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marta palomo
Jueves, 14 de mayo 2015, 19:49
Se enteran del terremoto de Nepal antes que nadie, por unos compañeros que están en un estado vecino, y la maquinaria de Médicos Sin Fronteras empieza a funcionar. José Antonio Bastos, presidente de esta organización en España desde 2010, tiene claro que en estos casos « ... la velocidad de respuesta es la clave», y confía en que la ayuda internacional se siga acordando de los habitantes del Himalaya cuando, tras esta primera fase aguda, toque reconstruir el país.
Así como existen las especialidades de Neurología y Cardiología, o la de familia que es la que estudió y hasta ejerció un tiempo en Barajas (Madrid), ¿podemos hablar de medicina de catástrofes?
Sin duda. Es un tipo de medicina que ha heredado mucho de otras y que poco a poco ha ido cogiendo cuerpo. Combina la medicina tropical, la cirugía de guerra y un concepto que se definió en los años 80 como atención a refugiados que tiene una visión muy, muy pragmática de la salud enfocada a controlar la mortalidad.
Esta atención médica ¿es muy diferente de la que conocemos en los hospitales occidentales?
Aunque la esencia es la misma, tratar a seres humanos, sí que es muy distinta respecto al pragmatismo, ya que las situaciones a las que nos enfrentamos son muy diferentes.
¿Por ejemplo?
Muchísimos. Un paciente de cólera en occidente estaría ingresado en una Unidad de Cuidados Intensivos, en cambio en las misiones de Médicos Sin Fronteras a veces debemos tratar a centenares de ellos a la vez. Hemos desarrollado una eficacia máxima de la respuesta, casi una industrialización de la medicina. Y no es fácil. Esta medicina, también llamada humanitaria, se enfrenta a diario a retos éticos que en la medicina normal solamente se dan en ocasiones muy extremas. En un contexto de conflicto los dilemas éticos son mucho más brutales y frecuentes que en Occidente.
¿También se enfrentan a este tipo de disyuntivas cuando intervienen en catástrofes naturales como el terremoto que sacudió Nepal el pasado 25 de abril?
En Nepal el reto de los primeros días es elegir a quién tratar, el famoso triaje (una palabra francesa que significa elegir). Ante una avalancha de heridos debes seleccionar de una manera muy brutal a los que se van a morir seguro, para darles poco más que atención básica, los que requieren ser operados en las siguientes dos horas, que tienen prioridad completa, y los que pueden esperar. A día de hoy esa fase ya ha pasado.
Comenta que tres semanas después del sismo esa primera atención médica enfocada a la supervivencia inmediata ya ha quedado atrás. ¿Existen fases diferenciadas de intervención tras una catástrofe de este tipo?
Las primeras 48 horas son las más críticas para salvar vidas mediante el rescate, y los siguientes cinco días para actuar sobre las heridas que son consecuencia directa del terremoto. Algo muy concreto que sucede en estos casos es el síndrome del aplastamiento. Cuando los músculos de alguien son aplastados durante muchas horas liberan a la circulación sanguínea una proteína que atasca los riñones y produce una insuficiencia renal aguda. Así, a la semana de un terremoto empieza una epidemia de personas que necesitan diálisis.
Una vez superadas las consecuencias directas del sismo, ¿a qué problemas se enfrentan los habitantes del Himalaya?
Ha empezado una fase de recuperación larguísima y de complicaciones indirectas del terremoto, como la destrucción de hospitales y del alcantarillado, fallos en la distribución de agua potable y alimentos, falta de higiene, hacinamiento... El relanzamiento del sistema de salud es la clave para atender a enfermos crónicos y nuevos, controlar epidemias como el cólera y hacerse cargo de las secuelas del sismo. La cirugía de los primeros momentos es rápida y no muy refinada ya que hay muchísimas víctimas a las que atender, y con frecuencia requiere una segunda intervención que no tiene que ver con la supervivencia sino con la dignidad y el bienestar de las personas, y debe hacerse siempre que se pueda. Hablo de operaciones para realinear un miembro o cirugía plástica reconstructiva.
¿Cuál es la prioridad de Médicos Sin Fronteras ahora mismo allí, en Nepal?
Nos preocupan mucho las poblaciones que por razones geográficas, étnicas o políticas puedan quedar fuera del sistema de ayuda desplegado para la ocasión. En el caso de los terremotos, la movilización de la comunidad internacional suele ser suficientemente buena (no como en conflictos bélicos como la República Centroafricana o el sur de Yemen), pero se concentra en los lugares más accesibles y conocidos, como Katmandú. Y aunque es cierto que muchas veces son zonas muy pobladas y afectadas debemos realizar un análisis crítico de quién no está recibiendo asistencia. En este caso, en las montañas que rodean el valle hay muchas aldeas con menos gente que la capital pero que al estar alejadas de los circuitos de ayuda se les puede complicar mucho la situación si no les llega auxilio.
Además de enfrentarse a retos médicos, ¿tienen en cuenta las peculiaridades de la cultura del lugar en el que intervienen?
Ya hace tiempo que nos dimos cuenta de que no se puede llegar a un sitio con una camiseta talla única para todo el mundo. Debíamos afinar y adaptar nuestro mensaje por razones prácticas (adecuando tu respuesta a las creencias locales consigues que funcione mucho mejor) y por respeto individual y colectivo. Es inevitable acarrear prejuicios y estereotipos propios de una organización occidental, pero con el apoyo de los antropólogos que participan en las misiones vamos mejorando. En Nepal en concreto, los retos culturales son el idioma, la estructura social, la pobreza y la situación de la mujer en la sociedad.
¿Cómo ve el futuro de Nepal?
Tras un terremoto la reconstrucción de un país tiene como objetivo que nadie se quede peor de lo que estaba. Nepal es un país muy paradójico que recibe mucho turismo, tiene algunos de los lugares más bellos del mundo y es extremadamente pobre. Solo espero que los países que están enviando ayuda humanitaria (el nuestro está haciendo un papel muy espectacular rescatando a turistas y obviando la población nepalí), mantengan el esfuerzo a la hora de apoyar a su reconstrucción.
Del mundo al despacho de Barcelona
Desde 1991, José Antonio Bastos ha participado en misiones de ayuda humanitaria en contexto de guerras, epidemias y crisis nutricionales. En 2010, dejó el trabajo sobre el terreno para tomar la presidencia de Médicos Sin Fronteras España. Cinco años más tarde, dedica el 20% de su tiempo al contacto directo con los socios que respaldan la organización y que significan el 90% de las ingresos de la misma. «Estas personas son ahora mi terreno y mi último gran descubrimiento.
A lo largo de su vida ha visto mucha miseria humana. ¿A qué no se ha podido acostumbrar?
A muchas cosas, pero sobre todo a ver de primera mano un hecho ni espectacular ni sofisticad: cuando alguien no se muere de un accidente, ni un virus... cuando simplemente se muere porque no ha comido.
¿El mundo ha mejorado en las pasadas dos décadas?
En mi opinión la historia no acaba de avanzar. Yo habría esperado en los últimos años un progreso más claro en la voluntad de las instituciones y grupos de poder para cambiar las cosas y favorecer a la mayoría de las poblaciones. No ha sido así.
¿Hay algo que le reconcilie con el ser humano?
¡Muchísimas cosas! Ser testigo de la solidaridad de tantos y tantos españoles es un privilegio que te compensa lo otro. Los colegas de la organización, que dejan todo atrás para lanzarse a una aventura humanitaria sin paracaídas. Y, más impresionante aún, los ejemplos de solidaridad, valentía y generosidad que vemos en los países a los que vamos.
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