El doctor Antonio Pérez Martínez, en la unidad oncológia infantil del hospital de La Paz. Óscar Chamorro

La esperanza de la terapia más cara del mundo

Un equipo del hospital de La Paz, liderado por el doctor Antonio Pérez Martínez, logra la remisión de la leucemia en un niño gracias a un nuevo fármaco que anima a ver el futuro de la cura del cáncer con otros ojos

Sábado, 21 de diciembre 2019, 20:14

Santi es un niño de 11 años que sufre desde hace dos una leucemia devastadora. Aunque ahora lo correcto sería decir que la sufría: hace unos días abandonó la planta de oncología del hospital de La Paz para regresar a casa, a su familia y ... a su vida. Solo tiene que visitar cada semana al equipo médico responsable de su mejoría. Un equipo que, tras ver cómo Santi rechazaba los tres tratamientos convencionales para su enfermedad, ha logrado que su cáncer entre en «remisión». ¿La clave? Una terapia nueva que se aplica en España desde este año y que permite ver el futuro de la curación del cáncer con otros ojos.

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En casos como el de este niño, hablar de cura no es lo más adecuado. Tienen que pasar muchos años para emplear esta palabra con propiedad. Pero el retroceso que ha mostrado la enfermedad sí es suficiente para celebrar que él es uno de los primeros 'casos de éxito' de la nueva terpia. Como él, un centenar de niños al año podrían ser tratados con ella de su leucemia y, en breve, se empezarán a ver los efectos en otros pacientes. En adultos también se aplica y se estima que cada año puedan beneficiarse unos 200.

Santi es paciente del doctor Antonio Pérez Martínez, jefe del Servicio de Hemato-Oncología Pediátrica de La Paz y director del grupo de investigación en terapias innovadoras contra el cáncer del mismo centro hospitalario. Él lidera el equipo de especialistas (desde genetistas a bioquímicos) que trabajan con ahínco para dar con nuevas fórmulas para tratar las formas de cánceres infantiles más devastadoras. El éxito que han experimentado con su joven paciente merece la alegría que demuestra por duplicado: por el paciente y su familia, que por primera vez en dos años ven luz en el camino contra la leucemia, y porque se demuestra la eficacia –hasta el momento– de las llamadas terapias CAR-T en España. «Este caso viene a decirnos que otra forma de tratar el cáncer es posible», explica el doctor Pérez Martínez desde la planta de La Paz en la que son tratados otros niños.

Hasta ahora las estrategias para curar este y otros cánceres han sido las clásicas farmacológicas, quimioterapias, radioterapia y cirugía. Pero ahora hablamos de un medicamento que «está vivo» porque está hecho con las propias células del paciente para dotar al sistema inmune de nuevas herramientas para luchar contra el cáncer. El proceso es el que sigue: en el hospital se extraen las células del paciente, se criopreservan, y se mandan a un laboratorio en EE UU donde tardan unas cinco semanas en modificarlas genéticamente, esto es, reprogramarlas para que sean ellas mismas las que ataquen a la leucemia. «El CAR-T es un virus (un vector) con el que se 'infecta' la célula del paciente y que funciona como un caballo de troya. Está dentro de ella para que cuando se abra la célula exprese la información que lleva este. El CAR-T es como un robot que está programado para atacar una molécula (la CD19) propia de leucemia de células B. Así, cuando llega al cuerpo, mata todo lo que lleve esta molécula que ya previamente ha sido identificada y asociada a este tipo de cáncer en el laboratorio», explica el doctor con auténtica pasión docente.

El principal efecto secundario es la «tormenta de fitoquinas». Eso es un cuadro inflamatorio que, de no poder ser controlado, puede llevar al paciente a la muerte. «En la respuesta inmunitaria tiene que darse una inflamación pero tienes que ser capaz de controlarla, sino puede ser devastadora», precisa el Pérez Martínez. De lograrlo, la peor complicación es una inmunodeficiencia común variable, una enfermedad derivada de la falta de linfocitos B pero tratable. Y es que el CAR-T es un 'robot' muy selectivo, pero no tan inteligente. Porque en su batalla contra las moléculas de la citada leucemia también mata a los linfocitos B sanos.

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Sobre el riesgo de recaída, el estudio pivotal realizado en EE UU indica que el 90% de los pacientes responde positivamente al mes y casi un 60% mantiene esta respuesta a partir del año. «Esperamos que estos resultados se reproduzcan en España», donde aún no ha pasado el tiempo suficiente para saberlo. Son terapias «tremendamente complejas y desconocidas» que requieren del conocimiento y la experiencia. De ahí que solo hayan sido asignados por el Ministerio y certificados por el laboratorio que 'vende' la producción del medicamento unos pocos centros españoles para aplicarlas.

-¿Genera esta selección una desigualdad en el acceso al tratamiento?

