La pandemia no sólo trajo sufrimiento y muerte. Aunque, por desgracia, una crisis sanitaria trae consigo dolor por encima de cualquier otra consideración, la de la covid-19 también ha dejado secuelas que tienen su parte positiva. Pocas, pero las hay. Quizás intentar ver lo ... bueno de algo tan trágico como lo vivido en los tres últimos años sea una forma de aliviar el drama. Un equipo de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, ha realizado ese ejercicio y ha descubierto que el coronavirus ha hecho más por el autocuidado de la salud que todas las campañas institucionales a favor de la prevención de los últimos años. Pero ojo, la moneda tiene cara y cruz. Muchas de esas actitudes son fruto de una obsesión por la limpieza que raya lo enfermizo.
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Siendo realistas, las personas no son más buenas, más empáticas y más solidarias desde que el coronavirus de Wuhan se expandió por el mundo, como se malpredijo que ocurriría. Los humanos, para bien y para mal, seguimos siendo los mismos. Pero sí utilizamos más productos para el cuidado personal y más limpiadores domésticos. Incluso consumimos menos comida rápida. Además, en general, hacemos más deporte, porque desde la pandemia -y lo constata otro estudio de la Universidad de Florida Central, también en EE UU– la bicicleta se utiliza mucho más que antes.
Los dos trabajos se publican en revistas de prestigio. El primero de ellos, que lleva la firma de la Escuela de Salud Pública Mailman de Columbia, se ha difundido en la prestigiosa publicación Plos One y es el resultado de una encuesta a 1.535 personas de seis estados del país de las barras y estrellas. A pesar de lo positivo que puede resultar comer más sano y tener una mejor higiene, los autores del trabajo advierten de que estos cambios, en realidad, no son fruto de una lección aprendida, sino que «se relacionan con el estrés postraumático provocado por la pandemia»
Ser más limpio puede ser una buena cualidad, pero también la manifestación de una manía; y si algo ha traído la pandemia es un estallido de enfermedades y trastornos de salud mental. Esta es la opción que eligen y la advertencia que lanzan los autores del informe. Cosas buenas sí, pero cuidado con ellas. Las que siguen son sus principales conclusiones.
Higiene personal. La mitad de los encuestados admite que usa más jabones líquidos (52%) y antibacterianos (48%). Un 82% reconoce, además, que aún utiliza geles desinfectantes de manos. El uso mantenido de los tres productos es para los autores del trabajo una clara prueba de que se trata de una cuestión más de estrés postraumático que de higiene. Especialmente cuando se ha visto que se venden menos productos para el cuidado del cabello, como geles y lacas, y de maquillaje, como perfumes, lociones, lápices y esmaltes.
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Limpiadores domésticos. Las ventas parecen haberse disparado. Dos tercios de los encuestados usan más limpiadores antibacterianos y un 54% compra ahora –y antes no lo hacía– productos que contengan lejía. La desinfección se ha convertido en una obsesión.
Alimentación. Casi la mitad de los encuestados (49%) come más comidas caseras que antes de la pandemia, lo cual está muy bien. Un tercio (34%) ha reducido incluso de manera importante su ingesta de comida rápida. En general, se trata de una buena opción de salud, pero los autores del informe advierten de que este cambio, en la mayoría de los casos, se dio en personas que presentaban síntomas de estrés postraumático.
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El segundo de los trabajos, que ha salido en el medio Nature Scientific Reports, se centra más en lo positivo de todas estas circunstancias al constatar el auge que vive el uso de la bicicleta desde que comenzamos a vivir la nueva normalidad. La mayor utilización de las dos ruedas, según explican, no es fruto de una nueva manía social, sino que se ha dado entre «personas respetuosas con el medio ambiente, entre las que se sienten más satisfechas con sus propias vidas».
Casi el 14% de los encuestados, y fueron más de 7.000, reconoció que desde la pandemia pedaleaba mucho más. Sólo, en cambio, un 4% dejó de andar tanto en bici como lo hacía antes de marzo de 2020. «La pandemia ha afectado a todos los aspectos de nuestra vida, incluida la movilidad», explicó Natalia Barbour, una de las autoras del trabajo.
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Las estimaciones internacionales apuntan a que entre un 20% y un 30% de las emisiones de C02 proceden del transporte, público y privado. El uso de la bicicleta, por ello, es una de las mejores formas de combatir el cambio climático. «En lo vivido, ha habido también consecuencias positivas y ésta, sin duda, es una de ellas», rubricó Barbour.
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