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Maite Díez-Cambronero, de 55 años, tenía repartidos ceniceros por toda la casa. Era una fumadora contumaz que sufría un enfisema pulmonar, acompañado de bronquitis crónica, dolencias que le llevaron a padecer una Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (Epoc). Desde los 14 años consumía un paquete ... de cigarrillos al día, hasta que por fin decidió dejarlo, pero lo hizo demasiado tarde. En medio de ese proceso de abandono de la adicción le sobrevino una reagudización de la Epoc que la obligó durante un tiempo a recibir oxigenoterapia durante dieciséis horas seguidas, que luego se redujeron a diez, y a tomar antibióticos para evitar reinfecciones. «Donde antes había ceniceros, ahora tengo diseminados por toda la casa inhaladores de rescate. Mi casa es de dos pisos. Una vez subí al piso de arriba para ir al baño a ducharme y de repente me quedé sin aire», cuenta Díez-Cambronero. Gracias a uno de esos inhaladores que le dio su hijo pudo recuperar el resuello y hoy es capaz contarlo.
Por fortuna Maite Diez ha dejado atrás el tabaco, cosa que sus pulmones, aquejados de una neumonía, agradecen. Si no hubiera prescindido del cigarrillo ahora estaría enganchada al oxígeno las 24 horas del día. Aun así, «hay veces en que no puedo hacer ni el esfuerzo de peinarme», dice la paciente, que recurre con frecuencia a los aerosoles y los corticoides para mejorar su flujo respiratorio. Díez-Cambronero acudió a terapia de grupo y a la toma de medicamentos para superar una enfermedad que «no es un vicio, sino una dependencia».
Maite tiene un grupo de WhatsApp de apoyo mutuo en el que personas dependientes del tabaquismo se ayudan y dan consejos en momentos de flaqueza. «He visto a personas que llevaban 15 años sin fumar y de pronto han recaído por dar apenas una calada en una boda», cuenta Díez-Cambronero, a quien de vez en cuando le asalta una tos recurrente. Maite intentó varias veces dejar de fumar por su cuenta, método que no es el más adecuado para prescindir del cigarrillo.
El presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) y médico de atención primaria, Andrés Zamorano, pide una regulación que conceda idéntico tratamiento a todos los productos del tabaco, ya sean cigarrillos, electrónicos o no, vapeadores o tabaco calentado. La industria tabaquera es muy diestra en el uso de estrategias de 'marketing' e inventar productos que «reduzcan el daño», que se presentan como alternativas saludables que no lo son en absoluto. El tabaco de liar y los vapeadores, por ejemplo, no son ni mucho menos la panacea. «Lo que no dice la industria es que entre el 60 y el 90% de los usuarios son fumadores duales, que recurren tanto al tabaco como al cigarrillo electrónico», alega Zamorano.
En el Día Mundial Sin Tabaco, que se celebra hoy, la OMS, patrocinadora de la causa, pone el énfasis este año en que la pandemia de la covid ha hecho recapacitar a muchos fumadores. Están deseosos de liberarse del tabaco, que mata en el mundo a más de ocho millones de personas cada año. Más de siete millones de esas defunciones se deben al consumo directo del tabaco y cerca de 1,2 millones al humo ajeno.
El CNPT es un firme partidario de subir la fiscalidad que recae en el tabaco, una medida que surte rápidos efectos disuasorios. Una subida del 10% en el precio de la cajetilla provoca una disminución de la prevalencia de un 4%, que puede llegar a un 10% en jóvenes y adolescentes. «En Francia, último país donde se ha aprobado una subida y donde la cajetilla vale diez euros (en España, cinco), un millón de personas han dejado de fumar. Para mí es una vergüenza que España sea el estanco de Europa. En su día yo vi llegar autobuses llenos de gente a Irún para comprar tabaco», comenta Zamorano, quien ve un amplio margen para que el Gobierno apruebe incrementos fiscales.
En España confiesa fumar el 32% de la población entre 15 y 64 años. Los expertos del CNPT apuestan por aumentar los espacios sin humo para que se deje de fumar en las playas y en los coches cuando hay niños o embarazadas. Incluso propone que el acto de fumar en las calles está permitido siempre que se adopte la distancia de seguridad conveniente, como por ejemplo dos metros. La edad de inicio en el consumo tabáquico es de 14 años, y diez años después, a los 24, la población fumadora alcanza el 18%.
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