-La equidad no es que los pacientes tengan acceso al diagnóstico o el tratamiento en su provincia. La equidad real es que los pacientes tengan acceso al diagnótico y al tratamiento al mismo nivel que el resto, allá donde sea. No tiene sentido que la leucemia se trate en todas las provincias de una comunidad autónoma, porque son enfermedades raras, muy complejas, que necesitan muchísimo 'expertise', con muchos investigadores de diferentes ramas trabajando y esto solo se puede tener en centros grandes. Acabo de salir de una reunión en la que había 18 especialistas. Y esto no lo pueden tener centros pequeños. Esto queda más en evidencia cuando hablamos de terapias complejas como las CAR-T. El ministerio lo que ha hecho ha sido poner reglas, porque se quiere asegurar de que los centros que hagan estas terapias tengan un coste/efectividad ajustado. Eso sí, creemos que por cuestiones ajenas a la experiencia médica han sido asignados más centros en Cataluña, que ha generado fricciones entre los especialistas que estamos en esto. Creo que habría que tratar de compensar estas diferencias.

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Estas terapias son también sorprendentes por su precio. No en vano son conocidas como las más caras del momento. Cada tratamiento cuesta 370.000 euros. Pero Sanidad ha llegado al acuerdo de pagar la mitad cuando se le aplique al paciente y la otra mitad cuando, pasados 18 meses, no haya recaído. «Esto dice mucho de las dos partes. Del ministerio, que quiere aplicar las terapias más innovadoras y a la vez procurar la sostenibilidad del sistema; y del laboratorio, que acepta porque está muy seguro de la eficacia del tratamiento. Es muy interesante», valora el pediatra, que defiende una colaboración de la industria y de la academia para avanzar en el desarrollo de las terapias CAR-T e investigar para aplicarlas en otros tumores, como ahora hace con su equipo de investigación en tres ensayos (sarcoma refractario, méudoblastomas y lucemias no B), financiados por la Fundación Cris y Sanidad, además de otras aportaciones de fundaciones y organizaciones.

«Hemos visto que en estos casos, en los que el medicamento actual no sirve, nuestro CAR-T, enfocado a otras moléculas, en condiciones experimentales, no clínicas, es tremendamente efectivo. Eso nos ha permitido dar el paso para ver si somos capaces de producir el CAR-T, pero no en un tubo o en un modelo animal, sino fabricarlo para hacer la celularidad suficiente para ponerlo a un paciente. Ahora mismo hemos demostrado que es posible, que ronda los 40.000 euros y, tras publicar, a partir del año que viene comenzamos los ensayos para los que hemos recibido financiación», explica el especialista.

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En las CAR-T, él no ve el futuro de la cura del cáncer: «Esta enfermedad se curará, pero las CAR-T no serán la solución definitiva. Tendrán un papel importante y serán complementarias. Eso sí, son una esperanza. Sin duda».

FUNDACIÓN CRIS

  • Objeto. Tiene como objeto la investigación contra el cáncer infantil. Por ejemplo, sostienen el equipo de terapias innovadoras de La Paz. Todos los fondos proceden de las aportaciones de socios particulares.

  • Contacto para colaborar. 900813075 | Página web

¿CAR-T académico o comercial? Una cuestión más allá del precio

Existe polémica entorno al precio de las terapias CAR-T porque hospitales como el Clinic de Barcelona las han desarrollado con un coste de 50.000 euros. ¿Por qué entonces pagar más de 300.000 a los laboratorios? La pregunta es una reacción lógica a la diferencia que existe, pero la respuesta que lo explica no es menos razonable.

Cuando hablamos de la terapia fabricada en un centro hospitalario, hablamos de un producto de investigación, no de un medicamento. ¿Cuál es la diferencia? Que los laboratorios han pasado por ese proceso de fabricación, pero también por dos ensayos clínicos. Una vez superados estos, el producto alcanza la categoría de medicamento. Y estos ensayos, en fase I y en fase II, tienen también su coste.

En el caso de los hospitales catalanes, ya han superado un ensayo en la primera fase y comenzarán en breve la segunda y, quién sabe, podría hacer falta una tercera hasta poder certificar la seguridad y la eficacia del medicamento. Cuando estos ensayos hayan terminado, ya se podrá hablar del coste real y cerrado que ha tenido el desarrollo de este medicamento. Hasta ahora no puede ser denominado como tal, sino como un producto de investigación.

Mientras este momento llega, el foco se ha puesto en tratar de salvar vidas, en este caso de niños con leucemia, con el medicamento ya testado, no con el producto de una investigación en desarrollo, poniendo a disposición de los pacientes las terapias más punteras del mundo ahora disponibles. El futuro, que en opinión de muchos expertos pasa por la colaboración entre los laboratorios y la academia, pasa por apoyar la investigación que ya se está llevando a cabo en los distintos centros dotados para ello.

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