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A las cero horas del 9 de mayo de 2021, media España parecía estar celebrando la Nochevieja. En ese instante, seis meses después de que hubiera sido decretado por el Parlamento, decaía el segundo estado de alarma de la pandemia y las calles se llenaron ... al grito de «¡Libertad, libertad!», como si la covid-19 fuera ya un recuerdo, cuando todavía era el presente. Mientras tanto, los epidemiólogos aguantaban la respiración. Las aglomeraciones de esa noche y de las noches siguientes invitaban al pesimismo: sin haber vencido todavía la cuarta ola del virus, la quinta podría estar llamando a la puerta.
«Es casi seguro que dentro de unos pocos días se va observar un pico», dijo el 10 de mayo el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), Fernando Simón, en una comparecencia en tono lúgubre. «Hasta hace dos días hubiese dicho que iba a continuar la tendencia descendente, pero ahora mismo no lo sé. No sé, ni yo ni nadie, lo que va a pasar en España o la cantidad de gente que va a ingresar en las UCI. No creo que nadie se atreva a decir lo que va a pasar», afirmó Simón.
Sin embargo, un mes después de aquellas primeras madrugadas de excesos, las actualizaciones del Ministerio de Sanidad muestran que el temido apocalipsis no ha sido tal y todos los indicadores, en mayor o menor medida, han mejorado. Desde el 9 de mayo, la incidencia acumulada a 14 días ha bajado todos los días y ha pasado de los 198,60 casos (7 de mayo) a los 111,91 registrados este miércoles.
La comunidad autónoma con peores datos entonces, País Vasco, con 447 de incidencia, respira ahora con 175,41 y también ha descendido la incidencia a 7 días (de 84,24 a 49,64), Además, ha disminuido el número de contagios diarios (de 8.186 el 7 de mayo a 4.427 este miércoles) y el número de fallecidos (de 66 a 23). Finalmente, la presión hospitalaria (6,85% frente a 3% ahora) y de las UCI (21,85%-10,94%) han mejorado sensiblemente.
Dos hechos ayudan a entender por qué la pandemia no ha vuelto a desatarse en España. Primero, porque pasada la euforia de los primeros días sin toque de queda y con libertad de movimientos entre comunidades, las restricciones, mejor o peor, se siguen cumpliendo y todavía no se ha decretado el fin del uso de la mascarilla en exteriores.
Pero sobre todo, la covid-19 se frena en España porque la vacunación está funcionando. El último día del estado de alarma, el 28% de la población (13.271.511 personas) había recibido por lo menos una dosis y el 12,6% (5.956.451 personas), la pauta completa. A España, entonces, habían llegado 21.100.665 dosis. Ahora, el país ya ha dispuesto de 34.715.980 dosis, con las que vacunado, con una dosis, a 20.305.788 personas (42,8% de la población) y con la pauta completa a 11.552.393 ciudadanos (el 24,3%).
En cualquier caso, muchos epidemiólogos ven el vaso medio vacío y creen que si las medidas de excepción se hubieran mantenido algunas semanas más, la situación de la pandemia en España sería en estos momentos mejor que la actual.
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