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Cada vez son más los expertos y ONG que alertan del destrozo psicológico que los meses de confinamiento, restricciones sociales y el dolor de la pandemia han causado en los niños y adolescentes españoles. Hay ya varios estudios que demuestran la gravedad de la situación ... y que pronostican que el goteo de casos durará años. Ahora Save the Children traslada un preocupante hallazgo a todos los poderes públicos. La pandemia ha causado graves daños a la salud mental de todos los niños, pero se ha cebado, con mucha diferencia, en los hijos de las familias más pobres.
El estudio realizado por la ONG no deja lugar a dudas. A la vista de sus datos, se puede afirmar que los niños de familia con muy escasos recursos han desarrollado durante la pandemia más del triple de trastornos mentales y de conducta que sus pares de los hogares más ricos.
La encuesta nacional realizada por la organización señala que el 13% de los chicos pobres de 4 a 14 años presentan síntomas de ansiedad, depresión, miedos, hiperactividad o trastornos alimentarios graves, lo que supone cuatro veces más que el 3% de jóvenes de hogares pudientes con síntomas similares. La proporción es semejante si el factor que se tiene en cuenta es la pérdida del empleo. Los niños de familias con desempleados sufren estas patologías en un 10% y los chicos de hogares sin paro un 3%. También son el triple los niños y adolescentes sin recursos con ideaciones suicidas (4%) que los de capas sociales más elevadas (1,25%).
Las familias en situación de pobreza o con grandes carencias viven con estrés, angustia e inestabilidad, situaciones que siempre han sido un factor de riesgo para que sus hijos tengan problemas psicológicos, pero la brecha socioeconómica en la salud mental se ha ensanchado aún más durante la pandemia. Si antes del coronavirus la proporción entre ricos y pobres era del doble de trastornos psicológicos ahora es del triple.
Es más fácil apreciar la gravedad de la cascada de patologías mentales de los niños pobres si se tiene en cuenta que se produce en un momento en que la salud mental se ha agravado sobremanera en todos los chicos, tengan en entorno familiar que tengan. Es decir, multiplican por tres o por cuatro una media ya altísima.
El estudio indica que los cambios de hábitos, la pérdida de relaciones sociales, la sobreexposición a las pantallas y la convivencia con la enfermedad, el dolor y la muerte de seres queridos ha causado trastornos mentales al 4% de todos los españoles de 4 a 14 años y trastornos de conducta al 7%. El cuádruple y el triple, respectivamente, que en 2017, cuando se produjo la última encuesta nacional de salud. La cara más dura de esta situación la dibujan el 3% de niños, sobre adolescentes de más de 12 años, que han tenido pensamientos suicidas y los 61 menores de 14 años que se quitaron la vida en 2020. La menos severa, pero también preocupante, son el 30% de chicos, casi el doble de antes de la pandemia, a los que sus padres ven infelices: aislados, menos comunicativos, sin ganas de jugar, inquietos, desanimados o llorosos.
Además de la situación socioeconómica y laboral de la familia, hay toda otra serie de aspectos que aumentan el padecimiento de estas patologías mentales, como el consumo de tabaco, drogas o alcohol, el maltrato, la violencia de género, los abusos sexuales y de forma especial el 'bullying', multiplica por 2,5 las posibilidad de enfermedad e ideaciones suicidas.
Save the Children lanza su aviso a las autoridades porque su estudio, además del grave problema de salud, ha detectado la enorme falta de medios en el sistema sanitario español, que en muchos casos esta colapsado, para atender los padecimientos mentales de los menores y, lo que es tan malo, la falta de sistemas y protocolos de detección temprana, para evitar casos más graves o crónicos.
Faltan pediatras, psicólogos clínicos y psiquiatras especializados en infancia, falta coordinación entre atención primaria y hospitalaria y la inversión de los recursos indispensables y este colapso conduce a listas de espera y excesiva medicación el tratamiento de los niños.
«Las listas de espera para recibir atención psicológica o psiquiátrica se convierten en un cuello de botella al tiempo que el trastorno suele ir empeorando o cronificándose. Es intolerable que el acceso a la salud mental también dependa de la renta. La infancia y la adolescencia más vulnerable debe tener a su alcance recursos públicos y de calidad», reclama Andrés Conde, director general de la ONG.
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