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De pelo blanco, traje gris y corbata roja, Machado diría de él que presenta un «torpe aliño indumentario». La corbata roja, con el lazo flojo, no se la quita casi nunca desde que descubrió que le daba buena suerte. A quienes le preguntan si la ... prenda tiene alguna significación política, él se limita a decir que su único secretario general es el papa Francisco. En su despacho de la iglesia de San Antón, en el madrileño barrio de Chueca, se hace acompañar de multitud de imágenes religiosas y de fotos de personas de todos los ámbitos, desde el mundo del espectáculo al político. El templo, que antes de la crisis de coronavirus permanecía abierto las 24 horas, ahora se ve obligado a ofrecer sus misas por 'streaming'. El padre Ángel -pocos saben que se apellida García Rodríguez-, es fundador de Mensajeros de la Paz, una organización presente en 55 países y que atiende a niños, ancianos, mujeres maltratadas y pobres.
Las residencias de ancianos gestionadas por Mensajeros de la Paz -unas 120 en todas España- pasan por un momento apurado. Por el momento ya han muerto nueve personas mayores a causa del coronavirus en centros de Madrid. A su vez, hay 74 trabajadores sospechosos de haberse infectado por el virus causante del COVID-19, lo que ha dejado muy mermadas las plantillas.
-¿Cómo encara esta difícil situación?
-Antes que nada quiero dedicar mis primeras palabras a las familias que han sufrido la terrible pérdida de sus familiares. Estamos siguiendo todos los protocolos de aislamiento para evitar más contagios. Nuestros mayores son lo que más nos importan y estamos a la espera de una contestación por parte de los responsables públicos y del gobierno. Las emergencias están en las residencias de nuestros mayores. Muchas se han transformado por el coronavirus en hospitales, pero sin estar dotadas de los medios que los estos centros sanitarios tienen.
-¿A qué organismos se han dirigido?
-Hemos hecho un llamamiento para que intervenga la Unidad Militar de Emergencias (UME) y preste su ayuda para desinfectar nuestras residencias.
-¿Y han interpelado a los poderes públicos?
-Pedimos ayuda a la Comunidad de Madrid para que donara material sanitario como mascarillas y guantes, pero las necesidades son muchas y las existencias pocas. Aun así, nos dieron 500 mascarillas quirúrgicas, una donación que agradecemos pero que es muy insuficiente.
-¿Qué perfil tienen las personas que han muerto por coronavirus?
-Los fallecidos son personas mayores de 80 años aquejadas de pluripatologías, circunstancia que le has impedido recuperarse.
-¿Con tanto personal de baja, tendrá muchos dificultades para cuidar a los ancianos?
-Nos hemos dirigido a la Dirección General del Mayor de la Comunidad de Madrid para que procure refuerzos de personal, pero el problema es que es difícil encontrar trabajadores especializados en cuidados geriátricos. Los voluntarios carecen de la formación adecuada.
-¿Cómo definiría la respuesta de la sociedad?
-La crisis está sacando lo mejor de cada persona. En una residencia de Asturias, las abuelas han confeccionado mascarillas de tela y lo mismo han hecho en un centro de discapacitados a cargo de nosotros.
-El restaurante Robin Hood de Madrid, una iniciativa de la ONG que ofrecía comida a personas sin recursos, ¿también ha tenido que cerrar?
-Abre los lunes para ofrecer desayunos a los 'sin techo', aunque muchas personas necesitadas se están yendo al recinto ferial de Ifema, donde se ha acondicionado un albergue para acoger a quienes carecen de un hogar. Pero me dicen que no dan abasto.
-Supongo que la Iglesia de San Antón, de la que es párroco, también permanece cerrada. Lo digo porque la Conferencia Episcopal recomendó hace días que los creyentes siguieran la eucaristía por radio, televisión e internet.
-Las misas y el rezo del rosario se ofrecen por 'streaming', sin la concurrencia de fieles. Por lo demás, el papa Francisco ha autorizado que la absolución y la bendición se puedan dar por teléfono.
-¿Acude usted a domicilios particulares para administrar los sacramentos?
-No, tengo 83 años y tengo que tomar precauciones no solo por mí, sino también por los demás, para evitar posible transmisiones debidas a un acto de imprudencia.
-¿Qué más se puede hacer?
-Rezar y rezar, cosa que pueden hacer también los no creyentes. El espíritu de la oración, aunque no se tenga fe, calma y nos inunda.
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