redacción
Martes, 23 de junio 2015, 13:54
A través de un estudio hecho con 2.800 estudiantes de entre 11 y 21 años que cursaban desde primero de la ESO a segundo de Bachillerato, investigadores de Psicología de la Educación las Universidades de Córdoba y Sevillan han concluido que la inteligencia emocional ... puede ser un protector ante la agresión. Así, y con el objetivo de reducir los casos de acoso escolar, los científicos recomiendan a los profesores una gestión del aula que potencie las capacidades de los alumnos para reconocer las emociones propias y de los demás, por el que tengan una respuesta adecuada ante situaciones de violencia.
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«La labor del profesor no se circunscribe a enseñar una materia, sino que también debe motivar una serie de habilidades sociales, de comportamiento y de autoconocimiento entre sus alumnos», afirma José Antonio Casas, del Departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba. Desde esta perspectiva, el equipo científico se centró en comparar la gestión de la clase que realiza el profesorado y la inteligencia emocional desarrollada por los estudiantes en un estudio cuyo resultado ha sido publicado en British Journal of Educational Psychology.
Para el estudio, los investigadores pasaron un cuestionario a una muestra de alumnos representativa de Andalucía, con estudiantes de 24 centros de las ocho provincias matriculados tanto en colegios e institutos públicos como privados. A los encuestados se les preguntó directamente si eran agresores o víctimas, si habían sido golpeados o insultados y si había sido de forma reiterativa. «Al ser cuestionarios anónimos, las respuestas de los agresores y de las víctimas suelen ser sincerasz», indica Casas. También se les preguntó sobre sus reacciones y manifestación de diferentes sentimientos y qué evaluación hacían de la gestión de la clase por parte de los profesores.
Según sus autores, esta investigación puede ayudar a establecer políticas para reducir la incidencia de este tipo de agresiones, que afecta a en torno a un 10% de los estudiantes de Secundaria y Bachillerato. «No se trata de un fenómeno habitual en las aulas en los que la mayor parte de los estudiantes esté involucrada, en realidad sólo uno de cada diez alumnos lo está, ya sea en el papel de víctima como en el de agresor en el caso del ciberacoso, este porcentaje puede ascender al 20% de los estudiantes, pero esto no significa que sea problemático y haya que atajarlo», agrega Casas.
¿Por qué la inteligencia emocional?
Llamamos inteligencia emocional a la capacidad de un individuo para reconocer las emociones propias y de los demás, regular estas emociones y el tipo de respuestas que da. Un beso, por ejemplo, es una manifestación de sentimientos y, por tanto, de inteligencia emocional.
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Los investigadores observaron que las tres vertientes de la inteligencia emocional (reconocimiento, regulación y respuesta de los sentimientos) influían en la respuesta que daban las víctimas ante un acoso. «Se detectó que disponer de poca inteligencia emocional o tenerla muy desarrollada es una actitud proclive para ser víctima», apunta el psicólogo.
De igual modo, los investigadores observaron que la respuesta del profesorado influye en cómo el alumno regula, atiende y da respuesta a sus propias emociones y las de los demás. Por ello, recomiendan esa gestión positiva de la que hemos hablado anteriormente, esto es, que sean cercanos con su alumnado.
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«Con este trabajo, se ha puesto en evidencia hasta qué punto es importante invertir en la formación del profesorado para revertir la violencia en las aulas, ya que, aunque los educadores han adquirido mayor sensibilidad con este tema, los protocolos de actuación se pueden mejorar con la inclusión de variables como la gestión positiva de la clase o la potenciación de la inteligencia emocional», explica Rosario Ortega, investigadora de la Universidad de Córdoba.
En este sentido, la responsable del Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevención de la Violencia de la Universidad de Sevilla, Rosario del Rey, señala que «una de las claves de este estudio es establecer una base para mejorar las intervenciones en casos de acoso escolar. Lo que se hace está bien en parte, pero hay que orientar hacia una atención personalizada con el alumnado en los procesos de detección de acoso escolar», incide.
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Los investigadores de la Universidad de Sevilla trabajan en el diseño de un programa de intervención para poder transferir este conocimiento a las administraciones competentes en materia educativa.
El fenómeno del acoso escolar mengua conforme el alumno madura, ya que va adquiriendo mayor inteligencia emocional. Aunque paralelamente aparece otro fenómeno: el del ciberacoso a través de dispositivos móviles, fundamentalmente a través del móvil y el ordenador.
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