Una trabajadora de Infocáncer, el servicio de atención telefónica de la AECC, atiende una llamada de un paciente. virginia carrasco

Infocáncer, el teléfono gratuito de la AEEC, cumple 30 años

Sus trabajadores informan al paciente oncológico y tratan de evitar que albergue sentimientos de culpa

Lunes, 20 de diciembre 2021, 00:03

Marta Herreras deja que el paciente llore y pueda desahogarse a gusto. No trata de aliviarle con recomendaciones manidas, como que encare la enfermedad con optimismo ni que se crezca en la adversidad. Al otro lado de la línea telefónica hay una persona que sufre ... por soledad, miedo, sentimiento de desamparo, molestias por los efectos secundarios de la quimioterapia... Herreras, agente telefónica del servicio Infocáncer, sabe escuchar y da tiempo a que el interlocutor se tranquilice y rehaga. «Le decimos que es normal que esté mal y angustiado. Le han detectado una enfermedad como el cáncer y lo normal es estar así», dice esta trabajadora del teléfono de asesoramiento montado por la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), una prestación gratuita que funciona 24 horas durante los siete días de la semana.

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Si Marta Herreras detecta que el peticionario de ayuda requiere información médica, apoyo jurídico o los servicios de un trabajador social, deriva a la persona a profesionales del nivel 2, en los que hay dos médicos, cuatro psicólogos, tres trabajadores sociales, una enfermera y un abogado.

El teléfono (900 100 036) es de carácter gratuito y cobertura nacional. Solo existen en el mundo dos servicios que funcionen las 24 horas del día, los patrocinado en EE UU por la American Cancer Society y en España por la AECC. El español aclara dudas sobre los diagnósticos y pronóstico, pero no ofrece una segunda opinión médica, ni prescribe tratamientos ni tampoco recomienda opciones terapéuticas. «Habíamos observado que a lo largo de la semana hay unos intervalos en los que el paciente se siente desatendido. En horario nocturno no suele tener su red de apoyo activa, y algo muy parecido ocurre los fines de semana, días en que los servicios sociosanitarios que dan soporte a los pacientes oncológicos están cerrados», asegura Patrizia Bressanello, psico-oncóloga y responsable de Infocáncer en la AECC.

Arriba, Patrizia Bressanello, responsable de Infocáncer. Abajo, Marta Herreras (dcha.), agente telefónica del servicio, y Damián Castañeda, trabajador social. VIRGINIA CARRASCO

El hecho de estar a las puertas del quirófano es un factor que dispara la angustia entre los enfermos, y si a ello se añade el pánico de estar solo, sin parientes cercanos y con una edad avanzada, la desesperación y el desvalimiento se acrecientan. Es ahí donde actúa Infocáncer, servicio que cuenta con 28 agentes telefónicos, adscritos a lo que se llama equipo de nivel 1, encargado de aliviar al enfermo y detectar necesidades. Los casos más peliagudos son derivados entonces al equipo de nivel 2, que procura ayuda especializada.

Damián Castañeda es trabajador social, lleva tres años en Infocáncer y ha constatado que, aparte del serio quebranto de la salud que provoca un tumor, el cáncer redunda demasiadas veces en una pérdida de ingresos. Según datos de la AECC, los procesos oncológicos ocasionan pobreza en el 25% de la población en edad laboral. Y luego está el eterno problema de la desigualdad en el acceso a los tratamientos, en función de la comunidad autónoma en que se resida. «Ahora tengo un paciente que se tiene trasladar de una provincia a otra para recibir radioterapia, que se proporciona cada día. La Administración correspondiente paga el viaje en taxi, pero su estado físico no permite los continuos traslados. Como no tiene alojamiento en el lugar donde se le da la terapia, la asociación le va a facilitar un lugar donde se pueda quedar con su familia, lo que le ahorra 200 kilómetros de viaje de ida y vuelta», explica el trabajador social.

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Escuchar cada día testimonios lacerantes desgasta, como no puede ser de otro modo, pero también resulta gratificante. «Es un trabajo muy agradecido. Resulta difícil, pero también tiene una parte muy positiva», explica Castañeda.

Comunicar la noticia

En ocasiones el paciente, después de que le informen de que tiene un cáncer, no sabe cómo comunicárselo a su familia. Otras veces, al recibir el diagnóstico, queda conmocionado, sin suficiente lucidez para comprender su patología. Los familiares también pueden hacer uso del teléfono, al que suelen recurrir si el enfermo va a entrar en cuidados paliativos y no saben cómo dar la noticia. La casuística es muy amplia. «El otro día atendí a una mujer a la que le habían hecho una mastectomía hace tres años y ahora había sufrido una recaída, cosa que es rara. Llamó muy angustiada porque tenía un bebé pequeño y no sabía cómo manejar la situación. La acogimos, la escuchamos y la llevamos a un profesional», aduce Herreras, con cuatro años de experiencia en Infocáncer.

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Por lo general, las personas que hacen estas primeras llamadas se quedan tranquilas. «Muchas veces evitan decir a un familiar 'tengo miedo a morir' para no preocuparles, pero aquí sí lo pueden hacer».

Infocáncer se creó hace treinta años, pero estuvo atendido hasta hace cinco por voluntarios. En 2016 se apostó por la profesionalización y la actividad creció de forma exponencial. «Hemos pasados de las 5.000 llamadas al año a unas 215.000, más de 17.000 al mes», precisa Bressanello.

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Parece que a los hombres les cuesta más abrirse y confesar sus penas. No en balde, el 65 % de las consultas proceden de mujeres y resto de hombres, De los usuarios que llaman, el 67 % son pacientes y el 33 % familiares.

Ahora hay mucha más información de la relación entre covid y cáncer, pero en marzo y abril del año pasado hubo un incremento significativo de las consultas por las consecuencias que entraña para los enfermos oncológicos la infección por el SARS-CoV-2. «Tampoco es necesario que un paciente hable siempre. Depende, hay personas comunicativas y otras más retraídas. Lo importantes es quitar al afectado el sentimiento de culpabilidad por no poder esta positivo y animoso», apostilla Bressanello.

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A juzgar por la evaluación que hacen los propios solicitantes de ayuda, el servicio roza la perfección. En una escala de 0 a 9, los usuarios conceden una puntuación de 8,8. Una prestación a la que se demanda cada vez más información nutricional.

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