viernes, 18 de diciembre 2020, 00:19

¿Cuántas personas se pueden juntar en Navidad? ¿Se puede viajar a otra comunidad? ¿Qué son los allegados? Hace un año la pandemia del coronavirus sonaba a chino y ahora las dudas son más de andar por casa. Lo que no quiere decir que sean livianas. Sobre todo en un escenario, el navideño, que muchas personas no conciben sin celebrar en compañía de mayores y pequeños.

Quizá suena cursi, pero es de cajón. ¿Y qué pasa con los abrazos? «Es una pregunta difícil; es difícil no dar abrazos si te juntas con gente, ¿no?», se cuestiona José Luis Jiménez, reconocido experto en química-física de aerosoles atmosféricos en la Universidad de Colorado (EE UU). La norma, en base a la distancia social, es que los abrazos, aunque duela, no deben darse. No obstante, si se dan, «diría que a lo mejor se puede aguantar la respiración. Respirar y darse un abrazo y volver a mantener la distancia», explica el experto. Y siempre con la mascarilla «muy bien puesta». No está de más lavarse las manos o desinfectarlas antes y después.

No tarda en añadir que «igual es más fácil decir que es mejor mantener la distancia en todo momento». Y alude a la responsabilidad. En cierto sentido es posible que aunque sea mejor no dar abrazos, se den, de ahí la importancia de contar con algunas recomendaciones y también algunas advertencias. Sobre todo en una época en la que se puede tender a relajar las medidas movidos por la alegría de juntarse o en algunos casos en los que toma partida el alcohol.

Ocurre algo similar con las celebraciones en sí. Dice Jiménez que lo mejor es no reunirse, pero que «si la gente se va reunir, que se va reunir sí o sí, es mejor hacerlo lo menos posible, con la menor gente posible, el menor tiempo posible y ventilar». Y no olvidarse de la mascarilla. «No hay que asumir que porque un gobierno diga seis o diez personas o que los niños no cuentan, que eso no es peligroso, porque sigue siendo peligroso», advierte.

La clave de esta historia son los aerosoles. «Al principio de la pandemia se decía mucho que el virus se transmitía por superficies (por gotas más grandes) y la gente dedicó mucho esfuerzo a eso». No obstante, asegura que «no es muy fácil contagiarse» de este modo y que «simplemente con lavarnos las manos con una cierta frecuencia y tener cuidado con no tocarnos los ojos, la nariz y la boca, podemos evitarlo». Por eso dice que «el esfuerzo realmente hay que ponerlo en la infección por el aire».

La forma de contagio, de hecho, ha sido y sigue siendo objeto de debate. «El virus se transmite sobre todo a través del aire, de aerosoles (gotículas, gotitas microscópicas) que son como un 'humo' que sale de las personas infectadas y se queda flotando en el aire», explica el experto. Y este 'humo' infecta sobre todo en dos situaciones: la primera es «cuando hablamos con una persona infectada, sobre todo sin distancia y sin mascarilla, en interiores o en exteriores», y la segunda, «cuando compartimos el aire de una habitación». La recomendación en este caso es clara: primar los espacios abiertos y ventilar.

Las reuniones navideñas, añade Jiménez, «tienen condiciones muy propicias a casos de superpropagación». Y enumera: «Es mucho tiempo en un espacio compartido, en unas casas en España que normalmente están muy bien selladas y muy mal ventiladas, hablando y sin mascarilla porque estás cenando, mezclando generaciones y gente que no vive en la misma casa...». Una situación, en definitiva, «muy peligrosa».

Una de las posibilidades para minimizar el riesgo podría ser «hacer un test y una cuarentena de dos semanas». Pero, ¿quién tiene dos semanas para aislarse sin ver a nadie antes de la cena de Nochebuena? «Entonces yo diría que esta Navidad habría que saltársela, que simplemente es celebrarla, en cuanto a la cena y estas cosas, en espacios cerrados solo con gente con la que ya convivimos, y sobre todo no juntarse con abuelos».

En una guía de recomendaciones navideñas elaborada por expertos de diferentes ramas, como Salvador Macip, médico investigador en la Universidad de Leicester (Reino Unido) y doctorado en genética molecular, el virólogo Estanislao Nistal, profesor de Microbiología de la Universidad CEU San Pablo, o César Carballo, médico de urgencias del Hospital Universitario Ramón y Cajal, los firmantes indican que hay que empezar a pensar que «las burbujas (pequeños grupos sociales) deben ser constituidas por los miembros más importantes, no dejando a nadie solo, pero sin 'invitados accesorios'». También que «hay que priorizar la prevención de riesgos en las personas que quieren estar juntas en las fiestas» y estas «deben de evitar exponerse a situaciones de riesgo en los 10-14 días anteriores a la celebración».

Ahí está el regalo de las navidades. Y no, no es un walkie-talkie. «Para saber cuánto ventilar es muy útil tener un medidor de CO2, que nos dice básicamente cuánto aire exhalado hay un sitio», revela Jiménez. Cuánto de ese 'humo' se ha acumulado en un lugar cerrado. Se puede decir que la media está entre 700 y 800 partes por millón, pero en una cena navideña, en la que es posible que se hable sin mascarilla (aunque no sea recomendado) «deberíamos tener menos, como 500 o 600 partes por millón». En cualquier caso, nunca miles, porque «eso es peligrosísimo». Para rebajar esa medición hay que abrir ventanas y dejar que corra el aire.

El resumen es menos gente, menos tiempo y más medidas. Teniendo en cuenta que, como indica el Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC) en sus recomendaciones para la temporada festiva de fin de año, «ninguna medida de control disponible en la actualidad es suficiente para mitigar o controlar la propagación de la covid-19». Es, entonces, un trabajo en equipo.

En definitiva, que no se trata tanto de esa idea pseudocinematográfica de salvar la Navidad, sino de «asegurarnos de reducir el riesgo de que alguien no esté en las próximas navidades, que es una cosa mucho más grave que saltarse una cena», resume Jiménez.

Y, para ello, se pueden aprovechar las ventajas de enfrentarse a una pandemia en pleno siglo XXI y que en el caso de las relaciones sociales están más a mano de lo que en la normalidad, a secas, podríamos pensar.

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