María Alonso de Leciñana, neuróloga del Hospital La Paz. JAVIER LIAÑO/EFE

Unos 26.000 españoles mueren cada año a causa de un ictus

Es la primera causa de fallecimiento entre las mujeres y de discapacidad en el adulto

Miércoles, 28 de octubre 2020

Entre 110.000 y 120.000 españoles sufren un ictus cada año, de los cuales al menos un 15% (unos 26.000) fallecen, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Entre los supervivientes, en torno a un 30% padecen ... una situación de dependencia funcional. Esta enfermedad cerebrovascular es ya la segunda causa de muerte en la población española (la primera en mujeres), la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia.

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«Un ictus es cualquier episodio en el que se interrumpe el flujo sanguíneo que llega al cerebro. La causa más frecuente suele ser por un coágulo en alguno de los vasos que le suministran sangre, es lo que llamamos ictus isquémico. Pero también puede producirse por la ruptura de alguno de estos vasos, produciendo una hemorragia: en este caso se tratará de un ictus hemorrágico», explica María Alonso de Leciñana, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la SEN.

Con motivo del Día Mundial del Ictus, que se celebra mañana, los neurólogos destacan que la evolución y pronóstico dependen en gran medida del tiempo en el que se tarde en revertir esta situación. «En el caso del ictus, cada minuto, cuenta. Por eso es tan importante llamar al 112 ante la presencia de algún síntoma de esta enfermedad neurológica», subraya Alonso. Los síntomas que deben mover a llamar a los servicios de emergencias son la pérdida de fuerza repentina de la cara, brazo y pierna de un lado del cuerpo; alteración del habla, reducción súbita de la visión parcial o total en uno o ambos ojos y dolor de cabeza intenso y sin causa aparente.

Mayores de 65 años

Si bien el ictus afecta sobre todo a personas mayores de 65 años, un 28% de los pacientes presentan una edad inferior, mientras que un 8% tiene menos de 55 años.

La buena noticia es que la adopción de hábitos de vida saludables reducen el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular de este tipo. «La abstinencia o cese del hábito tabáquico, del consumo excesivo de alcohol, evitar la exposición a estrés crónico, evitar el sobrepeso o la obesidad, seguir una dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva y frutos secos, así como la práctica regular de actividad física, son medidas fundamentales», argumenta Alonso, neuróloga del Hospital La Paz de Madrid.

La contaminación acústica y atmosférica acrecienta el riesgo de ictus y la gravedad de estos episodios. Según un estudio realizado por el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) de Barcelona, residir en zonas con altos niveles de ruido incrementa un 30% las probabilidades de padecer un ictus más grave y secuelas más complejas. En cambio, residir cerca de entornos verdes reduce este riesgo un 25%.

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El estrés crónico también se ha relacionado con un mayor peligro de padecer enfermedades cerebrovasculares. Mientras que el estrés psicosocial aumenta las probabilidades ser víctima de un ictus hemorrágico, el estrés laboral también se asocia con una subida de las posibilidades de sufrir ictus isquémicos.

Para el presidente de la Fundación Freno al Ictus, Julio Agredano, la covid está generando efectos perversos en los pacientes, pues a corto plazo «está relajando la gestión del tratamiento». María Alonso insiste en que los pacientes no deben tener temor a acudir a la consulta del especialista. La primera oleada de la pandemia enseñó la lección de que no pueden convivir en el mismo espacio pacientes enfermos portadores del SARS-CoV-2 con otros. «Los hospitales están preparados para recibirles», alega.

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