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Óscar Beltrán de Otálora
Madrid
Miércoles, 25 de marzo 2020, 00:16
El dintel de inmunidad es el concepto con el que sueñan todos los epidemiólogos. Es la expresión con la que se define al momento en el que hay suficiente gente inmune para que el patógeno no logre transmitirse. Ese momento, por ahora, está muy lejos ... de las cifras de contagio en España. El debate está en cómo llegar a esa cifra y analizar los costes que supone.
«El dintel de inmunidad, simplificándolo, se puede comparar con el comecocos. Cuando han desaparecido todas las fichas susceptibles, el bicho se muere. ¿Cómo conseguir que todas las fichas desaparezcan en el caso del virus? Con inmunidad y profilaxis», afirma el epidemiólogo y experto en enfermedades infecciosas del Instituto Salud Global, impulsado por la Caixa, Carlos Chaccour. Para llegar a esa inmunidad existen por ahora varios condicionantes. Uno de ellos es que no se conoce cuál es la posibilidad de volver a contraer la enfermedad de aquellas personas que ya la han pasado. En el caso del coronavirus denominado como Síndrome Respiratorio Agudo y Severo 1 (SARS1), su periodo de inmunidad es de tres años, aunque en la actualidad no se sabe si la cifra es extrapoblable.
«Hay modelos que se han planteado para conseguir la inmunidad de la población como, por ejemplo, la teoría del rebaño», explica Chaccour. «Con este plan, que es el que se planteó Inglaterra, se deja que una parte de la población se contagie y alcance así la inmunidad que protegerá al resto de la sociedad hasta que se desarrolle una vacuna», agrega. Inglaterra, que se planteó en un momento la posibilidad de aplicar esta teoría, ya ha aceptado los planes de confinamiento.
Pero el confinamiento, tal y como se ha planteado en España, también genera problemas y dudas en el debate científico. Carlos Chaccour forma parte del grupo de 70 epidemiólogos que han firmado una carta en la que piden que se endurezca la cuarentena para conseguir controlar el avance de la enfermedad «y salvar vidas humanas». Se trata de un debate duro, con implicaciones morales, económicas y sociales sin precedentes.
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«Por el momento estamos teniendo un modelo de confinamiento poroso en el que se permite a la gente ir a trabajar y hemos llegado a ver imágenes de personas abarrotando las estaciones de metro. Y lo que estamos viendo es que no se aplana la curva sino que cada día crece más», advierte Chaccour. La propuesta de quienes defienden el confinamiento absoluto es prohibir todos los movimientos excepto los indispensables para asegurar el abastecimiento de productos básicos y conseguir mientras tanto plantear una estrategia efectiva.
«Sería un tiempo ganado a sangre y fuego pero tenemos que tener en cuenta datos como los siguientes. La enfermedad tiene un periodo de incubación de seis días. La enfermedad tarda otros seis días en desarrollarse hasta un estado grave y, en los casos más peligrosos que pueden llevar a la muerte, hay otros seis u ocho días. Si se cierra ahora todo, la pandemia continuaría avanzando pero en tres semanas los números se estabilizarían», sostiene Chaccour. «Los hospitales podrían comenzar a tratar la enfermedad sin el colapso que ahora se teme. Quizás evitaríamos que los médicos tengan que decidir qué vida salvan y cuál no». En un país como España, con doce millones de personas por encima de los 60 años y, por lo tanto, dentro de los grupos de riesgo, las decisiones pueden ser dramáticas.
El experto reconoce que una medida así tiene unas implicaciones complicadas de gestionar. «En Wuhan se permitía a la gente salir una vez cada dos días y para las compras imprescindibles. Eso se puede hacer a once millones de personas en un país de 1.500 millones. Pero no es lo mismo hacérselo a once millones en un país de 46 millones», destaca Chaccour. En Wuhan, el paradigma del aislamiento, los barrios fueron aislados y sometidos a un estricto control policial.
Por otra parte, los efectos para la economía podrían llegar a ser demoledores. Sin embargo, este experto defiende el sistema. «Alemania, con una capacidad para realizar 160.000 test del virus cada semana está consiguiendo una mortalidad mínima, del 0,7%». Con un confinamiento radical, aunque limitado en el tiempo, España ganaría tiempo para tener una estrategia clara con la que más adelante se podrían aplicar medidas como la geolocalización o el control telemático.
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